Promesas rotas

6 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Promesas rotas

1 zolliker

De nuevo se le ha hecho muy de noche. Tiene mucho tiempo que no llega temprano a la Residencia Oficial y que no le da las buenas noches a su familia. Ni hablar, ya sabía que tendría que sacrificar mucho por ser —al menos por unos años— el hombre más importante de su país. Lo saludan con mucha ceremonia los miembros del Estado Mayor que resguardan su despacho, que como le gusta, se encuentra en penumbras. Le encienden únicamente la lámpara de latón de escritorio y el teniente jala la silla hacia fuera para que pueda ocupar su lugar. Muy buenas noches, les dice con la torpe formalidad que lo distingue. Pide un vodka. Doble. Con agua quina y muy frío, por favor. Y un helado de mamey también. Tiene calor a pesar de que ha estado lloviendo. Mientras van por su encomienda, levanta el teléfono rojo. Pide que se presente su más cercano colaborador. Con gusto, señor Presidente, le responden por el auricular. A esta hora, tardará cuando mucho, una media hora en llegar, piensa. Está distraído. Su mente vaga de un tema a otro y no sabe ni cómo ni por qué ha estado reviviendo escasos recuerdos de cuando era un niño pequeño y fue declarado clínicamente muerto y de cómo quería seguir la luz, lejos del dolor, y después, una voz le dictó que debía regresar porque le esperaban cosas grandes. Da un buen sorbo al vodka. Le aviva la garganta. Les agradeceré que me dejen solo, les ordena. Se siente melancólico, nostálgico. Alguna vez, hace no mucho tiempo pero sí por muchos años creyó, en el fondo de su alma, que conseguiría grandes logros. Está decepcionado. Todos los días lo golpean. Los escándalos son uno tras otro. Y él ni enterado estaba. Subestimó a sus enemigos. Aparte de esa equivocación terrible, se dio cuenta de que gobernar los intereses de millonarios, políticos y a tanta gente poderosa, resultó más complicado de lo que esperaba. Cuando era gobernador, logró unidad. Se posicionó. Venció a los más poderosos. Unió a los bandos contrarios. Su equipo le funcionaba perfectamente enfocados hacia una meta común. Pero ahora, ahora todo es demasiado distinto. De 266 compromisos que firmó ante el notario, en cinco años, ha cumplido menos de la mitad. Es un fracaso. Necesitaría gobernar el doble de años para concluirlos. Él lo sabe bien, los resultados son muy inferiores a lo que estaría dispuesto a aceptar, pero también sabe que correr gente, en un momento tan álgido, puede convertirse en un problema y en una gran rebeldía, sumamente peligrosos, que podrían terminar en desbandada. Quería pasar a la historia como uno de los más grandes, ahora teme pasar como el que destruyó a su partido político y el que más desagrado ha causado en la población en la historia moderna del país. No, no y no. Esto no lo voy a permitir, dice en voz alta, mientras el helado de mamey se derrite. No permitiré que tanto dolor, tanto sacrificio, tanta lucha se me escape de las manos. Sus asesores le dicen que el tema central es la seguridad. Él percibe que se trata de la impunidad. ¿Pero acaso nadie ve que lo que hemos logrado es realmente lo más importante? ¿Lo medular? ¿Que le hemos ahorrado a todo México eliminando las largas distancias? Se pone de pie. Se mira en el espejo con desagrado porque mañana tiene que partir al G20 en China y se acaba de dar cuenta de que algo lo fastidia en lo más profundo: su pasado está lleno de promesas rotas.

Te Recomendamos: