El presidente Andrés Manuel López Obrador presenta un paquete de iniciativas al término de su sexenio, las cuales tienen como objetivo el reducir a los integrantes de las dos cámaras del Poder Legislativo con la eliminación de la representación proporcional, revertir las últimas reformas pensionales y decidir la elección de jueces y ministros por voto popular.
Esto nos permite analizar un momento crucial en la historia de México que moldeó el curso de la gobernabilidad y la democracia; la adopción de la Constitución de 1917, más que un simple documento legal, representa un rayo de esperanza, un testimonio de la resiliencia de una nación que lucha por la justicia, la igualdad y la democracia.
Después de la Revolución Mexicana, que se extendió entre 1910 y 1920, México se encontró en una encrucijada crítica. El antiguo orden se había desmoronado y el pueblo anhelaba un nuevo contrato social que salvaguardara sus derechos y libertades. Fue en este contexto que los redactores de la Constitución de 1917 se embarcaron en su propio viaje revolucionario, uno que sentaría las bases del México moderno.
En esencia, la Constitución de 1917 fue un manifiesto de las aspiraciones del pueblo, una declaración audaz de su voluntad colectiva. Consagraba principios fundamentales como la reforma agraria, los derechos laborales y la educación, que buscaban elevar a los marginados y empoderar a los privados de sus derechos. Además, introdujo un sistema de controles y equilibrios, garantizando que ninguna rama del gobierno pudiera usurpar el poder y socavar el Estado de derecho.
Pero quizás lo más importante es que la Constitución de 1917 presagiaba el amanecer de la democracia mexicana. Al establecer elecciones libres y justas, dio voz a quienes no la tenían y proporcionó un mecanismo para una transición política pacífica. México ya no estaría sujeto a los caprichos de los autócratas; en cambio, el poder estaría en manos del pueblo, quien ejercería su derecho soberano a elegir a sus líderes y moldear el destino de su nación.
Hoy, al reflexionar sobre la importancia de la Constitución de 1917, se nos recuerda que la democracia no es simplemente una forma de gobierno, es una forma de vida. Es la encarnación de nuestros valores y aspiraciones colectivas, la piedra angular de una sociedad justa e inclusiva. Y si bien el camino hacia la democracia puede estar plagado de desafíos, debemos permanecer firmes en nuestro compromiso de defender sus principios, ya que son la base de la fortaleza y la resiliencia de nuestra nación.
Reconocer la importancia de las reformas constitucionales nos permite como mexicanos analizar las reformas que ha propuesto el Ejecutivo federal. ¿Qué tanto conviene que el Congreso apruebe estas reformas?
Porque hoy, el pueblo mexicano es quien debe decidir si estas reformas deberían de ejecutarse. El Congreso deberá llamar al pueblo de México para analizar y discutir cada reforma que se pretende aprobar en este último periodo de sesiones.