Con hambre no hay muro

27 de Abril de 2024

Javier Alatorre

Con hambre no hay muro

JAVIER ALATORRE

Santiago busca dinero para el pasaje de autobús a Reynosa. Me compartió de un canastito con pan de Zacatlán, estaba un poco duro, pero muy bueno.

El muchacho se está preparando para irse a los Estados Unidos y reunirse con su primo. Santiago habla con dificultad el castellano, su lengua materna es el totonaca que habló hasta los 17 años, cuando salió por primera vez de su pueblo, Tepango de Rodríguez, Puebla.

“Ahí todos están jodidos; pobres, muy pobres”, me dijo Santiago. Es el menor de seis hermanos que vivieron siempre en pobreza extrema y no han logrado salir, aunque se esfuercen trabajando en un campo de cultivo como jornaleros. El pueblo de Santiago forma parte de las estadísticas gubernamentales sobre la pobreza. Dicen los documentos que el 45% de la población de Tepango vive en pobreza extrema. El pueblo también figura en el programa de La Cruzada Nacional contra el Hambre.

A pesar de tantos programas, discursos y anuncios oficiales, Santiago y sus hermanos tienen hambre todo el tiempo.

El programa “Sin Hambre” se anunció con mucho entusiasmo en enero de 2013, cuando el muchacho totonaca tenía 17 años viviendo en pobreza extrema. Santiago, su familia y siete millones de personas más saldrían triunfales del hambre ancestral gracias a un decreto presidencial y al trabajo, sin celos ni grilla, de 19 dependencias y 90 programas federales. Todos juntos contra el hambre, aunque el reflector y el crédito quedara sobre la entonces titular de la Sedesol, Rosario Robles.

Para la cruzada autorizaron un dineral, 120 mil 369 millones de pesos para arrancar. Pero sólo gastaron el 30 por ciento. (Auditoría Superior de la Federación, 2013).

Para el 2014, el presupuesto contra el hambre fue de 160 mil millones de pesos.

Para el 2015, Ese año se atendió a la mitad de la población con hambre, no se gastó más en la cruzada y de los 90 programas federales de 2013 sólo quedaban 46. De lo que sucedió el año pasado aún no se sabe nada.

Santiago trabajaba como jornalero en Puebla cuando se anunció la Cruzada. Tres años después, viajó por primera vez a la enorme Ciudad de México.

Se instaló con sus parientes en un cuartito de Cuautepec Barrio Bajo y se impresionaba cada vez que pasaba por el Reclusorio Norte en un pesero.

Santiago nunca fue a la escuela, pero en la Ciudad de México muy pronto aprendió el castellano. Los primeros meses guardó silencio. No podía hablar con sus compañeros, no entendía ni le entendían en su primer empleo como jardinero en La Villa. “Trabajé en el cerro, donde está la cascada grande, donde está la virgen”, me dijo.

Después se contrató de lavaplatos en un negocio cercano, “ahí eran muy buenos, estudiaron la secundaria y tenían una libretita. Me decían ‘te voy a apuntar aquí tu nombre y tú lo vas copiando’. Yo les puse atención, siempre pongo mucha atención”. Santiago aprendió a escribir un poco más en el Servicio Militar.

El muchacho no sabe donde está Nueva York, pero sabe que su primo llegó hasta ese lugar desde Reynosa, Tamaulipas.

Trabajar es la historia de Santiago. Primero como niño jornalero. Después como adolescente jardinero, más tarde lavando platos entre tambos de basura, en La Villa. Ahora quiere ir al norte. No sabe nada del nuevo gobierno al otro lado de la frontera, ni del muro y las amenazas contra migrantes. Tampoco tiene claro cómo encontrar a sus primos indocumentados. Santiago no entiende de programas asistenciales, ni de la Cruzada contra el Hambre. No conoce a los polleros, ni sabe de secuestradores, ni de policías, ni de trata de personas, ni de la “migra” y las deportaciones. Santiago sabe totonaca, un poco de español y tiene 20 años con hambre.

@Javier_Alatorre Conductor del noticiario estelar de Televisión Azteca.