Venezuela: golpe de realidad y tormenta
La decisión de Maduro de aferrarse al poder puso fin al sueño de millones de que por fin llegaría la alternancia y desató nuevas turbulencias dentro y fuera de ese país sudamericano

Los millones de personas que dentro y fuera de Venezuela tenían la expectativa de que por fin llegaría la alternancia se llevaron un golpe de realidad cuando, el domingo 28 de julio, el Consejo Nacional Electoral dio por ganador de las elecciones presidenciales de ese país a Nicolás Maduro, para un tercer mandato de seis años.
Ese anuncio interrumpió de tajo el sueño quienes llegaron a pensar que esta vez, ahora sí, el triunfo de la oposición sería reconocido y terminarían 25 años de chavismo para dar lugar a un nuevo gobierno, alejado del populismo y de las políticas estatistas y socializantes que han llevado a Venezuela al quebranto económico.
Más allá de que se transparente el cómputo de votos —algo poco probable por el control que tiene el gobierno sobre el órgano electoral— en Venezuela se llevó a cabo una elección de Estado, en donde las autoridades hicieron uso de todo el aparato de poder para perfilar la permanencia de Maduro en la Presidencia.
A lo largo del proceso electoral, el gobierno venezolano emprendió una persecución judicial en contra de sus críticos, al grado de que detuvo a 46 militantes de partidos de oposición e inhabilitó a siete políticos de relevancia para que no pudieran competir por cargos de elección popular.
De entre ellos destaca María Corina Machado, inhabilitada por 15 años en momentos en que se consolidaba como la líder más importante de la oposición y se preparaba para disputarle la Presidencia de la República a Nicolás Maduro.
Previamente había sido inhabilitado por la Contraloría General de Venezuela Henrique Capriles, con lo que las dos cartas más fuertes con las que contaba la oposición quedaron fuera de la jugada.
A pesar de la represión, la alianza Plataforma Unitaria logró perfilar a un candidato presidencial que en poco tiempo incrementó su nivel de intención de voto y que, de acuerdo con varias casas encuestadoras, llegó a superar hasta en 20 puntos a Maduro: Edmundo González.
La exitosa campaña de Edmundo, siempre acompañado de María Corina, con eventos multitudinarios incluso en el estado de Barinas, la cuna del chavismo, puso a soñar nuevamente a millones de venezolanos con que el cambio era posible.
El domingo 28 de julio, tras una jornada electoral sin incidentes mayores pero con constantes caídas del sistema, el árbitro electoral anunció el triunfo de Maduro y las Fuerzas Armadas se apresuraron a reconocerlo, mientras la oposición rechazó el resultado oficial.
El discurso entre festivo e incendiario de Nicolás Maduro una vez que se dio a conocer el resultado oficial y la postura de la oposición en el sentido de que Edmundo González ganó la contienda con el 70% de los votos, fueron los primeros barruntos de tormenta.
El hecho de que Maduro haya decidido aferrarse al poder mediante una elección que dentro y fuera de Venezuela se considera fraudulenta, fue el preludio de una nueva etapa de turbulencia política y social en el país y de roces diplomáticos con otras naciones y organismos internacionales.
Las primeras consecuencias se vieron desde el lunes posterior al día de los comicios, con múltiples protestas callejeras en 20 de los 23 estados que conforman el país, y en la capital, Caracas.
La respuesta violenta de las autoridades había dejado hasta el pasado fin de semana un saldo de al menos 13 personas muertas, decenas de heridos y cerca de dos mil detenidos.
Fuera de Venezuela, la tormenta alcanzó a la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo secretario general, Luis Almagro, pidió a Maduro que reconozca su derrota o convoque a nuevas elecciones.
“A lo largo de todo este proceso electoral se vio la aplicación por parte del régimen venezolano de su esquema represivo complementado por acciones tendientes a distorsionar completamente el resultado electoral, haciendo que quedara a disposición de la manipulación más aberrante”, acusó.
Ya para entonces, Maduro, presidente en funciones y presidente electo a la vez, había ordenado el retiro del personal diplomático de sus embajadas en Argentina, Chile, Costa Rica, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay, “en rechazo ante las injerencistas declaraciones” de sus gobiernos.
Con esta decisión, el heredero de la estructura de poder creada por Hugo Chávez confirmó que no teme a quedarse aislado, que es otra de las consecuencias que pueden generar los comicios nada transparentes de hace una semana.
El gobierno de Estados Unidos ha asumido una postura que en menos de una semana pasó de la cautela a la exigencia de que se mostraran las actas, hasta llegar al desconocimiento del supuesto triunfo de Nicolás Maduro.
El lunes por la mañana, el Departamento de Estado emitió un comunicado en el que señaló que “es de vital importancia” que cada voto se cuente “en forma justa y transparente”.
Ya para el jueves pasado, el vecino país del norte endureció su posición, con la declaración del secretario de Estado, Antony Blinken, en el sentido de que el gobierno de Estados Unidos reconoce como ganador al opositor Edmundo González Urrutia.
Es previsible que a medida que pasen los días, el gobierno de Estados Unidos asuma una postura más enérgica y reviva las sanciones económicas contra Venezuela que había suspendido debido al compromiso de Maduro de que impulsaría un proceso electoral transparente y respetaría los resultados.
Apenas el pasado 8 de julio, 20 días antes de los comicios, el gobierno de Joe Biden había concedido una extensión de la licencia por la que se autorizan algunas transacciones de exportación de gas licuado a Venezuela.
Ahora que Maduro no cumplió con su palabra, esta licencia podría quedar sin efecto y se podrían revivir una serie de penalizaciones que fueron impuestas durante la administración de Donald Trump.
Sin embargo, diversos analistas se muestran pesimistas respecto a que esto funcione, pues ha quedado comprobado que cuando se endurecen las sanciones quien más lo resiente es la población, con el incremento en el desabasto y encarecimiento de alimentos y productos básicos.
Por lo pronto, varias ciudades de Venezuela se encuentran convulsionadas por las protestas ciudadanas, y en cinco de ellas fueron derribadas estatuas de Hugo Chávez.
La belicosidad del gobierno de Maduro hacia los líderes políticos de la oposición, con amenazas de llevarlos a todos a la cárcel, incluido el candidato Edmundo González Urrutia, equivalió a echarle más leña al fuego.
Sería muy aventurado suponer que por la intensidad de las protestas el régimen chavista de Venezuela está cerca de caer, pues en el 2017, el gobierno de Maduro sobrevivió a una andanada de manifestaciones callejeras multitudinarias a raíz de la creación de una Asamblea Constituyente que implicó la desaparición del Congreso.
Pero todo puede suceder. El resultado oficial de las elecciones le permiten a Maduro permanecer al frente del gobierno hasta el 2030, algo que podrá lograr sólo si es capaz de soportar la fuerte presión interna y externa, una vez más.
el dato. Hugo Chávez llegó a la Presidencia de Venezuela en 1999 por la vía electoral, y permaneció en el cargo hasta que murió, en 2013.