1.
Venezuela era una democracia hace unos 30 años, con sus problemas –ciertamente la corrupción uno de ellos–, que muy pronto destruirían no sólo la democracia sino también la economía y quizás, el destino de una nación ejemplar en Latinoamérica. Hoy, más de siete millones de venezolanos de un total de 31 han migrado hacia América del Norte en busca de mejores horizontes, pues en la patria de Bolívar simplemente no existen.
2.
Tras el arribo al poder del coronel Hugo Chávez en las controvertidas elecciones presidenciales de 1998, se inició un proceso de destrucción institucional que incluiría los cambios constitucionales necesarios para perpetuarse en el poder no sólo él hasta su muerte hace 10 años, sino su sucesor, el polémico dictador presidencial Nicolás Maduro, alrededor del culto a la personalidad del ahora extinto Hugo Chávez.
3.
Todavía en el 2000, Venezuela era la economía número 37 del mundo. Ciertamente basada en la explotación y exportación de petróleo y otras materias primas, pero con una consistente industrialización orientada a satisfacer el mercado interno. Ahora, el prolongado colapso económico provocado por las restricciones internacionales para el petróleo venezolano, aunado a una política represiva y expropiatoria a los capitales extranjeros han hundido la capacidad productiva venezolana, convirtiéndolo en uno de los países más pobres de Latinoamérica y expulsor de población y mano de obra calificada. El producto per cápita venezolano es ya el cuarto más bajo de las 30 economías de América Latina, sólo por delante de Honduras, Nicaragua y Haití. No todo este mal puede imputarse a las sanciones internacionales impuestas a la dictadura, sino sobre todo, a una política interior restrictiva de control de cambios y de precios, racionamiento, expropiaciones y nacionalizaciones sin ton ni son, que fueron menguando a la incipiente industria.
4.
En ese contexto, el régimen absoluto de Nicolás Maduro y los partidos de oposición venezolanos convinieron en Barbados en octubre pasado, la realización de elecciones libres y competitivas en el segundo semestre de 2024, a cambio de que las organizaciones internacionales de comercio y financiamiento levantaran o suavizaran las sanciones impuestas por la falta de democracia. Sin embargo, ocurrió lo propio en las dictaduras, el régimen de Maduro, lejos de cumplir el compromiso democrático se ha dedicado a hostigar y suprimir a la oposición, inhabilitando sucesivamente a quienes pudieran ser candidatos de arrastre, como su principal rival, María Corina Machado, y luego quien pudo haberla sustituido, Corina Yoris. El resultado es que, finalmente, el dictador aceptó la postulación de un mesurado líder opositor, Edmundo González Urrutia, no tan combativo ni con el arrastre de las candidaturas vetadas, pero que habrá de participar en el remedo de elecciones presidenciales del 28 de julio.
5.
Al incumplir lo acordado, la comunidad internacional muy probablemente restablecerá las sanciones comerciales que limitan las exportaciones de petróleo, porque, según denuncia la valiente candidata vetada por el chavismo/madurismo, María Corina Machado, existe una ola represiva brutal y una movilización abierta de las brigadas y milicias bolivarianas para restringir la campaña opositora y asegurar así la tercera reelección de Nicolás Maduro sobre Venezuela. Dadas las circunstancias, es poco probable que en Venezuela se realicen elecciones democráticas y competitivas, prolongando aún más la agonía del país al igual que la escasez de todo, la desesperación ciudadana y la expulsión acelerada de migrantes hacia América del Norte o donde sea que existan mejores condiciones de vida. La tragedia será mayor porque quizás, derivado de la geopolítica en Oriente Medio o Ucrania, el mundo requerirá pronto más petróleo y lo tomará de donde sea, inclusive Rusia y Venezuela, apuntalando a las dictaduras en estos países.