The Whale: show decadente

7 de Mayo de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

The Whale: show decadente

alejandro aleman

En su más reciente cinta, The Whale (Estados Unidos, 2022), el director Darren Aronofsky tortura (como es costumbre) a sus personajes, haciéndolos sufrir por sus pecados, a la vez que nos incomoda mediante un espectáculo de patetismo atroz.

Como para abrir boca, la película inicia con una escena plena en tremendismo: vemos al protagonista, Charlie (un hombre mórbidamente obeso), masturbándose (o intentándolo) mientras ve pornografía en su laptop.

Charlie es un profesor que da clases en línea, pero que nunca enciende la cámara de su computadora: le apena mostrar su rostro, le apena ser un gordo inmenso que no puede caminar si no es con una andadera, que no puede ducharse si no es gracias a unas poleas instaladas en su baño, ni tampoco puede respirar sin sudar a chorros.

Cuando Charlie se levanta de su enorme sillón y camina por el estrecho pasillo de su pequeño departamento, lo que vemos es un monstruo inmenso que apenas y puede andar. Un espectáculo grotesco que raya en el terror.

A pesar de su condición, Charlie come cual si no hubiese mañana. De no ser por su abnegada amiga/enfermera, Liz (magnífica Hong Chau), quien diariamente le toma la presión y lo regaña por no ir al doctor, Charlie estaría muerto.

¿Cómo es que un hombre se abandona de tal forma? Las razones yacen en su pasado, el cual se materializa mediante la presencia de su hija Ellie (Sadie Sink), quien lo visita por mero interés: quiere que le haga la tarea para que no la reprueben en la universidad.

Visualmente no hay reparo: la sobria cámara de Matthew Libatique contrasta con la edición frenética y el vértigo usual en el cine de Aronofsky. Pero ello no responde la pregunta inevitable: ¿para qué?, ¿qué sentido tiene adentrarse en la vida de este miserable sujeto en un tono que además raya lo pornográfico?: ¡vean como camina!, ¡vean como suda!, ¡véanlo comer gansitos aunque su presión arterial esté en las nubes!

Si lo que pretende Aronofsky es convencernos que tras todo gordo hay un ser humano con sentimientos y virtudes, ¡vaya!, bien podría ahorrarse el drama y el patetismo.

The Whale no es un acto de empatía, es un acto de odio. Lo que pudo ser un sombrío estudio sobre la soledad de un hombre dispuesto al suicidio, se convierte en un show decadente y patético que sería imposible de ver excepto por la extraordinaria actuación de Brendan Fraser, cuyo principal mérito es no dejarse engullir (pun intended) por este horrible personaje.

Y es que, tras la botarga que lo cubre de pies cabeza, emerge la sonrisa franca y la mirada incluso cautivadora de un Brendan Fraser que dota de humanidad al monstruo. Su regreso a la actuación (y el Óscar que seguramente ganará) merecían una mejor película.

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