Aunque Europa enfrenta tiempos políticos convulsos, caracterizados por el ascenso de la ultraderecha en varios países, en medio de este escenario, surge un contraste significativo con las recientes políticas del Vaticano, que bajo el liderazgo del papa Francisco, ha establecido una apertura hacia la participación de personas gays y transexuales en los sacramentos del bautismo y el matrimonio.
La misiva de Francisco, dirigida a un Obispo brasileño que planteaba interrogantes sobre la inclusión de personas transexuales y homosexuales en los sacramentos, marca un hito en la posición de la Iglesia Católica. Este cambio se produce en un contexto donde la ultraderecha ha ganado terreno en Europa, generando preocupaciones sobre la estabilidad política y la orientación de la Unión Europea.
El intercambio epistolar, que tuvo lugar entre julio y octubre, aborda cuestiones fundamentales sobre la participación de la comunidad LGBTQ en los rituales sagrados. La respuesta oficial, dada por el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, respaldada por el Papa, reafirma la postura de la Santa Sede y destaca que la Iglesia no es una aduana, sino “la casa paterna donde hay lugar para cada persona con su vida trabajada”.
La carta aborda la participación de transexuales en el bautismo, estableciendo condiciones específicas y destacando que la Iglesia debe llamar siempre a vivir plenamente todas las implicaciones del bautismo. También se abordan preguntas sobre la posibilidad de que un transexual sea padrino o madrina en un bautizo, y si puede ser testigo en una boda, proporcionando respuestas que reflejan la apertura y la prudencia pastoral.
Este mensaje del Vaticano contrasta con la tendencia política en Europa, donde la ultraderecha ha logrado posiciones de poder en varios países. En este contexto, la carta refuerza la posición del sumo pontífice, quien anteriormente afirmó que “todos tienen lugar en la Iglesia”, marcando un avance significativo en la apertura de la Iglesia Católica hacia la inclusión de la comunidad LGBTQ en sus prácticas sacramentales. Este contraste político y religioso es un reflejo de la complejidad y la diversidad de los desafíos contemporáneos que enfrenta Europa.
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