2019, la irrupción de una pandemia

17 de Mayo de 2024

2019, la irrupción de una pandemia

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El 30 de diciembre de 2019 inició una guerra mundial. Esta vez no se trataba de detonaciones, bombas o tácticas militares: el enemigo era inexplorado e invisible, del que sólo se sabe con certeza que surgió ese día en Wuhan, China

Hace un año, el mundo daba la bienvenida a una nueva década sin imaginar que, un enemigo conocido, aunque casi olvidado, comenzaba a dar sus primeras señales dentro de la poblada ciudad de Wuhan, en China. Se trataba de brotes de una enfermedad misteriosa que encendieron las alertas, pero pocos advirtieron que estábamos frente a un virus con la capacidad de transfigurar a la humanidad como lo había hecho otro patógeno 100 años atrás.

El 30 de diciembre de 2019, el Comité de Salud Municipal de la ciudad de Wuhan dio clic a la computadora dentro de la base de datos mundial de alertas y emitió un “aviso urgente por tratamiento de neumonía de causa desconocida”.

El nuevo coronavirus irrumpió en las noticias internacionales los primeros días de enero. Una serie de reportes se dispararon desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) para alertar al mundo sobre este desconocido enemigo que, hasta ese momento, era considerado poco menos grave que la influenza u otros patógenos respiratorios.

Tailandia fue el primer país, fuera de China, en reportar casos de esta enfermedad, cinco en total. Al día siguiente Japón se sumó a la lista con una persona con resultados positivos. Para cuando Corea del Sur confirmó otros cinco pacientes en su territorio, el 19 de enero, el coronavirus ya era una amenaza regional, pero 24 horas después su alcance global quedaría demostrado con su arribo a Estados Unidos.

Cinco serían los primeros casos en reportarse dentro de la nación más poderosa del mundo y que, con el paso de los meses, se convertiría en la más afectada por el nuevo coronavirus. Estados Unidos, como el resto del mundo, no estaba preparado para enfrentar a un enemigo que hasta el momento sólo había cobrado las primeras cuatro vidas, de las más de un millón 800 mil, que sumaría al terminar este 2020.

El coronavirus entró a Europa pocos días después. Desde Francia inició una ruta que golpearía al viejo continente con una agresividad no esperada. Italia y España se convirtieron en el centro de la atención mientras escenas desgarradoras sobre personas muriendo sin atención y médicos suplicando por acatar las medidas sanitarias se propagaban por el mundo con la misma velocidad que lo hacía el enemigo.

Había iniciado una guerra mundial, distinta a las que conocíamos. Esta vez no había disparos, detonaciones de bombas o tácticas militares. Esta vez, el único ejército necesario era el personal de salud, y el enemigo, inexplorado e invisible.

Al inicio, las autoridades mexicanas repetían que no había que temer porque el país, a diferencia de otros, se encontraba preparado para la crisis. Incluso cuando las alertas se convirtieron en una declaratoria de pandemia, el optimismo de los encargados de la salud nacional permanecía intacto.

Desde la Secretaría de Salud federal aseguraban que el nuevo coronavirus había llegado tarde al país, y aunque sus propios registros los desmienten al situar el primer caso de Covid-19 en los primeros días de enero, las autoridades repetían que ese tiempo había sido útil para preparar la estrategia. Pero no fue así. Hoy México termina el año con más de 124 mil fallecimientos, y más de 30 millones de enfermos, de los cuales sólo se reconoce una pequeña parte.

La pandemia por Covid-19 todavía acompañará a la humanidad durante los primeros meses del año, hasta que la vacunación universal, que potencialmente puede funcionar exitosamente, comience a cambiar el balance de una guerra, de la que aún entonces no se podrá declarar la victoria.

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