Cine en Casa: Tigertail

24 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Cine en Casa: Tigertail

alejandro aleman

El escritor de exitosas series como The Good Place, Forever y Master of None (con la que ganó un Emmy a mejor guion), Alan Yang, se estrena ahora como director de un guion de su propia autoría: Tigertail, modesto melodrama que, aunque no parece tener nada que ver con su historial televisivo, resulta identificable al menos con dos de sus manías creativas: las historias de inmigrantes que llegan a Estados Unidos, y su obsesión con mostrar a la comida como el centro gravitacional sobre al cual giran todas las conversaciones relevantes de nuestra vida.

Taiwán, década de los años setenta. Pin-Jui (Hong-Chi Lee), es un humilde joven, de padre ausente, que vive y trabaja junto con su madre en una fábrica. Pin-Jui sueña con mudarse a los Estados Unidos para así darle una mejor vida a su mamá.

El sueño toca a su puerta cuando el dueño de la fábrica para la cual trabaja le ofrece un trato: pagar los gastos de mudarse a Estados Unidos si el joven acepta casarse con su hija. El plan suena fantástico, excepto por un problema: él está enamorado de otra joven con la que no se ha atrevido a más por la diferencia de clases sociales.

Mediante cortes abruptos y cambios en los colores y la textura de las imágenes, Yang narra la historia en constantes flashback, por lo que de repente nos damos cuenta que lo que vemos no son, sino los recuerdos de un viejo Pin-Jui (Tzi Ma), que ahora vive en Nueva York, está recién divorciado, y es padre de dos hijos, ya grandes, y que también se han ido de casa.

No es complicado descubrir de dónde se inspira Alan Yang para darle personalidad a su cinta. El inicio, con el niño Pin-Jui corriendo entre los campos de maíz proviene, claro, de Terrence Malick; los colores vivos y el grano reventado es prestado del cine de Wong Kar Wai, y el romance y profundidad trata de copiarlos de otro Yang, Edward Yang.

Aunque los saltos en el tiempo ocurren con una rapidez que rompe el ritmo, la película se deja ver, especialmente por las actuaciones (principalmente de Tzi Ma y Joan Chen), mismas que terminan por contagiarnos el dolor de Pin-Jui por su vida frustrada.

Siempre hay que perseguir los sueños, dice el cine clásico Hollywoodense, pero en Tigertail se muestra justamente la cara opuesta, la de aquel que estoicamente dejó todo por perseguir un ideal sin percatarse que la felicidad estaba en otro lado.

No obstante, Yang elude el fatalismo, justo en la escena final, en la que padre e hija, que parecen cortados con la misma tijera, ven hacia el pasado con la esperanza de que al menos uno de ellos si alcance el verdadero sueño, que no necesariamente es americano.