El Presidente ante las marchas

1 de Agosto de 2025

Jorge Muñoz
Jorge Muñoz

El Presidente ante las marchas

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Un líder social como Andrés Manuel López Obrador conoce bien el poder de la convocatoria pública y el impacto que ésta puede tener ante un gobierno que pretende consolidar un proyecto de nación, lo vimos ejercer ese poder en 2006 y luego en diversos momentos durante el sexenio pasado.

Es sin duda, el actor político de nuestros tiempos que más hábilmente ha manifestado su dominio sobre las masas en función de una causa política que pretendía traer una transformación.

Sin embargo, al llegar a la Presidencia, aquel que aprovechaba las marchas multitudinarias para ejercer la libertad de expresión junto con las y los ciudadanos que lo tomaba como un referente ante gobiernos que se percibían como alejados de la gente, dejó de considerarlas un medio legítimo para hacerse escuchar por las autoridades.

Decía Henry David Thoreau que «Cuando andamos sin prisa y con sensatez, percibimos que sólo las cosas grandes y dignas tienen una existencia permanente y absoluta»; de ser así, quien escribe estas líneas, tras varios años de ser consciente de la vida política y su efervecencia en el centro del país, podría considerar que los temas que recurrentemente tienen la fuerza para convocar a las y los mexicanos en la calle, independientemente de banderas políticas, son “cosas grandes y dignas”, en ese orden de ideas, tanto la forma como el fondo podrían considerarse tales, por un lado el derecho a la libertad de expresión que permite estas explosiones de empoderamiento ciudadano, es y debe ser permanente, mientras que, por el otro, las causas que le dan ese cariz son en sí mismas igual de elevadas y considerables.

A pesar ello, hoy las autoridades parecen condenar veladamente a quienes molestan al poder con manifestar sus causas, que además, en la mayoría de los casos, no sólo son perfectamente exigibles a los gobiernos de la República o las entidades federativas, sino que se corresponden con las que en su momento abanderaron quienes hoy están en el poder: la lucha contra el intervencionismo del Ejecutivo en la vida democrática de México en 2006 tiene su reflejo en las manifestaciones y concentraciones masivas en diversas plazas del país para defender al INE, lo mismo ocurre con los reproches y las recomendaciones que emite el Presidente para quienes se manifiestan por la erradicación de la violencia contra la mujer, que antaño era una causa que defendía el autodenominado presidente más feminista de la historia, y de igual manera podemos analizar el caso Ayotzinapa que antes era un movimiento formado por personas valientes que denunciaban que había sido el Estado quien les había arrebatado a sus seres queridos y que hoy son considerados un grupo de alborotadores que son manipulados.

En otras palabras, quien otrora fuera el más ferviente demócrata y adalid de las causas sociales, hoy se ha convertido, según unos, en “el presidente más atacado desde Francisco I. Madero”, y según otros, en un mandatario insensible que se preocupa más por su legado ante la historia que por ateneder las exigencias de quienes lo eligieron para que las resolviera. Hoy, la ciudadanía sigue ejerciendo sus derechos de manifestarse y expresarse, pero sólo el tiempo nos dirá cuál será el balance del actuar del Presidente ante las marchas.