El nuevo mestizaje del cempasúchil

18 de Mayo de 2024

El nuevo mestizaje del cempasúchil

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El impacto de esta planta en la economía local es innegable, pero ninguna de las flores que se producen en Xochimilco corresponden a la variante mexicana

Las siempre coloridas chinampas de San Luis Tlaxialtemalco se llenan de naranja y amarillo a principio de octubre cuando los productores locales comienzan a ordenar miles de flores de cempasúchil que cultivaron en los últimos tres meses para las fiesta de muertos, una tradición mexicana que se ha vuelto global en los últimos años.

El impacto del cempasúchil en la economía local es innegable, las hectáreas floreadas de este pueblo originario de la alcaldía Xochimilco abastecen desde los pequeños puestos colocados a las afueras de las chinampas, hasta mercados en toda la Ciudad de México, lo que representa una derrama que supera 100 millones de pesos. Aunque los habitantes resaltan el orgullo de esta tradición e incluso explican la importancia del cempasúchil en los rituales de muertos prehispánicos, en realidad ninguna de las flores que se producen en aquel poblado corresponden a la variante mexicana, que ha perdido terreno frente a otras semillas genéticamente modificadas de China, India o Estados Unidos.

La delicadeza de esta flor, así como su uso dentro en industrias tan importantes como la farmacéutica o la alimenticia, han propiciado que otros países aumentaran su producción hasta desplazar a México como uno de los principales exportadores de cempasúchil, e incluso lo han convertido en comprador activo de semillas infértiles para satisfacer la demanda local.

De hecho, encontrar cempasúchil mexicano en las ferias agrícolas de la capital es imposible, y su venta se limita a los tianguis o mercados en donde las personas los compran por rollo o manojo para deshojarlos como adorno en las tumbas y altares de Día de Muertos, por lo que su precio es mucho menor a los que se comercian en macetas.

Colectivos autogestivos, así como investigadores y algunas autoridades han tratado de revertir esta tendencia, pero el camino para recuperar el cempasúchil mexicano, y posicionarlo a nivel mundial, es cuesta arriba, especialmente porque esta variedad no es tan vistosa, ni resistente como sus primos genéticamente alterados. Entonces, ¿se puede hacer algo para recuperar el mercado de esta flor nativa? Algunos proyectos locales apuestan por ello.

El dato. Se estima que en 2021 se produjeron 10 mil toneladas de flores de cempasúchil de rollo o de variante mexicana.

Del Mictlán a Shanghai

Desde épocas prehispánicas, el color amarillo del cempasúchil era usado como pigmento y eran conocidas sus propiedades medicinales. Ambos factores siguen teniendo un alto valor en la actualidad; como pigmento, en la industria alimentaria, sirve para dar color a la yema de huevo y a la carne de pollo.

En humanos, el consumo del pigmento amarillo llamado luteina, “puede reducir eficazmente la posibilidad de desarrollar degeneración macular, cataratas y aterosclerosis, así como el desarrollo de ciertos cánceres”, lo que provoca que la demanda internacional de este compuesto aumente constantemente, y aunque se puede encontrar en otras plantas como algas o verduras, los pétalos de cempasúchil son la mejor y principal fuente. Sin embargo, la producción mexicana de esta planta solo nos permite ser autosuficientes para abastecer parte de la demanda del Día de Muertos, mientras que la rama industrial y farmacológica es liderada por China, con alrededor de 75% del mercado, que se reparte con India, que domina con 20% y Perú con el resto.

Francisco Alberto Basurto Peña, investigador del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señaló en el portal UNAM Global “hace no mucho nuestro país tuvo el liderazgo en ese rubro y hoy ni siquiera figura en el mercado”, además puntualizó que hasta hace dos décadas éramos los principales productores de harina de cempasúchil, pero que la venta de esta empresa a un conglomerado de India hundió el cultivo nacional.

De hecho, el cultivo nacional de cempasúchil pasó de cuatro mil hectáreas a principios del siglo a menos de 500 para los siguientes 10 años, lo que muestra el retroceso en la producción de esta flor, y que en palabras de Basurto Peña significó “una pérdida de oportunidades para generar empleos y riqueza”.

En el mismo periodo, China comenzó a incrementar la producción de esta planta a niveles industriales. Tal ha sido el desarrollo de estos cultivos, que varios comunidades del sur de la provincia de Yunnan utilizaron esta flor para aliviar la pobreza y el impacto económico tras la pandemia del nuevo coronavirus

Cifras de diversos medios chinos destacan que tan solo en 2020, se plantaron 6 mil 860 hectáreas de cempasúchil en Qiubei, uno de los condados de Yunnan, lo que benefició a 13 mil hogares que registraron un incremento promedio de 35 mil 800 pesos en sus ingresos, y se espera que esta práctica se expanda a otras regiones del país. Pero el éxito de China con estos cultivos no depende exclusivamente de su amplio territorio o la enorme cantidad de mano de obra no especializada que tiene, en realidad la respuesta está en la biotecnología, un proceso más complejo que se ha impuesto en la industria agropecuaria a pesar de sus limitantes éticos.

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El precio de la semilla de esta flor tradicional varía por el valor del dólar y la temporada. Foto: Elizabeth Hernández

El dominio génico

Buena parte del dominio del gigante asíatico proviene de la aplicación de la biotecnología para el desarrollo de semillas más resistentes, adaptables y con otras características deseables; por ejemplo, en los últimos meses investigadores de la Universidad Agrícola de China y del Instituto de Arquitectura del Paisaje de Beijing han reportado la creación de flores mutantes con diferentes cantidades de luteína, así como de colorantes que tiene la planta como neoxantina, violaxantina, zeaxantina y anteraxantina.

Investigadores de la Universidad de Qinghai también han modificado la planta para controlar la fertilidad de los machos de estas flores, de tal manera que los agricultores no puedan recolectar las semillas para plantarlas nuevamente y se vean obligados a comprar nuevos lotes para las producciones futuras.

La popularidad de estas flores es tal, que las semillas modificadas de diversos tipos se pueden comprar a través de Alibaba, el gigante electrónico del mercado asiático, hasta por 900 dolaŕes en el caso de variantes exclusivas o de características muy particulares como son un color inusual, mayor resistencia o tamaños personalizados.

Por otra parte, la Tagetes patula es la especie que se usa en Asia con fines espirituales, en especial en China, Nepal, India, Bangladés y Pakistán, y sus semillas se exportan a México para la producción del “cempasúchil de maceta”. En el caso específico de esta flor se ha descubierto que tiene un gen que le permite resistir metales pesados, en particular el cadmio, por lo que se puede usar para transferir esta capacidad a otras plantas.

Guillermo Pacheco Barajas, productor de San Luis Tlaxialtemalco, confirmó en entrevista para ejecentral que las flores de cempasúchil que se siembran en ese poblado de Xochimilco son Marvel, una variedad que se obtiene de semillas modificadas genéticamente que no se pueden conservar o plantar nuevamente y que provienen de Estados Unidos.

Las semillas modificadas tienen gran variedad de colores y tamaños y por ello resultan tan atractivas para su venta, porque pueden mantenerse en macetas, pero a diferencia de las variantes mexicanas, mueren poco después de florecer y son infértiles, un factor que las hace más caras que otras opciones.

Para Guillermo Pacheco esto es un “sistema comercial que funciona para que los productores no puedan reproducir la flor y tengan que pagar constantemente a las empresas que crean estas plantas con semillas que no maduran”, especialmente porque las variedades mexicanas no funcionan para envasar, ya que “crecen en el suelo y se deben cortar” para su venta. El productor también mencionó que se han hecho algunos intentos locales por reproducir esta planta, pero ninguno ha sido exitoso a pesar de los años de experiencia que tienen los habitantes de este lugar.

Jorge Gutiérrez, también productor de la zona chinampera de San Luis Tlaxialtemalco, detalló en entrevista para ejecentral que las semillas del área son distribuidas por Akiko, una empresa fundada en la Ciudad de México, pero que importa semillas modificadas de cempasúchil desde Estados Unidos.

El precio de estas semillas varía conforme al valor del dólar y la temporada; por ejemplo, un millar a finales del año pasado costaba alrededor de 700 pesos, pero unos meses después el precio se disparó a más de mil pesos por la misma cantidad, lo que refleja la volatilidad de este mercado. La dependencia a este tipo de semillas es tal, que la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, reconoció esta problemática y aseguró que se está trabajando para que la ciudad tenga sus propios bancos de germoplasma para que la producción de esta flor sea local.

Otros colectivos de autogestión agrónoma han planteado proyectos de modificación local para lograr que las variantes mexicanas puedan adaptarse a las necesidades comerciales de maceta, así como lograr mutaciones más resistentes y fértiles, lo que podría reducir el costo para los productores locales.

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Una economía naranja

La flor de Cempasúchil representa uno de los principales activos para miles de productores de la Ciudad de México, quienes tienen asegurada la venta de estas plantas, incluso antes de que comience octubre; una milpa pequeña puede albergar hasta siete mil macetas de tamaño mediano que se venden alrededor de los 14 pesos directamente.

Algunos productores como Guillermo Pacheco lograron sembrar alrededor de 20 mil macetas de cempasúchil de diversos tipos, y a diferencia de otras plantas que no son de temporada, la venta de este lote está totalmente asegurada desde mediados de octubre, lo que incentiva a que se dedique más espacio a estos cultivos.

Cifras de las autoridades de la Ciudad de México estiman que la producción de cempasúchil se duplicó en un año al pasar de un millón 200 mil a cerca de dos millones 800 mil flores para este otoño, una cifra conservadora que busca incrementarse a través de programas de apoyo y créditos para mejor los cultivos.

De hecho, datos de la Secretaría de Obras y Servicios de la Ciudad de México, afirman que se plantaron 260 mil flores de cempasúchil en las avenidas y camellones de la capital, mismas que fueron compradas a productores de Xochimilco; pero estos contratos no son colectivos y a veces no llegan directamente a muchos de los chinamperos, quienes aseguraron no tener tratos con el gobierno local.

Jorge Gutiérrez señaló que los distribuidores que acuden a la zona de chinampas intentan bajar aún más el precio de estas flores, sin considerar el cuidado excesivo que requieren para su cultivo, lo que incluye protegerlas del clima extremo, así como regarlas dos veces al día y vigilarlas debido a la facilidad con la que contraen enfermedades.

El precio promedio de las macetas directamente con los productores no supera los 20 pesos, pero este costo incrementa a tan sólo unos metros en los puestos callejeros del poblado en donde las flores se venden por 30 o 40 pesos, e incluso puede llegar hasta los 90 pesos en algunos mercados o tianguis de la Ciudad de México.

Por otra parte, los productores de cempasúchil de rollo o cemolito, como se conoce a la variedad mexicana (Tagetes erecta), aseguran que el fuerte de sus ventas es por volumen, especialmente porque son flores que no se cuidan tanto porque se utilizan para formar caminos de pétalos o adornar tumbas.

De hecho, a nivel nacional el mercado de cempasúchil en maceta se mantuvo intacto durante la pandemia, mientras que el cierre de panteones representó una reducción del 70% en las ventas de la flor en rollo, que tuvo un incremento de precio para este año debido a las pérdidas reportadas en 2020.

Pero no todas las flores nacionales se utilizan para el Día de Muertos, también existe un mercado culinario para estas plantas, que a diferencia de las modificadas genéticamente, se pueden utilizar para preparar bebidas como aguas frescas o pulque, así como nieves, sopas, salsas y otros platillos que se venden en los poblados de Xochimilco.

Federico Olvera, productor de este tipo de cempasúchil, también es dueño de una pulquería tradicional en la que se aprovecha esta flor, no solo en preparados alcohólicos, sino en otros platos como acompañante, hasta como decoración. La venta de este tipo de comida representa una parte importante de sus ingresos, e incluso considera que su negocio tiene más clientes durante los primeros días de noviembre debido a la curiosidad que causa su menú peculiar.

Estas iniciativas de aprovechamiento en otras industrias, así como diversos programas de consumo local y rescate de la producción nacional pueden ser el inicio de proyectos más ambiciosos que integren tecnologías de punta para mejorar los cultivos del país, especialmente porque estas prácticas de modificación genética no se limitan a los flores de muertos, también afectan a otras semillas como el algodón o ciertas frutas como el aguacate.

Comprender esta industria y adaptar los procesos de mejoras biológicas dentro de los límites éticos puede trazar un camino para que México recupere su posición como líder en esta y otras producciones agropecuarias.

El dato. Los principales productores de esta flor a nivel nacional son Hidalgo, Guerrero, Veracruz, Tlaxcala, Tabasco, Chiapas, Guanajuato y Ciudad de México.

CABALLO DE TROYA PARA LA IDOLATRÍA

En el festejo del Día de muertos, los dos primeros días de noviembre, la ofrenda es una de las primeras y más reveladoras manifestaciones culturales del mestizaje en México.

Según el antropólogo Claudio Lomnitz, en su libro Idea de la muerte en México, los orígenes de la ofrenda están por un lado, en la preocupación cristiana por las ánimas del Purgatorio. En siglo XVI, cada parroquia en Toledo, España, por ejemplo, tenía una hermandad para estas almas.

En la adaptación mexicana no se remarca la preocupación por las ánimas del Purgatorio, pues los pueblos mesoamericanos no veían la otra vida como una recompensa o castigo. Para los mayas, los muertos se disolvían en energía cósmica en Xibalbá.

En cambio, la ofrenda de comida llegó a ser la esencia de la celebración indígena, por su posición en el calendario, después de la cosecha, pero también para reforzar la relación entre los vivos y los muertos de la comunidad, y, señala Lomnitz, como un medio para fortalecer las alianzas con la iglesia, señala Lomnitz.

Las ofrendas de comida de los indígenas fueron mucho más variadas y generosas que las españolas, incluso en los altares domésticos habían restos ocultos de sus muertos.

Diego Durán, autor de Historia de las indias de Nueva España e islas de Tierra Firme (1579), describió los festivales funerarios de los indígenas que duraban dos meses, entre ellos “la fiesta de los muertecitos”, Miccailhuitontli, y la fiesta grande de los muertos para los adultos, Xocotlhuetzi.

“Las comunidades indígenas

adoptaron ese festival con un entusiasmo transformador”, comenta Lomnitz, y agrega que Durán pensaba que la celebración de fue “un caballo de Troya para la idolatría indígena”.

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