2022: la cuesta arriba

18 de Abril de 2024

2022: la cuesta arriba

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El porvenir inmediato estará marcado por las consecuencias de dos años de pandemia, que ya empieza a ser “normalizado” por los gobiernos y sus estrategias de seguridad nacional

La predicción no goza de gran popularidad pero su práctica es forzosa en la esfera humana, el ejercicio profesional y la práctica de ocasión como la presente, con atención a los hechos observables. Igual que muchos profesionales, creemos que el futuro es incierto de por sí, pero da el caso que estamos inmersos en algo avasallador, cuyas consecuencias no alcanzamos a calcular, ya que que serán inmensas y duraderas. Dicho con toda reserva: “el futuro nos alcanzó” y, como siempre, no sabemos qué nos depara.

›El hecho básico es que desde hace dos años la humanidad sufre un azote que, mutación tras mutación, trae estragos, riesgos e incertidumbre a muchas actividades económicas y no económicas que se retroalimentan. Hay consenso de que tal estado de cosas continuará al menos un año, con saldos y consecuencias para todos. Cualquier predicción sobre un hecho tan abrumador sería redundante: lo estamos viendo y viviendo, desconcertados, doloridos, fastidiados, frívolos o activos en la vida diaria. Ocurre en las poblaciones y gobiernos de todo el mundo.

El porvenir inmediato, año 2022, estará marcado por las consecuencias de dos años de pandemia. Este hecho primario ya empieza a ser “normalizado” por gobiernos que creen poder hacerlo porque tienen los recursos y las debidas estrategias de seguridad nacional, como la Secretaría de Defensa y la Casa Blanca de Estados Unidos, que ya están en acción. (Se ruega no tomar este hecho con alarma). El hecho primario, decíamos, es la pandemia, que en sí misma infunde incertidumbre porque no sabemos cuándo terminará o se volverá otra cosa, una gripe severa, como dicen los que saben, incapacitante por una semana por lo menos, de modo que la palabra “normalización” suena a regulación de lo incierto, lo catastrófico y lo caótico.

De todos modos, las acciones de los poderes públicos en pos de esa normalización afectarán la realidad. Lo que resulte de esto será parte de 2022, igual que las tendencias naturales de sectores económicos, sociales y ciudadanos a la autoorganización y cooperación entre ellos por sobrevivencia o mejora.

Todo esto en condiciones de inflación, con tasas no sufridas desde hace más de 30 años en el mundo. La definición de la ola inflacionaria surgida este año, si es “transitoria” o “un poco más permanente” (de uno a dos años, por lo menos) ha ocupado el debate en Estados Unidos. Dejemos de lado la cuestión de si el Banco de la Reserva Federal (la Fed) fue excesivamente prudente al mantener la interpretación del abrupto brote inflacionario como “transitorio”.

El hecho es que ya dio señales de rectificación. Y su rectificación descansa en la interpretación del brote inflacionario como supply-chain mess o trastorno de las cadenas de suministro de bienes y servicios a causa de la pandemia en última instancia, de tal magnitud que pone a prueba la capacidad de los sistemas hiperconectados para garantizar la provisión de bienes y servicios básicos; no porque éstos escaseen, sino porque los sistemas de distribución están entrampados en “cuellos de botella”.

Quiero que los puertos funcionen y que los ferrocarriles, los centros ferroviarios y los camiones en el puerto estén listos para moverse a nuestros almacenes”.

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, a propósito del posible despliegue de la Guardia Nacional por la crisis de suministros.

El brote inflacionario vendría siendo ocasionado por la globalización misma, cuyos nodos, ensanchados por la pandemia, están colapsados o desorganizados por un aumento muy grande de la demanda de los bienes y servicios a domicilio.

La Fed enfrenta ahora el problema de que su instrumento para frenar la inflación, el aumento de la tasa de interés, podría ser contraproducente al aumentar la deuda del consumidor y precarizar más a los ya precarios. Este dilema tiene implicaciones de conflictos sociales. Los efectos serían mayores en México, que viene arrastrando los efectos de la pandemia y una política económica que ha creado más pobres. El curso de acción que se tome, contener la inflación o cualquier otro, tendrá efectos en 2022.

En el supply-chain mess hay también luchas internas y posiciones de fuerza entre distribuidores. Se impone la fuerza a costa del desplazamiento o la opresión económica de quienes están abajo en las cadenas. Hacen falta choferes para los vehículos. Joe Biden emitió una inaudita orden ejecutiva para contratar choferes donde se les encuentre. Dicho sea de paso, esto podría ser una buena oportunidad para choferes mexicanos en Estados Unidos, sobre todo ahora que hay escasez de ellos en México porque la ocupación se ha vuelto de alto riesgo y la explotación alcanza situaciones extremas. Esto podría explicar la ocurrencia de muchos accidentes carreteros y urbanos en el país.

Para la ocupación de la que hablamos —los choferes—, México deberá decidir si resuelve primero el problema no declarado aún de la falta y sobrexplotación de choferes de carga en el país. El problema se complica porque está vinculado con la inseguridad en carreteras y el crimen organizado. No será fácil para el gobierno mexicano encontrar acomodo con Estados Unidos en crisis tan graves.

La situación económica es, pues, anormal y novedosa en más de 30 años. Por su efecto en la vida en general, la inflación debe ser frenada, y las medidas que se tomen o se omitan en lo inmediato serán parte del panorama del siguiente año.

El Banco de México no tiene más alternativa que seguir a la Fed, de modo que las decisiones de esta última repercutirán de inmediato en México. Conviene ver estas decisiones más de cerca: el supply-chain mess es real, lo vemos en todas las plataformas: miles de contenedores apilados en los muelles, cargados y vacíos, sin descargar o sin orden de regreso, con las redes de distribución urbana también trastornadas. Esta falla de distribución es el evento que está elevando los precios a escala global, lo cual suscita la cuestión de si la globalización económica ha llegado demasiado lejos. Esto ya lo sabíamos por la reivindicación en curso de los estados nacionales; ahora es la punta de lanza de la globalización económica misma: las cadenas de suministro de bienes básicos, situación que Estados Unidos ha definido como asunto de seguridad nacional.

Encuentros bilaterales. Los presidentes de México, Estados Unidos se reunieron en Washington en el contexto de la IX Cumbre de Líderes de América del Norte. Foto: Cuartoscuro

El encuadre de México en esta estrategia podría ser un hilo de 2022. No es fácil tratarlo pero nos explica por qué el presidente López Obrador ofreció a Joe Biden una integración mayor, incluyendo a todo el continente americano, ante la intrusión de China. Esta postura parece respuesta a la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos, que antepone sus intereses de manera intrusa también.

La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos, adoptada en febrero de 2021, tiene una parte doméstica y una global. La parte doméstica es la alineación de todas las instituciones públicas y empresas con el gobierno federal, encabezado por una comisión del ejército y el más alto responsable económico del gobierno. Esta parte de la estrategia incluye a los gobiernos estatales, pero se refiere a ellos con reserva. Ordena adoptar la posición de que el “mess” (el desmadre, en términos militares) de las cadenas de suministro de bienes y servicios es el gran factor inflacionario y que el evento está afectando la distribución al consumidor.

Ahora bien, la mayor parte de los bienes y servicios escasos o caros por fallas de distribución llega a Estados Unidos del extranjero, principalmente de Asia, de modo que la estrategia de seguridad nacional redefinirá la relación de Estados Unidos con Asia, principalmente con China. Recordemos de nuevo el ofrecimiento de mayor integración americana de López Obrador a Biden.

La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos tiene también una parte externa que identifica los bienes que debe asegurar en cualquier país y autoriza al ejército a definir los que considere pertinentes. Menciona bienes de consumo básico, baterías para vehículos eléctricos, materias primas relacionadas y “elementos raros”.

La acción de los poderes públicos en pos de esa normalización afectarán la realidad. Lo que resulte de esto será parte de 2022, igual que las tendencias naturales de sectores económicos, sociales y ciudadanos a la autorganización y cooperación entre ellos por sobrevivencia o por mejora.

Esto podría no definirse en 2022, pero las medidas u omisiones de los gobiernos podrían empezar a influir ya. Si el gobierno de México intenta sacar provecho de la nueva situación estratégica de Estados Unidos, tendrá que cumplir muchos requisitos de seguridad y rendición de cuentas estrictos. La definición u omisión del gobierno de López Obrador podría llevar más de un año o lo que resta del sexenio, pero en 2022 podrían pasar cosas. La muchas veces espinosa relación de México con Estados Unidos entra en zona de turbulencia, con factores de alcance global, que ocuparán nuestra atención en 2022.

Es imposible saber lo que el gobierno mexicano vaya a hacer en esta situación, dada la forma de actuar del Presidente, por no hablar de la complicación de las precampañas para la elección de 2024 y los escándalos de corrupción del gobierno. En todo caso, la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos favorece la posición del ejército dentro del gobierno mexicano. Podemos esperar que la colonización militar de la vida civil seguirá en 2022, pero esto tiene límites en la capacidad misma del ejército, no vaya a fallar, como tantos otros actores de cadenas de distribución.

Los pronósticos económicos generalmente se basan en las cifras macroeconómicas, pero esta vez los guía la tasa de inflación, que desborda el análisis tradicional porque sus efectos son palpables en la vida de las personas y las empresas. De nuevo, no sabemos qué vaya a hacer el gobierno, pero lo que haga o deje de hacer repercutirá en la vida de todos.

Dejamos al último una tendencia que ya está hiperconectada: las redes de comunicación sociales de sectores en busca de sobrevivencia o mejora. Éstas sin duda seguirán creciendo pero padecerán más sistemas de control y, por lo que se ve, mayores tarifas.

›Nexos. La mayor parte de los bienes y servicios escasos o caros por fallas de distribución llega a Estados Unidos del extranjero, principalmente de Asia, de modo que la estrategia de seguridad nacional redefinirá esta relación.

La manera en que el supply-chain mess afecta a las cadenas de sectores sociales, es distinta que la afectación de las cadenas de bienes y servicios físicos. Aquí el asunto gira en torno a la introducción de la tecnología 5G, que somos incapaces de abordar pero que podemos ver como el mayor acontecimiento tecnológico en la era de la computación.

Pese al entusiasmo de los techies, la tecnología 5G podría terminar empeorando el supply-chain mess por el hecho de ser más grande y más conectada. Aquí regresamos al núcleo del evento que, se dice, está causando el brote inflacionario: los sistemas fallan porque desbordan la capacidad humana para controlarlos.

Gabriel Zaid planteó este problema en los ochenta, simultáneo con investigadores del Buró de Investigación Económica del Congreso de Estados Unidos: a mayor conexión de redes, mayores los riesgos de falla sistémica por falla de un solo componente, que ejerce un efecto dominó.

La estrategia de seguridad de Estados Unidos responde a la inflación de precios de bienes y servicios al consumidor, pero no menciona el efecto inflacionario y potencialmente catastrófico de los sistemas financieros.

Recordemos que la noción de “riesgo sistémico” fue introducida en la crisis del sistema financiero internacional de los años ochenta. El crecimiento de las actividades financieras interdependientes, como los “créditos sindicados”, salió de control y produjo una crisis financiera y económica general en los países endeudados.

›La actividad financiera es mucho más interdependiente ahora, ya sufrió la crisis de 2008, y empieza a hablarse del riesgo de una nueva. El nodo crítico es el de los intermediarios financieros que, en proporción y en promedio, tienen rendimientos cinco veces mayores que el ahorrador común. Esto erosiona el ahorro tanto como la inflación misma. Ya que este problema puede ser corregido con decisiones políticas, podría ser un curso de acción para disminuir la inflación, pero sus riesgos potenciales también son grandes.

Tampoco hemos hablado de la situación de la administración pública mexicana que, como se sabe, está o estaba organizada en sistemas y subsistemas. El presidente López Obrador le ha dado la espalda y humillado, llamándola “elefante reumático”, después de despedir o anular a los elementos más capaces. Es decir, el colapso de las redes administrativas del gobierno mexicano habría empezado a ocurrir antes que la crisis actual. No vemos cómo esto pueda ayudar a la reconstrucción del país. Este tema, como todos los aquí abordados y otros que no hemos mencionado, requieren tratamientos separados, manteniendo la perspectiva que hemos insinuado: que estamos en una situación nueva que empezó hace dos años y cuyas consecuencias se manifestarán con fuerza en 2022 y después. Será un año muy cuesta arriba.

*Escritor y analista político.