El 22 de febrero una luna llena espléndida y muy presumida, se dejó admirar en el cielo, nuestro cielo. Trajo consigo una energía abrumadora, como si todos los miedos, incluidos los más profundos, quisieran salir y liberarse. Temores que a muchos nos hacen sentir confusión, tristeza, ansiedad y una necesidad de acompañarnos, de introspección y contención. Creo que todo esto contribuyó a esta epidemia de gripes por doquier; bien dicen que el cuerpo no se enferma, nos informa.
¿Por qué enfrentar los miedos? ¿Qué sentido tendría hacerlo? Se me ocurren varias respuestas, la que creo más importante es que al darle la cara a lo que nos genera temor, le podemos quitar poder lo que nos permite integrarlo mejor, haciendo espacio para la calma, la luz y la serenidad. Estas energías nuevas tienen frecuencias más elevadas, por lo que muchas personas sienten mareos, confusión o vértigo. Fluir se torna más complicado y sin embargo, es un momento que debemos atravesar para sentirnos más dueños de nosotros mismos, más cerca de nuestra esencia.
Alimentar el cuerpo y procurarnos contacto con la naturaleza, son acciones importantes para liberarnos de nuestros malestares y miedos. La introspección se ve favorecida y nos podemos sentir más arraigados, más conectados a nuestro cuerpo físico.
Sanear nuestras emociones es un trabajo que requiere disciplina y muchas veces ayuda, por lo que fortalecer nuestra voluntad es clave para lograr un estado más sano y equilibrado con nosotros mismos y, como reflejo de nuestro interior, con el mundo fuera de nosotros.
Para mí, abrirme a estas energías más sutiles, ha resultado una experiencia sumamente enriquecedora, donde descubro un mayor bienestar y una conexión más profunda y más entusiasta.
La luna inquieta, traviesa y molestona, que vino a hacernos ver que somos resilientes, adaptables y con una enorme capacidad de crecer, nos demostró que tenemos una oportunidad para reinventarnos cada día y que, como ella, podemos ser lunas nuevas.
Que así sea. ¡Hasta la próxima!
@didiloyola
