¿La historia se repite?

6 de Mayo de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

¿La historia se repite?

Sucedió que la economía de los Estados Unidos de Norteamérica estaba en una recesión. La gente lo comenzaba a sentir en los bolsillos. El sueño americano se les resquebrajaba ante sus ojos y él, Patrick Smith, se dio cuenta en el momento en que en la fábrica en la que había laborado por más de treinta años, de buenas a primeras cerró sus puertas y lo dejaron a él y un centenar de compañeros, de patitas en la calle y sin ninguna explicación de por medio.

El buen Pat estaba inconsolable. Toda su vida había vivido en la miseria hasta que consiguió ese trabajo que aborrecía pero que le había permitido con muchos sacrificios, poder comprar una casita en los suburbios, hacerse de un coche, y poder mandar a su hijo mayor a la universidad estatal. Ahora, todo eso se le escapaba de las manos tan rápido como el agua...

Historias se escuchaban por allí y por allá sobre que no había suficiente para comer, para tener acceso médico y de carencias en la clase trabajadora. Son los inmigrantes, decían algunos. Pueden trabajar por la mitad de lo que cobramos nosotros y están quitándonos nuestros empleos.

Entonces se presentó a las elecciones un candidato diferente, hasta en su peinado y su forma de hablar. Era de Nueva York. Hijo de un millonario empresario y que había hecho buenos negocios también (aunque nunca de la altura del padre) y era del partido contrario al régimen actual con el que había perdido su trabajo. Casi con los ojos cerrados, votó por él. Se trataba de Franklin Delano Roosevelt, y corría el año de 1933.

Roosevelt se encontró con un país que estaba cada día más emproblemado económicamente y un mundo que cambiaría rápidamente en la segunda guerra mundial. Lo que hizo el famoso FDR, sorprendió a muchos pero fue la solución a todas sus dificultades: fortaleció la demanda agregada interna por medidas como grandes inversiones públicas en infraestructura, y desechó la teoría Monroe (América para los americanos) que era agresiva con todos los países del continente, y creó la política del Buen Vecino (que anunció a los pocos días de ser electo): una política internacional que permitiera llevar buenas relaciones con México y américa latina y que favoreciera el comercio entre dichas naciones.

Y es que el famoso FDR comprendió entonces, algo que muchos no logran vislumbrar hoy: el comercio entre las naciones como entre particulares, es benéfico para el consumidor final porque no arranca trabajos, sino permite conseguir mejores mercancías a precios más bajos. Y nada más beneficioso para un país que necesita salir de una recesión, que fortalecer la demanda agregada, exportar caro e importar barato productos para llevarle a la gente.

Más de ochenta años después, parece que caemos en una especie de trenza histórica y Trump, parece estar cometiendo algunos de los garrafales errores que cometió Hoover, el antecesor de Delano Roosevelt. Es importante mencionar que en ese entonces, México fue presidido por el general “huevos de oro” Lázaro Cárdenas, quien con una gran habilidad, comenzó a negociar y comerciar con los enemigos de los E.E.U.U.: Alemania y Japón, ganando con ello no sólo economía sino peso político en las decisiones del continente. Es cierto. A Cárdenas le podemos criticar muchas cosas, menos que supo comprender la importancia económica y geopolítica que tendría México en el mundo, al grado en que logró expropiar el petróleo con la anuencia del mismo FDR.

La pregunta obligada de nuestros tiempos es: ¿qué va a hacer nuestro actual gobierno? ¿Tendrá la habilidad de negociar y comerciar con otras naciones? ¿Ejercer un contrapeso? ¿O nuestro gobierno será tan tibio como lo fue con el gobierno de Hoover, el del reformador y antecesor de Cárdenas, el mafioso Abelardo L. Rodríguez?

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