Crimes of the future: Cronenberg autorreferencial

28 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Crimes of the future: Cronenberg autorreferencial

alejandro aleman

El lugar común dirá que Crimes of The Future (Canadá-Estados Unidos-Grecia, 2022) es el regreso de David Cronenberg a sus viejos temas: las escenas de instrumentos quirúrgicos, los humanos mutantes y las lenguas lascivas que penetran el cuerpo.

Al fin y al cabo autor, lo cierto es que Cronenberg nunca ha abandonado esos temas. Incluso las películas que carecen de aquellos arquetipos siguen siendo parte del llamado “Proyecto Cronenberg”. Evolucionado, el director encontró la forma de seguir hablando de lo mismo sin usar los mismos trucos.

Lo que regresa en esta nueva cinta son las imágenes perturbadoras, la carne viva y la atmósfera siniestra de una película que, a no ser por algunas escenas con CGI, no podría detectarse que se trata de un filme de 2022.

En un mundo retrofuturista, de paredes grafiteadas y tecnología de punta que te permite hacer una autopsia en la comodidad del hogar, ahí vive Saul Tenser (Viggo Mortensen), quien sufre de una condición médica que hace que su cuerpo produzca nuevos órganos en su interior.

Tenser explota su condición como una forma de arte. Junto con su compañera, Caprice (Léa Seydoux), presentan un performance en el que, mediante cirugías en vivo, los espectadores presencian la extracción de los órganos a Tenser, que se exhiben como obras de arte.

Body is reality. En el mundo de Crimes of the Future el ser humano ya no siente dolor y por ende no le preocupan las enfermedades al grado que ya nadie se lava las manos.

Cronenberg utiliza este escenario para apuntar filosos dardos: la ausencia de dolor como paraíso de una sociedad puritana obsesionada por la asepsia absoluta (física y mental) que lo único que provoca es la abolición del placer: “La cirugía es el nuevo sexo”. La crítica alcanza también al gobierno que (como el de nuestra realidad) se muestra temeroso a que los ciudadanos hagan lo que quieran con su cuerpo.

Sin duda esta es la película más autorreferencial de Cronenberg: la incisión en el abdomen de Tenser recuerda Videodrome (1983), la descripción del niño que come plástico remite a The Fly (1986), pero el acto autorreferencial más grande está en Tenser: ¿acaso no es este el mismísimo Cronenberg?

Como los órganos de Tenser, esta cinta surge a partir de otra: la homónima de 1970 dirigida por el propio Cronenberg. El paralelismo incluso alcanza la realidad: el director puso recientemente a la venta, mediante NFT, las piedras que le extirparon de su riñón.

Si Cronenberg es Tenser, entonces uno de sus dardos va dirigido hacia nosotros, su público que, como los que aparecen en la película, vemos con asombro y pasmo cualquier cosa que el director saque de su panza.

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