La educación, a examen

11 de Diciembre de 2024

Miguel González Compeán
Miguel González Compeán

La educación, a examen

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Muy joven escuché un discurso que se grabó en mi memoria. A la postre, el orador sería secretario de Educación, Miguel González Avelar. Hombre de convicciones y preocupaciones, honesto y culto, decía entonces que el agua toma la forma del recipiente de barro que la contiene. Se refería a la importancia que la educación tiene en la formación de los educandos en todos sus niveles. Decía que sólo la educación sacaría del atraso a millones de mexicanos. Educar era el verdadero trampolín para la productividad y la mejoría de cada uno de los mexicanos. No sólo era el aumento en la planta productiva, en las inversiones y en la incorporación de México en el mundo que entonces ya se enfilaba a la globalización desbocada. Era el tipo, la manera y el contenido de la educación la que le daría forma a los mexicanos del futuro. Yo mismo compruebo la importancia de aquellas palabras todos los días que me enfrento a mis salones de clase universitaria tanto en la CDMX como en Oaxaca.

La mención viene a cuento, porque cada vez más, con angustiosa preocupación, veo en los nuevos planes y en los libros que la SEP ha introducido en las escuelas un proyecto que no se ajusta al país que somos, olvide usted al que aspiramos ser.

Mientras otra cosa no suceda, nuestro país está inserto en la economía capitalista del mundo como la economía 13 o 14. Somos número uno en la producción de cemento, pan, petroquímica, metalmecánica y tantas otras cosas más. Somos el octavo exportador del mundo y nuestra economía, como muchas de nuestras costumbres, están influenciadas por la diversidad interna de sus comunidades, la influencia de América del Norte y la nostalgia de nuestro latinoamericanismo. De alguna manera el gozne entre el norte y el sur de nuestro continente.

Educar, en ese contexto, es mucho más complejo y delicado que someterse a una sola corriente de pensamiento o a una visión ideológica del mundo. Cuando el gobierno de AMLO en la Ciudad de México propuso la creación, primero, de las preparatorias y luego de la universidad de la CDMX, se leía en la propuesta mandada a la, entonces, Asamblea Legislativa del DF donde era yo diputado, un párrafo que decía, que “el proyecto educativo del DF, consistía en formar cuadros alternativos al proyecto neoliberal prevaleciente”.

Con denodada paciencia se le explicó entonces, que el artículo tercero constitucional, cuando hablaba de que la educación debía ser laica y basada en la ciencia, no sólo implicaba que no debía haber pulsiones religiosas, sino tampoco podría someterse a una visión ideológica, fuera ésta la que fuera. Que la diversidad y libertad de los mexicanos se debía, entre otras cosas, al impulso de una educación lo más alejada de una sola visión.

Entonces reprendió a Raquel Sosa y le preguntó ¿Quién dejó ese párrafo ahí? Como si lo hubiéramos descubierto en una travesura.

Ahora como Presidente, esa visión se ha radicalizado. No sólo la propuesta de Marx Arriaga va en contra de lo que han definido como neoliberalismo, sino que abiertamente se pide a los maestros “prepararse para enfrentar las dinámicas de opresión y formar un nuevo mexicano y una nueva mexicanidad afín a la transformación irreversible del país”. Y, por supuesto, desterrar las ideas neoliberales del individualismo, el aspiracionismo y la movilidad social.

Educar contra el capitalismo, cuando aspiramos al crecimiento económico, la productividad, la superación personal del individuo y la competencia con el mundo, parece una contradicción. Esa es la vasija en la que la 4T quiere educar a los mexicanos. Las consecuencias las vamos a sufrir en unos años. Nada más, pero nada menos también.