Juan Carlos Rodríguez
Un mes después de su triunfo en las elecciones presidenciales, en septiembre de 1994, Ernesto Zedillo pidió audiencia con el presidente Carlos Salinas de Gortari para hablar sobre las señales negativas que estaba enviando el mercado cambiario. Faltaban más de dos meses para el relevo en Los Pinos, pero el presidente electo consideró que era riesgoso esperar hasta diciembre para tomar decisiones que blindaran la economía nacional.
Por primera vez en 23 años, una fuente de alto nivel cercana al presidente Salinas reveló cómo y cuándo se gestó lo que después se conocería como el error de diciembre y que significó una de las más graves caídas de la economía mexicana, y quién sería el verdadero responsable.
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Zedillo acudió a la cita en compañía del que sería su secretario de Hacienda y Crédito Público, Jaime Serra Puche. Según las fuentes consultadas por ejecentral, ambos argumentaron ante el mandatario la urgente necesidad de devaluar el peso, debido a que las medidas para evitar su libre flotación estaban poniendo en riesgo las finanzas nacionales.
›Salinas dudó en un primer momento, pero las razones de sus exsecretarios —ambos altamente calificados en conocimientos técnicos para tomar una decisión económica de tal envergadura— lo hicieron cambiar de opinión.
A pesar del descontento social que se desataría, la medida ayudaría a aminorar la fuga de capitales, cierre de empresas, moratorias en el pago de deuda y malas notas en los mercados financieros internacionales. La crisis parecía inminente, pero devaluar permitiría a México resistirla de la mejor manera.
Salinas estaba dispuesto a asumir el costo político de la medida y a instrumentarla lo antes posible. Pero Pedro Aspe Armella, el secretario de Hacienda que lo acompañó durante todo el sexenio y maestro de muchas generaciones de economistas, se opuso tajantemente. Las fuentes aseguran que el titular de Hacienda incluso amagó con renunciar si se seguía adelante con el plan.
›DOS MESES antes de la sucesión de 1994, Zedillo recomendó devaluar y Salinas estuvo de acuerdo. Quien se opuso fue el secretario de Hacienda saliente, Pedro Aspe
A más de dos décadas de distancia, los personajes que vivieron de cerca ese enfrentamiento de Salinas-Aspe, aseguran que el arrebato del secretario de Hacienda está más relacionado con la vanidad de cerrar su gestión sin cargar con la percepción del fracaso al haber devaluado el peso, y no con razonamientos econométricos.
El “desarrollo estabilizador”, como se le llamó al manejo de la economía entre 1988 y 1993 ya había recibido varios golpes —el asesinato del cardenal Posadas, el levantamiento zapatista y el homicidio de Colosio— como para cerrar con una medida tan impopular. Las consecuencias de esa decisión se resintieron tres meses después como una avalancha y se le conocería como el error de diciembre, pero en realidad el error ocurrió en septiembre.