“Celebrarán" 8 mil madres su día en prisión

17 de Mayo de 2024

“Celebrarán” 8 mil madres su día en prisión

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El 83% de las mujeres privadas de su libertad tienen hijos; ninguna cárcel en el país les garantiza que puedan convivir con ellos este 10 de mayo

En medio de la etapa más crítica de la pandemia por Covid-19 en el país, alrededor de 8 mil madres que están privadas de su libertad en alguna de las prisiones del país tendrá que, en el mejor de los casos, “celebrar” tras las rejas el próximo 10 de mayo. Sin embargo, no todas podrán recibir la visita de sus hijos y familiares debido a que en el sistema penitenciario mexicano no hay alguna cárcel, que ofrezca programas y condiciones dignas para que las niñas y niños visiten a sus madres y padres en prisión.

El Diagnóstico de maternidad y paternidad en prisión elaborado por la organización Reinserta señala que de las 10 mil 114 mujeres que están en prisión, el 83% son madres, quienes se tienen que enfrentar a una serie de dificultades que les impiden ejercer su rol de maternidad.

Entre estas condiciones se encuentra que el 52% de las mujeres recluidas asegura que en el centro donde se encuentran no se les proporciona métodos anticonceptivos; cinco de cada 10 mujeres no tiene acceso a atención ginecológica; en el mismo parámetro manifiestan sentirse inseguras al interior del centro. Mientras que en el 90% de los casos el centro no les proporciona los productos para cubrir las necesidades básicas de las y los niños al interior.

En el marco de este 10 de mayo ‘Día de las Madres’, que tendrá que sobrellevarse desde el confinamiento que imponen las medidas preventivas para evitar contagios del nuevo coronavirus en la actual fase 3, Reinserta A.C., presenta la historia real de Carolina, una mujer de 30 años quien pasó de ser una madre en libertad, a perder un hijo y ser una madre privada de su libertad, formando parte de este porcentaje de mujeres en prisión que son madres, en prisión, y en medio de esta pandemia.

Una historia que se repite…

Carolina nunca pensó que terminaría convirtiéndose en policía. Cuando era niña, la mayoría de las veces daba primeros auxilios a sus dos únicas muñecas y, en los recreos, le gustaba imaginar que un día sería la mejor maestra de México. Pero a veces los sueños de la infancia se van fundiendo entre diferentes circunstancias.

Cuando comenzaron las largas jornadas de trabajo como mujer policía y madre, le daban muchos problemas; los dolores de cabeza eran recurrentes y qué decir de los músculos de las piernas. “Al final, una se acostumbra”, pensaba todos los días antes de dormir. Sin embargo, hay algo a lo nadie puede acostumbrarse.

Una noche que parecía ser como cualquier otra, sin contratiempos en el trabajo, Carolina llegó a su casa para enterarse que tenía que alcanzar a su esposo en el hospital. Su hijo se había caído de la hamaca: ¿Necesitaría puntadas, quizá?, ¿Qué habrá estado haciendo su esposo para no cuidar a su hijo? Se preguntó la joven de piel morena. Llegando al hospital Carolina se enteró de que su hijo estaba muerto. No hay tiempo de explicaciones, no hay tiempo de asimilación. Enseguida fue llevada a identificar el cuerpo, pero las fotos no coincidían con su hijo. ¿Sería el estado de shock? No, estaba segura. El niño de aquellas fotografías definitivamente no había estado en su vientre. Horas más tarde fue detenida.

Explicaciones vagas le dan a entender, que sus propios padres y los de su esposo los acusaron de asesinar a su propio hijo. Transcurrieron días, semanas y meses, la nebulosa mente de Carolina a veces hacía imposible seguir el transcurso del tiempo. De repente se vio así misma con una condena de 12 años, mientras a su esposo le dieron 30. Carolina, madre y policía se encontró de frente con una sentencia que la implicaba en un hecho que ocurrió cuando ella no estaba presente.

“Usted es la madre, es su hijo, y su responsabilidad es hacerse cargo de él” fue la sentencia. Ni doctora, ni maestra y ahora ni siquiera policía, Carolina, recién cumplidos los 30 años, sólo soñaba con salir de prisión, pero pronto se encontraría con otra sorpresa. A los pocos meses de estar en prisión Carolina dio a luz a Samuel. Ni siquiera sabía que estaba embarazada al momento de ingresar al Centro Penitenciario. En su celda había otras cinco mujeres por lo que la convivencia era difícil. Carolina pidió su traslado a otro dormitorio. La vida en prisión es impredecible. Pronto las sonrisas fueron escaseando.

El niño de dos años y 10 meses que siempre había tenido buen temperamento, de repente se encontraba irritable y con miedo. ¿Qué le pasaba a Samuel? Al ser revisado por un especialista, se encontraron síntomas de una posible agresión sexual. Convivir con otros niños es casi imposible, pues se encuentra en una zona aislada.

Cuando Carolina está ocupada, él está acompañado de otras personas en el centro. Aún se le puede ver completamente solo en la zona para hombres. Carolina pasó de ser una madre en libertad, a perder un hijo y ser una madre privada de la libertad.

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