EU asistió a la COP23 de ONU para cabildear a favor del carbón

28 de Abril de 2024

EU asistió a la COP23 de ONU para cabildear a favor del carbón

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La semana pasada fue la primera vez que los funcionarios del gobierno Trump detallaron su estrategia que promueve una visión global para la producción continua de carbón

La mayoría de las personas presentes en la sala cuando Estados Unidos dio su única presentación la semana pasada en la COP23 —las negociaciones climáticas de la Organización de las Naciones Unidas en Bonn, Alemania— eran manifestantes. Durante los 20 minutos, 100 personas, en su mayoría estadounidenses, permanecieron de pie, cantaron una versión alterada de “God Bless the U.S.A.”, dieron la espalda al panel de funcionarios de la Casa Blanca y representantes de la industria de combustibles fósiles, y se marcharon. El evento continuó luego ante una sala llena, principalmente, de periodistas. Los panelistas se mantuvieron firmes, vendiendo una de las mentiras favoritas de la administración Trump: carbón limpio, o lo que al propio Trump le gusta llamar “carbón hermoso y limpio”. La semana pasada fue la primera vez que los funcionarios de la administración y sus socios elegidos —empresas de gas natural y carbón— expusieron detalladamente su estrategia energética tanto en Estados Unidos como en todo el mundo, promoviendo una visión global para la producción continua de carbón junto con una escalada en la producción de energía nuclear y gas natural. Que la presentación girara sobre la llamada tecnología de carbón limpio, una forma de captura y almacenamiento de carbono, CCS para abreviar, no debería ser una sorpresa. La frase ha sido uno de los puntos clave de conversación de Trump desde el inicio de la campaña. En un mitin en Phoenix este verano, el presidente anunció que, “Hemos terminado la guerra contra el carbón hermoso y limpio... Van a sacar carbón limpio, es decir, están sacando carbón. Lo van a limpiar”. Pero la realidad del CCS está muy lejos de las propuestas de Trump para la industria del carbón, y no es solo que su administración tenga expectativas muy poco realistas sobre lo que aún puede hacer la tecnología experimental a pequeña escala. Holly Krutka, representante de Peabody Energy y quien habló en el panel de Estados Unidos, ofreció su propia explicación sobre qué es el carbón limpio. Mientras hablaba usando oraciones lúcidas y completas, llevando al auditorio a través de las diversas tecnologías de eficiencia, no estaba más atada a la realidad que Trump. Al igual que los representantes de la Casa Blanca, enmarcó el uso continuo de carbón como un imperativo moral y ético y un vehículo para sacar a las naciones en desarrollo de la pobreza: “Mientras que algunas personas claramente creen que no hay un camino para los combustibles fósiles en un mundo con restricciones de carbono, no creemos que ese sea el caso. La discusión no debe ser si utilizamos carbón, sino cómo”. CCS puede referirse a cualquier cantidad de tecnologías incipientes que absorban dióxido de carbono de ciertos procesos industriales, incluyendo potencialmente la generación de energía a partir del carbón. El llamado carbón limpio no tiene una definición estándar, pero la lectura más caritativa del término implica capturar el dióxido de carbono generado por las centrales eléctricas que usan carbón y almacenarlo o insertarlo en algún otro proceso productivo. Actualmente hay 17 proyectos de CCS a gran escala en todo el mundo, y hay otros cuatro que se lanzarán en 2018. Su historial hasta ahora ha sido irregular. El proyecto FutureGen CCS de la era Bush fue pensado como una forma de resaltar el potencial para integrar la captura de carbono en la producción de carbón. Después de recibir mil millones de dólares (mdd) en fondos de estímulo, el proyecto permaneció plagado de problemas financieros e incumplió crónicamente sus entregas, lo que eventualmente llevó al Departamento de Energía a suspenderlo por completo en 2015. Otro proyecto CCS en una planta eléctrica en el condado de Kemper, Mississippi, propiedad de la compañía de servicios públicos Southern, superó su presupuesto en cuatro mil millones y tuvo resultados muy por debajo de lo programado antes de cambiar de carbón a gas natural a principios de este año. Un programa piloto de CCS propiedad de NRG en Texas, en la planta de Petro Nova, ha tenido más éxito. Ese proyecto entregó a tiempo y sin sobrepasar el presupuesto, aunque solo después de recibir un abundante apoyo financiero de la administración Obama. CCS aún no es comercialmente viable, y los proyectos de CCS son demasiado costosos para operar sin fondos estatales en un monto considerable. Los inversionistas privados en tales tecnologías también han sufrido grandes pérdidas. Krutka, un experto en CCS del lado de la industria, y quien posee un doctorado en ingeniería química, lamentó la escasez de fondos para CCS y la falta de atención que recibe en comparación con las fuentes de energía renovables, aunque las empresas extractivas en Estados Unidos pueden aprovechar el generoso crédito fiscal de la Sección 45Q para implementar, o afirmar estar en camino de implementar, la captura de carbono. Otros panelistas opinaron sobre el “sesgo anti-combustibles fósiles” de las instituciones internacionales, a pesar de que las naciones del G20 financian proyectos de combustibles fósiles a un ritmo cuatro veces mayor que los de energías renovables. En Estados Unidos, la división es aún más dramática: las instituciones financieras públicas otorgan 6 mil millones a compañías de combustibles fósiles cada año, en comparación con los mil millones entregados para energías renovables. Según los panelistas, el aumento en el uso de combustibles fósiles “eficientes”, que implican aún más fondos públicos, es necesario para que el mundo cumpla sus compromisos con los Acuerdos de París, y los gobiernos del mundo simplemente no están haciendo su parte.

FOTO: Anthony Kwan/Getty Images/The Inteercept

Los físicos cuentan una historia distinta. Si se agotaran, las reservas mundiales de petróleo, gas y carbón verían la temperatura global elevarse mucho más allá del límite de calentamiento de 2 grados Celsius acordado en París en 2015. Desarrollar las reservas existentes de petróleo y gas elevaría la temperatura global en 1.5 grados por encima niveles preindustriales, según un estudio de 2016 realizado por Oil Change International. Las estimaciones conservadoras para alcanzar incluso el límite más alto de los objetivos de París requieren una descarbonización total de la economía mundial para 2050, y mucho antes en países altamente desarrollados, como Estados Unidos. En ese contexto, los científicos advierten que el uso continuo de carbón, con CCS o no, simplemente no vale la pena el costo. “El carbón limpio es una palabra muy, muy peligrosa”, dijo Corinne Le Quéré, directora del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, con sede en Estados Unidos. Como la mayoría de las personas que toman una mirada sobria a las proyecciones climáticas, Le Quéré ve el CCS como una inversión crítica, pero no cuando se trata de despejar el camino para un mayor desarrollo del carbón. “No creo que el carbón sea limpio en absoluto”, dijo a The Intercept. “El carbón está sucio y produce muchas emisiones. No produce tanta energía para las emisiones como el petróleo y el gas. Punto. Así que sí, puedes hacer un poco para que sea más eficiente, pero no puedes hacer mucho. Si Estado Unidos desarrollara CCS, ésa sería la mejor contribución que podrían hacer por ahora, pero tendrían que tomarse muy en serio el despliegue y la implementación de CCS”. Eso significa que Estados Unidos debe ofrecer más que los créditos fiscales o los retrocesos regulatorios que han definido la política energética de la administración Trump hasta el momento. La expansión de CCS en serio significaría que “cada planta de energía que se desarrolle tenga capacidad para capturar y almacenar dióxido de carbono en el suelo” dentro de una década o dos, dijo Le Quéré, “y con una implementación demostrada a gran escala en los próximos años”. De las 17 instalaciones de CCS operativas a gran escala en todo el mundo, la gran mayoría canaliza dióxido de carbono capturado hacia la extracción de petróleo, o “recuperación mejorada de petróleo”. Ese hecho ha llevado a algunos a acuñar el acrónimo CCUS: siglas en inglés de captura, uso y almacenamiento de carbono, un guiño al hecho de que las emisiones capturadas no siempre se almacenan. La “C” de captura es más difícil de hacer y menos rentable que simplemente alimentar con CO2 la producción de petróleo, involucrando no solo cantidades considerables de investigación y desarrollo, sino también una construcción masiva de infraestructura para crear una red de ductos mucho más grande que la que actualmente transporta petróleo y gas natural en todo el mundo. Si bien la instalación de CCS representaría una reducción significativa en las emisiones de las plantas de carbón, no es probable que el ahorro supere el daño de poner más carbón en la mezcla energética mundial. “Incluso el carbón con CCS va a generar bastantes emisiones, y algunos escenarios, en particular escenarios de 1.5 grados, indicarían que ni siquiera se puede tener carbón con CCS porque simplemente emite demasiado”, dijo otro científico climático, Glen. Peters, a The Intercept. “Junto con el carbón, hay otras opciones para producir electricidad. Si hay otras opciones, usémoslas, es más barato”. Él y Le Quéré estuvieron en Bonn para presentar su nuevo informe, que descubrió que después de varios años estables, las emisiones globales están aumentando nuevamente. En gran parte, eso se debe a que Estados Unidos y la Unión Europea no pueden compensar el aumento de las emisiones de los países en desarrollo, que en general han experimentado un crecimiento económico impulsado por los combustibles fósiles en los últimos años. Dejando a un lado los desalentadores escenarios de emisiones, queda por ver cómo la bravata de la administración Trump sobre carbón limpio se traducirá en realidad. “Todavía tengo que entender realmente lo que la administración Trump quiere decir con el término carbón limpio”, dijo Brad Page, director ejecutivo del Global CCS Institute, un grupo internacional de socios gubernamentales y corporativos que impulsa el despliegue de CCS. “En general, lo que escucho que la gente dice sobre carbón limpio es en realidad solo el uso de la última y más eficiente tecnología para quemar carbón en las plantas de energía. CCS está ahí para capturar el dióxido de carbono y lidiar con él. Estas otras tecnologías [de carbón limpio] simplemente queman un combustible fósil de manera más eficiente, pero siguen siendo altamente emisivas”. Adoptar carbón limpio y CCS, en otras palabras, son cosas muy diferentes. Las proyecciones climáticas son dolorosamente claras: necesitamos el CSS. De hecho, los modelos de los líderes mundiales están elaborando sus políticas climáticas sin estar preparados para un futuro sin él. Los modelos climáticos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU ahora asumen que la tecnología de CCS a gran escala ya existe y se puede ampliar rápidamente siempre que el precio baje, junto con el precio global del carbón. “En los escenarios en los que todos los países del mundo comienzan la mitigación de inmediato existe un precio mundial único para el carbón y todas las tecnologías clave están disponibles”, según un resumen oficial del último informe de evaluación del IPCC, “se han utilizado como costo-efectivas”. El aumento de las CCS requerirá una combinación de oferta y demanda: una inversión masiva en investigación y desarrollo junto con un fuerte precio del carbón, que todavía podría estar a años de distancia en Estados Unidos, el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo. Esto debería molestar a cualquier persona interesada en vivir en un mundo definido por otra cosa que no sea la catástrofe climática. El organismo encargado de predecir el futuro de la vida en la tierra está basando sus modelos para comprender ese futuro en un panorama político que no existe, priorizando la preocupación por el crecimiento económico y la eficiencia sobre la supervivencia humana.

Tenemos que tener cuidado con la idea de que la nueva tecnología resolverá el problema”, dijo Kevin Anderson, también del Centro Tyndall, a The Intercept. “Las tecnologías establecidas las entendemos bastante bien. Conocemos los paneles solares bastante bien. Lo que no sabemos son cosas como el almacenamiento de energía, y simplemente asumir que van a funcionar es peligroso.

“No estoy diciendo que no deberíamos tener modelos de evaluación integrados. Simplemente no deberían dominar en la forma como entendemos el futuro. Y son opacos”, agregó Anderson. “Los modelos son geniales, pero creo que una vez que superan un cierto tamaño, se preocupan más por apoyar una posición en particular que por informar... Son una herramienta de aprendizaje. No están allí para contarle sobre el tema. No es que el gobierno de Estados Unidos esté solo en su impulso a tecnologías arriesgadas o combustibles fósiles. China, que está logrando un progreso impresionante en energías renovables y una lista de otras medidas climáticas, está financiando plantas de carbón en toda África. Alemania, ampliamente publicitada como pionera en la transición de los combustibles fósiles, sigue siendo uno de los mayores productores de carbón de Europa, extrayendo una forma particularmente sucia llamada lignito. Contra la insistencia de los grupos ecologistas, la canciller Angela Merkel, ahora en medio de un gobierno improvisado, no dio señal en su discurso el miércoles de que trataría de cambiar eso. Tal como están ahora, las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional enviarían al mundo mucho más allá de los 3 grados centígrados de calentamiento, más del doble del nivel que los pequeños estados insulares han expresado como necesario para su supervivencia. Un inventario global el próximo año comenzará a reevaluar algunos de estos compromisos, pero no es probable que se produzcan grandes cambios hasta el 2023. Estados Unidos resulta ser menos paria sobre el clima de lo que podríamos suponer. Eso no debería sugerir que Estados Unidos no es un paria, y que las críticas que la administración ha enfrentado en la COP23 no son merecidas. La Casa Blanca está sola en el escenario mundial en su total respaldo a la negación climática, y muchos estadounidenses, ciertamente los que estuvieron en Alemania la semana pasada, y la mayoría de los que interrumpieron el panel del lunes, están en desacuerdo con la posición del gobierno de Trump. Sin embargo, las negociaciones sobre el clima forman una especie de negación más silenciosa que la del gobierno, en la cual las políticas climáticas están diseñadas para no alinearse con las crecientes realidades físicas, sino con la economía que nos metió en este problema en primer lugar.