Al inicio de Canción sin Nombre (ópera prima de la cineasta Melina León), un puñado de portadas de periódicos nos sitúan en una realidad que resulta familiar. Aquellos diarios dan cuenta de una hiperinflación de 114%, del aumento en el precio de la luz, el teléfono y las medicinas, así como los cortes constantes de agua y energía eléctrica. Todas ellas, señales clásicas de una crisis latinoamericana. Nada que no conozcamos.
Y en efecto, estamos en Perú, en 1988. Alan García -el presidente- trata de administrar el desastre mientras que las calles son tomadas por protestantes e incendiadas por el grupo terrorista Sendero Luminoso.
Con ese escenario de fondo es que conocemos a Georgina (Pamela Mendoza) una mujer indígena de bajos recursos, con 20 años de edad y en sus últimos meses de embarazo. Un día, en el mercado donde trabaja, escucha en la radio el promocional de una clínica que atiende gratis a mujeres embarazadas. Previa cita de revisión, Georgina acude a la clínica el día del alumbramiento. Los doctores le ayudan a tener a su bebé, pero en cuanto éste nace, se lo llevan a otra habitación, “para revisarlo”.
Pasa el tiempo y a pesar de la insistencia de Georgina, las enfermeras no le llevan a su bebé. Al cabo de un día, la desalojan del lugar, no importando los gritos desgarradores de la recién alumbrada, aún débil por el parto.
El primer impulso es denunciar pero, como es de esperarse, el sistema de justicia en el Perú de 1988 era un laberinto burocrático que no tenía oídos para una mujer indígena. Desesperada y como último recurso, Georgina acude a un periódico local para contar su historia. Ahí sí encuentra quien la escuche: se trata de Pedro (Tommy Párraga), un reportero novato que en principio no quiere tomar el caso pero que al final decide investigar hasta donde sea necesario.
Más allá de la denuncia sobre la corrupción e ineptitud de un gobierno, Canción Sin Nombre es el retrato de la desesperación y la indefensión de un pueblo frente a un estado claramente fallido. Es una cinta sumamente triste cuyo lenguaje visual resulta hermoso y a la vez melancólico. La extraordinaria fotografía de Inti Briones crea atmósferas ominosas donde no parece tener cabida la esperanza y cuya mayoría de encuadres resultan en fotogramas absolutamente notables.
¿Habrá escape algún día a este mundo oscuro y corrupto? La cineasta no da respuestas, al final solo entrega una canción, último vestigio de optimismo en el futuro no obstante el sombrío presente.
Canción sin Nombre se puede ver en Netflix.