“El insulto es el último recurso de aquel que se ha quedado sin argumentos, pues se siente derrotado” Benito Juárez.
Una vez más, la candidata de la coalición PRI-PAN-PRD, Xóchitl Gálvez, ha recurrido a artimañas cuestionables en los debates presidenciales. No contenta con transgredir reiteradamente las reglas acordadas para el debate, ni con los insultos y apodos dirigidos a Claudia, ha decidido dar un paso más allá al utilizar la religión como herramienta para desacreditar a la candidata líder en las encuestas, Claudia Sheinbaum, y así obtener voluntades políticas de manera poco ética y manipuladora.
Me parece que Xóchitl Gálvez no supo aprovechar la oportunidad. Desperdició la posibilidad de concluir los tres debates de manera diferente, sin recurrir a calumnias u ofensas, y en cambio, mostrarse propositiva como lo hizo Claudia una vez más. Es sabido que las propuestas son el eje central de los debates y lo que más interesa al electorado. Quien logre llevarlas a buen término será quien salga victoriosa. La ciudadanía busca a alguien capaz de resolver sus problemas en una sociedad más inclinada a recibir que a dar, aunque ese es un tema aparte. En la actualidad, el escenario se presenta de la siguiente manera: la gente desea soluciones a sus dificultades, no insultos ni difamaciones. Xóchitl ha perdido su última oportunidad.
Y así lo demostró Claudia en este tercer debate al no sucumbir ante las provocaciones de su contrincante, especialmente cuando la candidata del PRIAN, tras infringir las reglas en el segundo debate y ser reprendida en tres ocasiones por los moderadores, siguió insultando a Claudia llamándola candidata de las mentiras. Sin embargo, resultó vergonzoso que difamara a la candidata de Morena, acusándola falsamente de haber ordenado la destrucción de una iglesia en Tlalpan, desmentida por el equipo de trabajo de Claudia Sheinbaum.
No obstante, lo que más me llamó la atención, fue utilizar la religión para asestar un golpe bajo al preguntarle a Claudia por qué llevaba una imagen de la Virgen de Guadalupe en su falda, acusándola de oportunismo político cuando más bien, en realidad, Xóchitl actuó con demagogia política en un debate político-electoral y en un Estado Laico que tanta sangre le ha costado a nuestro país consolidar.
En mi opinión, Claudia actuó de manera acertada al no sucumbir a provocaciones tan viles. Independientemente de la creencia religiosa que profese, todos tenemos el derecho a expresarnos y a utilizar símbolos que consideremos importantes, como la imagen de la Virgen de Guadalupe en la vestimenta que más bien es un símbolo nacional de identidad y espiritualidad mexicana que trasciende todas las religiones. Considero que el fanatismo religioso ha tenido un impacto negativo en nuestra sociedad. Xóchitl personifica este extremismo al cuestionar a Claudia de hacer uso de la figura de la Virgen de Guadalupe, cuando en realidad todas y todos, sin distinción, tenemos la libertad de hacerlo si así lo deseamos. Sin embargo, esta problemática se agrava al introducirse en un debate cuyo propósito es el intercambio de ideas, la presentación de propuestas y la evaluación de los candidatos en función de un proyecto de nación que refleje la visión colectiva que aspiramos. En este contexto, la religión no debería ocupar un papel relevante en la discusión de ideas.
En conclusión, el tercer debate sirvió como el epílogo ideal para contrastar y definir los dos proyectos divergentes representados por las candidatas, principalmente a través de sus propuestas. El odio, la difamación y el uso faccioso de la religión para lanzar ataques bajos nunca aporta positivamente a un debate. En esta ocasión, la ciudadanía tuvo la oportunidad de acercarse aún más a la verdad, identificando a aquella candidata que realmente presenta propuestas sólidas, ideas claras y se desenvuelve con respeto, abordando las necesidades de la ciudadanía con un enfoque constructivo hacia un proyecto de Nación.