Escribo desde un sentimiento de alegría y optimismo, no sólo por la llegada de la primera mujer a la Presidencia de la República, sino también por todas las mujeres que llegamos con ella, al asumir este cargo. Como bien expresó María del Consuelo Valle Espinoza, exactivista del movimiento de 1968, “No solamente llegó Claudia, llegó la lucha de la mujer en Claudia”. Esta frase tan poderosa y significativa nos invita a reflexionar sobre el cambio monumental que está teniendo lugar en México, en un esperado e inédito tiempo de mujeres.
Las palabras de María Consuelo encierran una gran verdad: Claudia es mujer y su lucha es con M de mujer, lo cual representa un desafío significativo en un país considerado uno de los más machistas según la OCDE. En este contexto, la violencia es una realidad cotidiana, y nos vemos obligadas a esforzarnos el doble para superar los estereotipos y roles de género arraigados en nuestra sociedad. La llegada de Claudia como presidenta simboliza que las mujeres, desde diversas realidades, que han luchado y seguimos luchando hoy estamos representadas.
Las mujeres logramos romper el techo de cristal impuesto por una estructura social desigualdad e injusta. Después de 200 años de la gobernanza de alrededor de 60 hombres en la Presidencia, hoy se presenta la oportunidad de dar un giro de 180 grados a la forma de gobernar en México. Aunque suene idílico, como un sueño imposible en un tiempo de mujeres en un país paradójicamente cruel con nosotras, marcado por acoso, violencia física y emocional, violaciones, y un alarmante promedio de 11 feminicidios diarios, el respaldo del mandato popular histórico, con más de 35 millones de votos a favor de una mujer, es una señal muy alentadora. Y lo que es aún más alentador, es que una de sus principales directrices de su discurso ha sido para con las mujeres y sobre todo el compromiso de una amplia agenda de igualdad.
“Las niñas, las jóvenes, tienen el poder de alcanzar sus sueños”, proclamó la Dra. Claudia Sheinbaum. Parece que nos encontramos en el inicio de una nueva era para todas las mujeres en México, donde la elección de la primera presidenta será un símbolo poderoso y esperanzador de cambio para las futuras generaciones, donde podrán vivir en un país libre de estereotipos y ser lo que deseen. Con un ejemplo inspirador desde el umbral más alto del poder, ha llegado una mujer con una destacada trayectoria académica y política, y una luchadora social por la educación pública. Se establece así también un precedente sobre la importancia de las causas sociales en las mujeres y cómo reflejan gran parte de lo que somos.
Su agenda titulada “República de y para las Mujeres”, es prometedora y representa un compromiso significativo para la igualdad. Implementar el Sistema Nacional de Cuidados, una política que lamentablemente no logró implementarse en el pasado sexenio, contribuirá a que muchas mujeres puedan ingresar y mantenerse en el mercado laboral, en un entorno de mayor igualdad de condiciones.
Otra política que, a diferencia de su predecesor, no se puso sobre la mesa es la investigación de las muertes de mujeres como feminicidios y la obligatoriedad de contar con abogadas en los ministerios públicos en un país feminicida marcado por la violencia de género.
Además de los compromisos de establecer un programa de apoyo a mujeres de 60 a 64 años, la eliminación de la brecha salarial, prioridad para mujeres agrarias e hijos de jornaleras, entre otras propuestas igualmente relevantes.
Un hecho reciente que no puedo pasar por alto es la declaración de Claudia al afirmar que “se le llenaron de lágrimas los ojos de emoción por el mensaje de felicitación del presidente Andrés Manuel”. Este episodio me trajo a la memoria a Tatiana Clouthier, quien mostró sus emociones a flor de piel al leer su renuncia como secretaria de Economía. En un entorno donde la vieja política ha reprimido la expresión de sentimientos, es crucial que las emociones sean parte integral del discurso público, ya que son indicadores de fortaleza, transparencia y sinceridad. ¿Qué mejor manera de comenzar un nuevo sexenio que con esta apertura emocional y autenticidad?
Con Claudia, llegamos todas. Reconozcamos que ella no podrá lograrlo sola; se requiere la unión de todas para alcanzar lo que los hombres no pudieron o no quisieron. Es momento de hacer un llamado para forjar un pacto entre nosotras, donde seamos agentes de cambio y no simples espectadoras en un tiempo de mujeres que demanda nuestra unidad. Por nuestras ancestras, abuelas, madres y por todas las mujeres que luchamos a diario en México.