En la primera mitad de 2023, la economía mundial ha mostrado una resiliencia que no estaba prevista por los mercados, que terminaron 2022 con el sabor de que el año que iniciaba arrancaría con una recesión.
Estos temores se atenuaron luego de que Europa evitó una crisis energética, gracias al buen racionamiento del consumo de la energía y a las suaves temperaturas invernales, China abandonó repentinamente su política de “covid cero”, y de la resiliencia de la economía de Estados Unidos, particularmente la del empleo y la del gasto de los consumidores.
Aunque lo anterior propició un impulso inicial, los dos primeros factores han decepcionado a los que esperaban un efecto de alcance prolongado. Las economías que integran la eurozona han presentado un comportamiento heterogéneo. Por un lado, la reducción de la inflación, la solidez del mercado laboral y la recuperación de los servicios asociados al turismo y recreación han impulsado la recuperación de España, Portugal, Italia y Francia; pero, por otro lado, la caída del sector industrial ha empujado a Alemania y otras economías a una recesión. En el balance, la Eurozona también se encuentra en una recesión técnica con caídas del PIB del 0.1 % reportadas en el cuarto trimestre de 2022 y el primer trimestre de 2023.
Por su parte, si bien China se benefició de la reapertura de su actividad económica tras el abandono total de las restricciones sanitarias por la pandemia, el efecto ha perdido tracción. El gasto en servicios se ha acelerado, pero con un dinamismo cada vez más tibio, al tiempo que el crecimiento de las ventas minoristas se está desvaneciendo. Adicionalmente, las tensiones en el sector inmobiliario continúan aumentando.
Como resultado, el PIB del país asiático creció 0.8 % t/t en el 2T-23, superando las previsiones del mercado (+0.5 %), pero desacelerándose bruscamente desde la expansión de 2.2 % del primer tercio del año. Si bien marcó la cuarta expansión consecutiva, el resultado reiteró que la recuperación está perdiendo impulso, en medio de la persistente contracción inmobiliaria, las perspectivas de desinflación, el desempleo en máximos para los adultos jóvenes (21.3 %) y el deterioro de las exportaciones.
En su comparación anual, el PIB chino creció 6.3 % en el segundo trimestre, por encima del 4.5 % del anterior, pero decepcionó la estimación del mercado del 7.3 %. Las últimas cifras se vieron distorsionadas por una base de comparación baja tras los cierres estrictos por el Covid-19.
Con ello, durante el primer semestre, la economía creció 5.5 %. El gobierno chino fijó un objetivo de crecimiento del 5.0 % para este año, después de que la economía se expandió 3.0 % en 2022 y no alcanzara el objetivo del 5.5 %.
Finalmente, en lo que respecta a la economía de Estados Unidos, las condiciones se mantienen estables en el balance. El mercado laboral sigue estando relativamente ajustado, mientras que la inflación y sus expectativas están bajando, a pesar de que la subyacente muestra signos de mayor persistencia de la deseada. Ello ha incrementado la esperanza de que la economía presente un aterrizaje suave, donde ésta se enfríe lo suficiente como para reducir la inflación a un ritmo sostenible del 2 % sin conducir a una recesión.
Para el caso de México, según las proyecciones del Indicador Oportuno de la Actividad Económica publicado por INEGI, la economía habría crecido 3.5 % a/a en el primer semestre del 2023, esto siempre y cuando no se hagan revisiones a la serie histórica. Dado que la mediana de analistas estima un crecimiento de 2.4 % para todo 2023, según la encuesta de Citibanamex publicada el 20 de julio, y de concretarse las proyecciones, la economía podría deteriorarse hacia la segunda mitad del año.