Avatar 2: mucho acerca de nada

22 de Mayo de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Avatar 2: mucho acerca de nada

alejandro aleman

Despliegue visual impresionante, autocelebración del director a su propia filmografía, montaña rusa de magnífica altura, un nuevo hito en la animación por computadora. Avatar: The Way Of The Water (Estados Unidos, 2022) es muchas cosas excepto una: buen cine.

Trece años después del estreno de la cinta original, los comentarios respecto a Avatar 2 no distan mucho a aquellos del estreno de la primera cinta en 2009: la película es técnicamente irreprochable, visualmente sorprendente, con una animación cada vez más realista e inmersiva, escenas de acción filmadas con auténtica maestría (un soberbio manejo de los espacios) y un 3D (esa cosa horrible que oscurece las películas pero que incrementa el precio del boleto) que resulta en una experiencia única.

Avatar 2 es como comprar un celular nuevo: hay más procesador, mejor resolución, más velocidad… pero esencialmente es lo mismo. Estamos frente a un filme cuyo único punto destacable es la tecnología, pero esta no es usada para narrar una historia, sino para mostrar un elemento: el agua.

Las escenas bajo el agua en Avatar 2 quitan el aliento. Cameron, que sabe una que otra cosa sobre cómo y dónde debe ponerse la cámara, juega con este elemento (obsesión autoral de su filmografía) en escenas de acción bien filmadas, pero también en secuencias que no van más allá de un bonito salvapantallas que en un futuro servirá como demo para vender televisores en resolución 8K.

Avatar 2 es una película de 400 millones de dólares sobre absolutamente nada. Como en la original hay cierto mensaje anticolonialista y en favor de la protección al medio ambiente, pero esto resulta en una genial impostura: Cameron quiere que amemos la naturaleza y para ello nos muestra una simulación de la naturaleza.

La trama es nimia: Jake y Neytiri (Sam Worthington y Zoe Saldana) viven felices en Pandora llenándose de hijos hasta que (nomás porque sí) el general Quatrich (Stephen Lang) regresa a cobrar venganza por lo sucedido en la primera parte (que francamente ni recuerdo qué fue) pero con la novedad de que ahora va con cuerpo de Na’vi. Jake y Neytiri huyen y se refugian con una tribu que vive en el mar.

Con esa insoportable solemnidad que permea toda la cinta, algún personaje declara: “El Camino del Agua no tiene principio ni fin”. La frase resulta —sin buscarlo— en la mejor descripción de esta cinta: una película sin inicio ni final (ni tampoco nada en medio), un espectáculo vacío, pero espectáculo al fin, cuyo aspecto más divertido es detectar las pequeñas referencias a la filmografía de James Cameron, quien por cierto ha prometido que esto es apenas el inicio de la “saga” de Avatar. Más que promesa parece una amenaza.

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