Duda legítima

Sin perder su esencia plural, la UNAM sí podría ser más cuidadosa y selectiva con sus invitados. Es cierto que es una casa del saber abierta a todos, pero no establecer un control sobre las agendas personales y políticas que se desahogan en ella y los motivos que existen detrás de cada una, la coinvierte en el instrumento perfecto para que impresentables de todo tipo acudan a sus aulas o auditorios a lavarse la cara con el escudo de la institución, políticamente hablando por supuesto.

Hace unos días llamó la atención que Sandra Cuevas, el ave de tempestades y escándalos que un día gobernó la alcaldía Cuauhtémoc, se apersonó en la universidad y entró a sus salones de clases a darle consejos a los alumnos. Por supuesto no hay nada ilegal en eso, pero quienes se dedican a la labor educativa tendrían que preguntarse si Cuevas en realidad tiene algo valioso que compartir con los estudiantes. Hace poco quedó clarísima su relación con el Choko, un delincuente recién aprehendido por vínculos con quién sabe cuántas mafias, y de que clase, en la Ciudad de México. El Choko está detenido y seguramente ya hasta imputado, pero Sandra Cuevas ya reconoció de manera pública porque aparecieron videos de ambos, que tenía una relación de pareja con el personaje. Eso, en cualquier investigación penal normal, hace obligado relacionarla, investigarla y por lo menos hacerla declarar ante el Ministerio Público para determinar si su vínculo personal con el sujeto la llevó a tener contactos con su círculo delictivo. En algún momento, Cuevas tendrá que declarar ante el MP por su relación con el personaje y la pregunta es obligada: ¿Fue a la UNAM a compartir su “experiencia” con los jóvenes estudiantes, o fue a tomarse fotos para su perfil de redes sociales, con la intención de usar los símbolos universitarios para verse un poco más presentable?