Si bien la nueva presidente de México, Claudia Sheinbaum, se ha pronunciado en diversas ocasiones por la continuidad de la política gubernamental de la 4T y la construcción de su segundo piso, surge la cuestión si esa dinámica también se aplicará a la política exterior, esa de la “mejor política exterior es la interior”, que siempre constituyó y terminó en un simple refrán populista y sin contenido, inoperante e ignorado en el contexto internacional.
Es necesario dar un vuelco a la irresponsable política exterior aplicada en el sexenio que se agota, a efecto de recuperar la presencia y la incidencia que nuestro país debe tener en las relaciones internacionales, en función de los intereses nacionales, y no del obsesivo carácter ideológico personal que el mandatario mexicano consignó a los asuntos internacionales, como eje central de su accionar.
El desinterés y desconocimiento del Presidente de los asuntos internacionales, conllevó a un escenario de aislamiento, escenario donde México perdió capacidad de negociación, prestigio y liderazgo, en torno también a una cancillería acotada por la presidencia y desprofesionalizada por el desinterés de sus propios titulares, una en función de una obstinada candidatura presidencial, sin interés por la política exterior, y otra particularmente obcecada por los avatares presidenciales y sin proyectos propios.
Se perciben tres probables horizontes en la política exterior: que la nueva presidente continúe por la misma línea, como se dice coloquialmente, de “medias tintas”, lo que sería desastroso; que sea más radical, lo que sería doblemente desastroso y poco probable; o que tienda a reconstruir la política exterior, lo que sería idóneo, sin “medias tintas”, clara y directa. La moneda está echada al aire.
En este entorno, es imprescindible planificar y contar con una política exterior de Estado, en función del interés nacional, permanente y de largo plazo, y no de una “política de gobierno”, como una acción de coyuntura y transitoria; o peor aún, del ideario de un presidente y sus intereses políticos y personales, improvisada, como hoy ocurre.
Es necesario romper la barrera ideológica como directriz de los asuntos exteriores, como hemos visto, y establecer claramente los intereses nacionales, tomando en cuenta las aspiraciones sociales en su conjunto y el bien supremo del Estado, con el fin de alcanzar la seguridad, el desarrollo y el bienestar del país.
Los intereses nacionales pueden coincidir con los principios de política exterior del Artículo 89 constitucional, pero son diferentes. En este sentido, una diplomacia especializada debe tener como objetivo conciliar los principios y los intereses nacionales.
Los principios de política exterior no pueden constituir por sí solos una política exterior, como se ha pretendido en el sexenio actual (aunque demagógicamente), ya que el interés nacional y su pragmatismo también determina las acciones a seguir para la defensa y consecución de los objetivos nacionales. Durante la presente administración gubernamental, los principios de política exterior han sido aplicados selectivamente a conveniencia ideológica.
Si en verdad se quiere retomar la presencia y liderazgo de México en el concierto internacional, será necesario avanzar en la reconstrucción de la política exterior y en la capacidad institucional, incluidos recursos humanos y financieros. Es fundamental contar con una Cancillería de alto nivel, así como dar alta prioridad al Servicio Exterior Mexicano de carrera, que ha sufrido cierta marginación y desprecio, tanto en el exterior como en las oficinas centrales, institución que cuenta con cuadros permanentes y ampliamente capacitados en los temas internacionales.