Renos silenciados

26 de Mayo de 2024

Juan de Dios Vázquez
Juan de Dios Vázquez

Renos silenciados

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La serie Baby Reindeer, de Netflix, ha captado la atención del público con su trama audaz y provocadora, explorando a profundidad la experiencia del acoso y profundizando sobre la diversidad sexual en la esfera heteronormativa. Además de la trama central esta historia visibiliza las experiencias muchas veces censuradas de la fenomenología masculina; el abuso sexual con o sin penetración, la tortura psicológica, la obsesión y los estados depresivos. De manera explícita presenta las dinámicas de poder en la industria del entretenimiento, y las terribles violencias que habitan en ella. Creada y protagonizada por Richard Gadd, esta producción ha generado tanto entusiasmo como controversia, al ubicarse en el centro de las conversaciones en la prensa, redes sociales y sobremesas. Fiona Harvey, quien afirma ser la inspiración para el personaje “Martha”, ha alzado la voz y dijo sentirse victimizada por la popularidad del programa, por lo que está considerando acciones legales. Por su parte, ha sido de particular interés conocer quién es la persona que inspiró al personaje Darrien, tanto así que el director, escritor y nominado al Tony, Sean Foley, ha tenido que contactar a la policía después de falsas acusaciones de que él era el abusador de Gadd. Pero más allá de estas controversias o del éxito en términos de audiencia y popularidad, la serie destaca por arrojar luz sobre el problema del abuso sufrido por hombres, a menudo silenciado y caricaturizado en las conversaciones sobre violencia.

Curiosamente el éxito de la serie ha coincidido con la resurgencia de la polémica de abuso sexual en torno al productor musical Sean Diddy Combs, más conocido como P. Diddy. El resurgimiento de varias acusaciones y de un controvertido video que muestra a P. Diddy en compañía de un Justin Bieber de 15 años ha avivado debates sobre las responsabilidades de los adultos hacia los menores y las posibles conductas inapropiadas. Esta interacción ha suscitado serias preguntas sobre posibles abusos de poder, especialmente en el contexto de las acusaciones de abuso sexual y tráfico que enfrenta P. Diddy. En un contexto donde el abuso masculino es subestimado, minimizado y silenciado, tanto la serie como este caso emergen como poderosas herramientas para abrir diálogos y promover la empatía hacia todas las víctimas de abuso, independientemente del género y sus contratos sociales.

La realidad del abuso hacia los hombres es más común y perturbador de lo que se reconoce. Estudios recientes revelan tasas variables de abuso sexual masculino con una tendencia al alza. Por ejemplo, en Estados Unidos, la Encuesta Nacional de Violencia Sexual e Íntima de Pareja en 2017 señaló que 30.7% de los hombres reportaron haber sido víctimas de violencia sexual. Además, 16% de las víctimas masculinas serían abusadas sexualmente antes de los 16 años.

En una investigación de 2018 que incluyó niños y adolescentes de Barbados y Granada, las tasas de abuso sexual fuera y dentro de la familia fueron más altas para los niños que para las niñas. A nivel mundial, la prevalencia estimada de abuso sexual infantil entre los niños oscila entre 3 y 17 por ciento.

Por su parte, las secuelas traumáticas del abuso sexual en hombres deterioran todas las esferas biopsicosociales, entre ellas la autoestima, la sexualidad, las relaciones interpersonales, la vida laboral y académica, y han potencializando el riesgo suicida y el abuso de sustancias. Muchos hombres víctimas enfrentan conflictos de identidad en cómo se definen como “hombres”, y en relación a los estereotipos de la masculinidad. Ello puede derivar en conflictos en la orientación, expresión y ejercicio sexual.

Este conflicto interno además es perpetuado por narrativas sociales heteropatriarcales y de dominio machista. La mayoría de estos hombres tardan años en hablar sobre su experiencia de abuso, debido a los estigmas sociales asociados a una masculinidad fracturada.

Ciertos grupos culturales y religiosos fomentan el secretismo en torno al abuso sexual. Por ejemplo, en los Boy Scouts o en la Iglesia católica, la cultura de encubrimiento dificulta la denuncia de los abusos. En un estudio sobre el abuso sexual infantil en iglesias católicas alemanas, se encontró que 62% de las víctimas eran niños.

En muchos casos, la reubicación de los perpetradores dificultó la exposición del abuso y la prevención futura. En México, el caso del sacerdote Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, puso de manifiesto el grave abuso y encubrimiento por parte de la jerarquía eclesiástica. Por otro lado, en 2020, los Boy Scouts de América se declararon en quiebra después de que más de 82 mil hombres los demandaran por haber sido abusados entre 1975 y 1984 por líderes de tropa de esta organización.

Por desgracia, en nuestra sociedad, hablar sobre el abuso hacia los hombres sigue siendo un tema muy delicado. Los hombres que han sido abusados enfrentan obstáculos para compartir sus experiencias, lo que refleja un problema más amplio de cómo la sociedad minimiza o ridiculiza las experiencias masculinas en situaciones de extrema vulnerabilidad.

El estigma y la marginación dificultan que busquen ayuda o hablen sobre lo que han vivido, lo que puede tener consecuencias devastadoras para su bienestar emocional y mental. Además, revelar el abuso, especialmente cuando la agresora es una mujer, puede generar aún más vergüenza, estigma e incluso sentimientos de deshonra.

Además, los efectos de esta victimización pueden ser profundos y duraderos. Aproximadamente uno de cada 10 hombres informa algún tipo de impacto derivado de esta experiencia, que puede incluir miedo, preocupación por la seguridad y síntomas de trastorno por estrés postraumático. Sin embargo, es importante reconocer que la forma en que los hombres enfrentan o perciben el maltrato puede diferir de las mujeres.

Por ejemplo, algunos hombres pueden no reconocer el maltrato físico como violencia porque aún se sienten físicamente capaces de defenderse. En este sentido, pueden negar o autoconvencerse de que no fueron abusados.

En resumen, es crucial reconocer esta realidad y promover una mayor conciencia y comprensión en la sociedad, proporcionando un espacio seguro y solidario donde los hombres puedan compartir sus experiencias y buscar el apoyo que necesitan. Debemos desafiar los estereotipos y cultivar una cultura de empatía y apoyo mutuo para todas las víctimas de abuso, sin importar su género. Aunque es importante abordar el enorme problema de la violencia de género contra las mujeres y la comunidad LGTBIQ+, también es necesario prestar más atención y tomar medidas para abordar los abusos contra los hombres con el fin de construir una sociedad justa y compasiva para todos.

En un mundo donde el abuso y el maltrato afectan a personas de todas las identidades, es esencial asegurarnos de que ningún pequeño reno se quede sufriendo en silencio.

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