Para millones de personas en el mundo las secuelas de Covid-19 representan una lucha diaria contra intensos dolores musculares, fatiga mental permanente, parálisis nerviosa y una larga lista de padecimientos crónicos que, al no tener solución, han orillado a miles de pacientes a quitarse la vida en los últimos dos años.
Dos estudios independientes con datos de Estados Unidos, Japón, Reino Unido e Israel revelan que las tasas de suicidio entre pacientes con Covid prolongado tuvieron un aumento de hasta 20 puntos en los últimos meses, justo cuando las secuelas de esta enfermedad se hicieron más evidentes tras múltiples olas de contagios en estos países.
El suicidio de la escritora estadounidense Heidi Ferrer, quien padeció estos síntomas prolongados por más de un año, arrojó luz sobre las consecuencias más graves de esta enfermedad sobre la salud mental, así como el sufrimiento que viven millones de personas actualmente.
Pero este indicador de salud mental no es el único que registró aumentos críticos en los últimos meses, las ideaciones suicidas también reportaron un incremento de hasta 40% entre los pacientes que sufren Covid prolongado, un porcentaje que supera por 36 puntos al observado entre todos los adultos de Estados Unidos en el mismo periodo.
Algunas personas con esta condición han formado grupos de apoyo para enfrentar esta problemática específica, que según algunos expertos representa una “forma de sufrimiento que no es entendible para la población general, especialmente porque muchos de estos síntomas son neuronales o nerviosos, lo que produce dolor sin marcas visibles”.
Jordan Anderson, profesor de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregon, resaltó que “aquellos que tienen un caso más grave o complejo de Covid prolongado pueden experimentar una profunda sensación de impotencia”, y agregó que “algunos pacientes llevan mucho tiempo sin estar bien, por lo que están luchando tanto emocional como físicamente”.
Los investigadores de estos estudios han señalado que ignorar los efectos de esta enfermedad en la salud mental y el bienestar emocional de los pacientes representa un peligro constante que podría impactar o disparar la mortalidad por suicidio hasta por 50 puntos en los próximos dos años en las economías más avanzadas.