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Trastocó el poder y rompió con el control que grupos de interés ejercían sobre los medios de comunicación. Ahora, cuando está a punto de jubilarse, deberá enfrentar un nuevo reto: repensar el modelo económico ante las nuevas formas de consumo de la información
A mediados de 2014, las donaciones que financiaron la campaña del entonces aspirante republicano al Senado por Texas, Ted Cruz, fueron puestas bajo la lupa por la revelación de tres viajes en aviones privados que fueron pagados por particulares. Uno de esos vuelos lo llevó a México. En documentos que Cruz envió al Comité de Ética del Senado, ya como legislador, para transparentar esos movimientos, mostró que un año antes, entre el 15 y el 18 de febrero, había viajado desde Austin, Texas, a Ixtapa Zihuatanejo, Guerrero, en un avión propiedad de uno de sus amigos.
El dueño de ese avión pagó entonces nueve mil dólares para compartir un fin de semana con quien entonces era el máximo representante del ala conservadora republicana en Washington y que, como precandidato presidencial, sería un ferviente defensor de la construcción de un muro con México. “Si soy electo presidente, triplicaré la Patrulla Fronteriza. Construiremos un muro que funcione. Aseguraremos la frontera”, sostuvo el republicano en un debate organizado por CNN el 15 de diciembre de 2015, frente a su competidor, Marco Rubio, el senador por Florida.
El amigo de Cruz que lo trajo a México en ese febrero de 2014 era Alejandro Junco de la Vega González, “un magnate de los medios mexicanos”, como lo definió, el 24 de junio, en su edición electrónica, el periódico The Hill, especializado en el devenir político de Washington.
Los lazos que unen al presidente y director de Grupo Reforma con Estados Unidos no son casuales. La ciudad santuario de Austin, desde donde voló el senador Cruz, uno de los muy pocos bastiones demócratas en Texas, fue refugio de Junco de la Vega cuando tuvo que autoexiliarse de Monterrey junto con su familia en 2008, empujado por las amenazas que el periodismo incómodo de sus reporteros despertó en miembros del crimen organizado.
Junco de la Vega González fue el heredero de la bandera familiar que apostó al periodismo independiente, primero con El Sol en 1922, y luego con El Norte, lanzado a las calles de Monterrey en 1938, el cual recibió de manos de su abuelo Rodolfo Junco de la Vega Voigt, y profesionalizó repitiendo la fórmula el 20 de noviembre de 1993, pero ahora en la Ciudad de México con la edición del diario Reforma.
Se convirtió en el impulsor de un cambio en la forma en que los periodistas se relacionaban con sus fuentes. A través de talleres de “adoctrinamiento” introdujo a sus empleados al modelo del periodismo texano que lo formó y que implementó en sus impresos, en los que sus reporteros debían asumirse como “soldados de la libertad”. Pero llevó esto al extremo, pues sus reporteros debían vestir de manera impecable no importando las circunstancias, pagar todas las comidas a las que se asistiera con una fuente, incluso en lugares lujosos, y no aceptar siquiera un vaso con agua, para evitar que se abriera una puerta a la corrupción.
El propietario de Grupo Reforma es un personaje peculiar, con claroscuros. Desconfiado y en ocasiones difícil de trato con una incomodidad marcada por la vida social que salga de su entorno. Ha sido un empresario audaz con grandes iniciativas, como la plataforma Infosel, un servicio de información que creó en una pequeña oficina ubicada el sur de la Ciudad de México, antes de que Reforma existiera. Su creación fue pagada años después en alrededor de 800 millones de pesos por Terra.
Este semanario solicitó una entrevista con el empresario regiomontano, sin que hasta el cierre de esta edición tuviera alguna respuesta.
A lo largo de la última década, Junco de la Vega ha ido transfiriendo el mando del grupo a su hijo, Alejandro Junco, quien actualmente ocupa la dirección de internet, en lo que se percibe como un tardado relevo generacional que está por concluir, con lo que internamente se ha anunciado como su inminente jubilación. Su retiro no llegará en el mejor momento. Su grupo no es ajeno a la crisis económica que desde finales de la década pasada estrangula a la prensa en el mundo con la pérdida creciente de publicidad.
Junco de la Vega es el heredero de la bandera familiar que apostó al periodismo independiente.
La crisis ha sido particularmente aguda para Grupo Reforma que permanece estoico en un modelo de negocio inalterable: un portal web al que sólo se accede mediante el pago de una suscripción, que lo dejó fuera del mercado de la información en línea. A esto se suman las reglas publicitarias a las que el Departamento Comercial obliga a los anunciantes a ajustarse en tiempos y costos.
La ruptura
Fue Alejandro Junco de la Vega el líder de un proyecto periodístico con raíces profundamente entrelazadas a la sociedad conservadora regiomontana. Y el responsable de haber trastocado el poder, partiendo de un rompimiento en el control que, desde los grupos políticos y el gobierno, se ejercía sobre los medios de comunicación y, principalmente, sobre la información y la publicidad.
El impacto de la información que sus reporteros investigaban ha sido fulminante. Muestra de esto fueron los reportajes que Ramón Alberto Garza, reportero de El Norte (que después fuera director general de Reforma, Palabra y Mural) publicó en la década de 1980 con los que desnudó la crisis que, como cáncer, carcomía las entrañas de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterey.
Y algo similar ocurrió con el reportaje de cuatro mil 800 metros cuadrados que fueron ocupados por 19 mil 200 panistas afines a Manuel J. Clouthier, quien protestó en la Explanada de los Héroes, de la Macroplaza, el sábado 28 de mayo de 1988. La cifra fue motivo de encono con el panismo regiomontano, que había informado la asistencia de por lo menos 100 mil personas al mitin de Clouthier. La cifra que El Norte publicó, y que desinflaba la convocatoria del líder panista, fue reforzada con la publicación de dos fotografías con las que comparó la superficie que ocuparon los seguidores del Maquío, con la que cubrieron, el 9 de julio de 1985, los partidarios de Fernando Canales Clariond, en una protesta por los resultados en la elección a gobernador en Nuevo León.
Apostó por la información y Monterrey fue el primer epicentro del impacto de sus publicaciones. Los gastos de los gobiernos priistas han sido parte de su política editorial. Así lo demostraron las notas publicadas por El Norte sobre la compra de una aeronave Boeing 757-225, en 1987, que el expresidente Miguel de la Madrid hizo por 43 millones de dólares, y en el que gastó 1.5 millones de dólares más en decoración interior.
El grupo mediático de Junco de la Vega ha significado un antes y un después, incluso para los medios nacionales y entre los periodistas de la época que no identificaban las prácticas profesionales que caracterizaron a los reporteros de El Norte y de Reforma, estos últimos hacia el final del siglo XX.
Así como el periodismo nacional quedó expuesto frente a un nuevo modelo importado de la Universidad de Texas, en Austin; de la misma forma la ruptura fue sensible con los círculos políticos a los que este periodismo atravesó, tanto de viejas guardias como a los nuevos cuadros, como representantes de un periodismo libre y preciso con el que México no contaba, heredero de un modelo forjado durante 95 años, desde que el 2 de abril de 1922, El Sol fue voceado en las calles de Monterrey.
Las redes políticas y económicas
Aunque alejado de los focos públicos, como ocurre en otros grupos de medios, esos mismos círculos de poder perduran en Grupo Reforma a través de un entramado de tejidos finos. El grupo de medios ha sido el canal de voz para los cuadros más influyentes de empresarios regiomontanos y de sectores muy puntuales de la política conservadora norteña.
También ha posicionado a sus directivos y su familia en los círculos más cerrados de la sociedad texana, que han llevado a Junco de la Vega a vincularse con el exgobernador republicano de Texas, Rick Perry, ahora secretario de Energía en el gabinete del presidente Donald Trump. Además de otros personajes como Toby Neugebauer, un conservador texano que en algún momento fue mencionado como posible sucesor de Roberta Jacobson en la embajada de Estados Unidos en México, cuyo vínculo pudo surgir a través de Eduardo Margáin, quien fuera esposo de su hija Lorena.
La consolidación de la herencia editorial que permitió el 15 de septiembre de 1938 el nacimiento de El Norte, y 55 años después, el 20 de noviembre de 1993, del diario Reforma, no hubiera sido posible sin el financiamiento y la dirección ideológica del empresariado regiomontano surgido durante la primera mitad del siglo XX.
La crisis mundial de 1930 había arrasado con empresas editoriales y amenazaba la viabilidad de la casa editora de El Sol, con apenas ocho años en la calles de Monterrey. Ante la imposibilidad de sostener la edición, Rodolfo Junco de la Vega Voigt, abuelo del ahora presidente y director de Grupo Reforma, recurrió al empresariado regio para mantener al vespertino en las calles. Esto marcó no sólo la supervivencia de El Sol, sino el surgimiento de El Norte, a través del financiamiento procedente del conocido Grupo Monterrey, conformado entonces por la Cervecería Cuauhtémoc, ahora Cuauhtémoc Moctezuma Heineken, Alfa, Vidriera Monterrey, ahora Vitro, y CYDSA. Los empresarios siempre lo han negado.
Este grupo empresarial aprovechó la influencia que la casa editorial tenía en el norte del país para usarla como su canal de comunicación.
La asociación con el sector empresarial fue encabezada por Luis Garza Sada, de la Cervecería Cuauhtémoc, quien impulsó el vínculo para que, El Sol y El Norte se convirtieran en contrapesos a las políticas socialistas que, desde el centro del país, llegaban como parte de la plataforma ideológica del presidente Lázaro Cárdenas. La ideología conservadora mezclada con el catolicismo pragmático y la devoción por el trabajo, el ahorro y la generación de riqueza, características de las élites empresariales regiomontanas, quedaron plasmadas en las decisiones editoriales de ambos diarios, principalmente de El Norte, en el que Garza Sada actuó prácticamente como un verificador de los contenidos que se publicaban, para que en éstos no se colaran las corrientes políticas del centro del país.
En las páginas de El Norte no sólo encontró eco la voz del Grupo Monterrey, sino las cámaras y confederaciones de empresarios norteños, como la Coparmex.
Las posturas empresariales que históricamente El Norte ha defendido en sus páginas le ganaron al grupo editorial que Junco de la Vega dirige una relación distante y, por momentos de enfrentamiento con los gobiernos federal y estatal, que fueron heredadas al diario Reforma.
El boicot sobre la dotación de papel de la empresa estatal Productora e Importadora de Papel, que desde la presidencia de Luis Echeverría golpeó a los medios, tuvo eco años después con el enfrentamiento que el nuevo modelo que Reforma dio al periodismo, al tener total independencia de los insumos de papel, y al sistema de distribución que le confrontó con la Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México.
Fue Junco de la Vega el líder de un proyecto periodístico con raíces entrelazadas a la sociedad conservadora.
Desde su salida el 20 de noviembre de 1993, la relación entre Reforma y la Unión de Voceadores no fue cordial. Su lucha se agudizó hacia el primer aniversario del lanzamiento del periódico,recordó Junco de la Vega en una entrevista con Sergio Aguayo, transmitida el 3 de mayo de 2012, en Canal Once. El presidente de Reforma narró que durante el primer año de su salida a las calles de la Ciudad de México había jornadas en las que los diarios eran regresados flejados, sin la mínima evidencia de que el periódico hubiera sido puesto a la venta. “Esos días correspondían con ediciones en las que teníamos noticias incómodas”.
La renovación del contrato con la Unión de Voceadores estaba cerca. En la víspera, la cúpula del grupo editorial tomó la decisión de romper y no renovar para el reparto y voceo de los ejemplares de El Norte, en Monterrey. Al día siguiente, Reforma en la Ciudad de México se sumaría. No se trató de una decisión que implicara un alto costo económico, a pesar de que entonces se entregaban 17 mil ejemplares a la Unión de Voceadores de los que ni siquiera se rompían las flejas. Lo que el grupo sí mostró fue una gran señal política.
En el episodio que siguió, las mejores plumas del diario tuvieron un rol decisivo. Una fue la de Miguel Ángel Granados Chapa, quien durante una reunión en la que se encontraba todo el personal de Reforma y varios de sus colaboradores, recordó lo que los trabajadores de Excélsior habían hecho cuando en la década de 1930, Rafael Alducín, su fundador, había anunciado que cerrarían por problemas financieros. Se fueron a vender el periódico a las calles, lo que marcó el principio de una exitosa cooperativa.
La idea de Granados Chapa fue aceptada rápidamente y se decidió que al día siguiente la redacción saldría a las calles a vender el periódico. Con sus más afamados articulistas vendiendo el diario, la iniciativa tuvo un éxito enorme, tanto político como económico. En menos de una semana, las ventas de Reforma se duplicaron en los locales cerrados y el número de suscriptores detonó.
La innovación que caracterizó a Reforma dio paso a la conformación de un esquema de voceadores aglutinados en un sistema que fue denominado de “microempresarios” que subsanó la falta de entrega de los ejemplares que la Unión de Voceadores despreció.
El bautizo de fuego para el diario Reforma se había consumado.
Tan cerca y lejos del poder
En la época de total consolidación del Grupo Reforma, con Junco de la Vega, prácticamente sin estar un día en la Ciudad de México, a donde únicamente solía permanecer tres días por semana, el diario El Norte siguió una senda similar con grupos y personajes locales relacionados con el panismo conservador del norte del país, con el que incluso existió un lazo familiar que fue aparentemente aprovechado por Fernando Elizondo Barragán, quien fue gobernador sustituto de Nuevo León en 2003.
Este político panista estaba relacionado con la familia Junco de la Vega a través de su hijo, Fernando Elizondo Ortiz, quien estuvo casado con Rosa Laura Junco de la Vega Elizondo, hija del empresario dueño de Grupo Reforma. De acuerdo con revisiones documentales, la línea editorial de los dos principales diarios del medios, El Norte y Reforma, apoyaron la candidatura de Elizondo Barragán en 2009 en la campaña por la gubernatura de Nuevo León como candidato del PAN.
Desde su salida, el 20 de noviembre de 1993, la relación entre Reforma y los Voceadores no fue cordial. Su lucha se agudizó hacia el primer aniversario del periódico
Los negocios en los que Junco de la Vega ha sido protagonista, también lo han vinculado con el exgobernador Fernando Canales Clariond, quien ocupó la gubernatura de octubre de 1997 a enero de 2003, año en el que renunció para integrarse como secretario de Economía al gabinete del entonces presidente Vicente Fox. El estado quedó entonces en manos de Fernando Elizondo Barragán.
La relación entre Junco y Canales Clariond es más añeja, ambos fueron parte de los 20 socios que conformaron en 1992 el consorcio Abaco Grupo Financiero, en cuya cabeza accionaria figuró su compadre y albacea, Jorge Lankenau, quien años después, en 1997 fue acusado de haber defraudado a 230 inversionistas por la suma de 170 millones de pesos.
El empresario y el exgobernador panista, y conocido empresario regiomontano, también tienen antecedentes que los confrontaron, pues el político llegó a sugerir que “en pacas de periódicos de El Norte se transportaba cocaína”, durante los momentos de la mayor crispación política electoral.
Estas situaciones no eran ajenas en las dinámicas de las relaciones que Junco mantenía con políticos. Sobre los lazos y las relaciones financieras y políticas de Grupo Reforma, Raúl Trejo, especialista en medios de comunicación, consideró que “han sacrificado la independencia editorial y la diversidad política” por intereses coyunturales; además de haber fomentado un mecanismo excluyente frente a otros medios de comunicación.
No obstante, Trejo reconoció que el modelo “texano” propio de la prensa estadunidense que El Norte y Reforma implementaron, logró reivindicar la labor periodística a través de la apuesta por la profesionalización de los periodistas, del pago de sueldos decorosos, así como por la actualización para la formación.
Modificar el modelo
El profesionalismo y la independencia con la que reporteros de El Norte y Reforma ejercían el periodismo ideado por Junco de la Vega no siempre cumplió a cabalidad con esas características. Con sólo 25 años, Alejandro Junco de la Vega González y su hermano Rodolfo, un año más grande, recibieron en herencia el imperio mediático que su abuelo había fundado. Con la dirección de El Norte en sus manos, el hermano menor, formado en la tradición del periodismo estadunidense sureño, ideó un plan para replicarlo en la empresa editorial que ahora dirigía.
Penetración. El diario Reforma tienen alrededor de 100 mil suscriptores y su tiraje promedio es de 200 mil ejemplares.
El modelo periodístico que ahora es considerado como el de mayor influencia a nivel nacional y como el grupo de medio más grande y poderoso de América Latina fue gestado en las aulas de la Universidad de Texas, con el apoyo ideológico de la doctora Mary Gardner, quien ayudó a instituir la que se conocerá como “la escuela de El Norte”.
Junco de Vega recordó en un discurso pronunciado en una cena de Navidad en diciembre de 2014, ante editores, reporteros y articulistas, que desde 1969 vio que “necesitaba mejorar las carencias que afectaban a los reporteros de El Norte”.
Con esa premisa, el editor vislumbró la necesidad de impulsar un cambio en las prácticas del periodismo nacional y separar el ámbito comercial de las decisiones editoriales. “En esa polarización que ha existido en el país, con una prensa mercenaria, encontramos el camino para ser profesionales”, aseguró esa vez.
Grupo Reforma afronta una crisis vinculada a los nuevos modelos de consumo de medios. en 2016 despidió al menos a 130 empleados.
Además de dejar clara su línea periodística, sus palabras fueron la respuesta a la descalificación que hizo el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, el 6 de noviembre de ese mismo año en la que señaló que la información publicada por Reforma “le hace mucho más daño al país que muchas otras cosas”.
El enfrentamiento con Ruiz Esparza es una de tantas veces que los gobiernos se han confrontado con las investigaciones de Grupo Reforma. La última muestra de esto es el veto y la aparente amenaza que el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez El Bronco, expresó a El Norte, por la publicación de una serie de notas en las que se le acusó de haber pagado siete millones de pesos en publicidad para promocionar su imagen.
Grupo Reforma ahora afronta una crisis vinculada a los nuevos modelos de consumo de medios que en 2016 dejó huella de su paso con el desmantelamiento de la sección metropolitana de su redacción y el despido de 130 empleados. En medio del vendaval, su presidente y director regresa a los orígenes que configuraron el consorcio mediático que encabeza sin traicionar su ideología: “La belleza de la creación, que es el ser humano, no puede dejar de vincular su misión, su defensa de la verdad, de la justicia y de la ética reflejada en el periodismo profesional”.
Seudónimos, filias y fobias
Pocos políticos pasan inadvertidos a la pluma de Manuel J. Jáuregui y “abogado del pueblo”, como suele firmar sus columnas Alejandro Junco de la Vega
Una “gran casa”, que no una mansión, ubicada en El Pedregal fue el pretexto para que el 7 de enero de 2000, un columnista identificado como Manuel J. Jáuregui acaparara un espacio en las páginas del periódico Reforma.
Se trataba de una residencia que el expresidente Ernesto Zedillo construiría para garantizar su seguridad y la de su familia. La pluma que escribió en cuatro mil 667 caracteres la columna ¿A dónde mudarnos?, en la página 15 de la sección destinada a opinión, no era otra que la de Alejandro Junco de la Vega. Manuel J. Jáuregui, fue y ha sido su alter ego, el Edward Hyde del escritor Robert Louis Stevenson, encarnado en la parte más suelta del líder de Grupo Reforma.
El espacio ha sido usado para mostrar sus filias y fobias, en ocasiones bajo el anonimato de la firma como el “abogado del pueblo”. Por sus letras han desfilado expresidentes, desde Zedillo, pasando por Vicente Fox, a quien el beneficio de la duda le duró apenas unos meses, y Felipe Calderón, al que le pasó todo durante su sexenio. En ese espacio legitimó la elección de 2006, apenas unos días después de la elección al sentenciar “el que ganó, ganó, y el que perdió que se dedique a otra cosa”. Alabó al huido Marcelo Ebrard, al que exaltó como un funcionario de acciones y al que colocó en la delantera de la carrera presidencial de 2012, que finalmente ganó Enrique Peña Nieto, y que desde siempre ha sido blanco de sus dardos.
El priismo se atraganta en la escritura del columnista avatar. A Manlio Fabio Beltrones lo calificó en su momento como el “senador primado de México” y el “líder supremo tricolor”; mientras que a Emilio Gamboa, este todavía senador, lo posicionó en el grupo de “ancestrales dinosaurios priistas”, “especialista en concertaciones y chanchullos” y como un “costal de mañas”, por el papel que ha jugado en el no nombramiento del fiscal anticorrupción.
Espacio para “gurús” y “oráculos”, el maestro Warren Buffet, el encubridor cardenal, Roger Michael Mahony, su amigo “el cardenal” Norberto Rivera, Elba Esther Gordillo, Agustín Carstens, el magisterio nacional, las reformas estructurales, el TLCAN y últimamente el señalado romance prohibido entre Vladimir Putin y Donald Trump, todos han ocupado su agenda.
Sus círculos se extienden, contraen y nuevamente se amplían. A.J. Pueblo, ha sido desde hace 17 años, una herramienta de poder y catarsis, sin rostro.