Casa Xochiquetzal, refugio para sexoservidoras jubiladas

18 de Junio de 2025

Casa Xochiquetzal, refugio para sexoservidoras jubiladas

En México se encuentra el único albergue de este tipo

sexo
casa3

Xochiquetzal es la diosa azteca de la belleza, del placer amoroso y la fertilidad. Asimismo, es el nombre de una peculiar casa en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Cerca del barrio de Tepito, en un antiguo edificio colonial, se encuentra el único albergue en el mundo para sexoservidoras que, al llegar a la vejez, vivían en la calle.

Con casi diez años de existencia, Casa Xochiquetzal es un espacio en el que actualmente viven 24 mujeres, de entre 56 y 83 años, que no solo han encontrado un hogar donde reciben comida y refugio, sino también una familia y un lugar en la sociedad.

En 2005, trabajadoras sexuales de la zona propusieron la creación de un lugar para sus colegas mayores que carecieran de redes familiares y sociales. Un año más tarde, con el apoyo de organizaciones feministas, organizaciones civiles e instituciones estatales, la casa hogar abrió sus puertas en el corazón de la capital mexicana. Desde entonces ha atentido a cerca de 400 sexoservidoras. [su_heading size="19" margin="10"]UNA NUEVA VIDA[/su_heading]

casa

El perfil de las mujeres que son admitidas como residentes en la casa hogar es específico: tienen que ser trabajadoras sexuales o haber ejercido este oficio, ser mayores de 55 años de edad y no contar con el apoyo de familiares o programas sociales.

En la casa hogar, las mujeres tienen actividades fijas para “dar estructura a sus vidas, porque están acostumbradas a estar en la calle, a no saber si van a comer, lograr tener algún cliente o pasar la noche seguras”, cuenta la directora. Las residentes tienen horarios para comer, limpiar sus cuartos, asistir a sus talleres, salir a pasear y hacer ejercicio al parque

Cada una de las 24 señoras que actualmente viven ahí, cuentan con un cuarto con cama. También reciben tres comidas al día. Muchas de ellas, vivían en situación de calle y han encontrado en el albergue su primer hogar en décadas.

casa4

Las mujeres de Casa Xochiquetzal asisten a la escuela para concluir sus estudios primarios y secundarios. Algunas incluso aprendieron a leer y escribir en el albergue. En enero de 2015, a sus 83 años, la residente de mayor edad se graduó de la primaria. Ahora está estudiando la secundaria.

Pueden salir del albergue para trabajar o visitar a sus amigas. A veces, invitan a sus colegas y excolegas a vivir ahí cuando las ven en un estado vulnerable. También se les ofrece asistencia médica, psicologica y asesoría jurídica gratuita a trabajadoras sexuales de la tercera edad que no residen allí.

[su_heading size="19" margin="10"]UN OASIS EN EL “BARRIO BRAVO” [/su_heading]

vargas_jess Jesica Vargas González

Jesica Vargas González, directora de Casa Xochiquetzal, describe a las residentes del albergue como mujeres “guerreras, luchadoras”, que le tienen “un cariño increíble a la vida”. Pese a las adversidades que se les han presentado, “siempre están enfrentando la vida, los problemas con buena cara”, añade.

“Cuando uno cruza la puerta de Casa Xochiquetzal es literalmente otro mundo, es un oasis”, añadió Vargas González, quien llegó a Casa Xochiquetzal, en 2008, con el propósito de hacer un voluntariado; cuatro años después asumió el cargo de directora.

Relata que las mujeres que habitan ese albergue “no son personas fáciles”, puesto que cuando laboraban como sexoservidoras se veían como competencia.

Uno de los grandes retos que enfrentan es conseguir los donativos para cubrir los gastos de la casa. “Estuvimos casi un año sin cobrar un peso, yo incluso me puse a vender postres, lo que fuera, para pagar mis pasajes y venir a la casa”, cuenta la directora.

Vargas González, critica a la sociedad mexicana de “machista” y de “doble moral”, puesto que, por un lado, los clientes contratan los servicios de las trabajadoras sexuales, pero, por el otro, no las apoyan.

La mayoría de las mujeres que están aquí son rechazadas por sus hijos. Ellas les dieron una formación, muchos son profesionistas, tienen buen estatus económico gracias a ellas, pero, una vez que se enteraron de que eran trabajadoras sexuales, las relegaron y se olvidaron de ellas.