Lo que inició como una huelga por los efectos de la inflación mundial entre los ciudadanos, se ha convertido en Francia en una protesta que abarca desde el precio de los combustibles hasta las condiciones laborales y el sistema de pensiones.
Para este martes se espera una gran movilización convocada por al menos cuatro grandes sindicatos, lo que representará el desafío más grande que enfrentará el presidente Emmanuel Macron, quien dijo “quiero que esto se solucione lo más rápido posible”.
La huelga, que inició a finales del mes pasado, comenzó con trabajadores de Esso-ExxonMobil y TotalEnergies con el fin de exigir un aumento salarial, y si bien los representantes de la primera empresa los empleados de TotalEnergies retomaron su paro, que afecta a cuatro refinerías y cinco depósitos.
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Esta movilización se ha sumado a la que se realizó el fin de semana a cargo de los propios ciudadanos y políticos de corte izquierdista, que protestó “contra la vida cara” e incluso afectaron el sistema de trenes.
“Vamos a tener una semana como no se ve muy a menudo”, dijo el líder del partido de izquierda radical, La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, viendo la marcha como un preludio del paro generalizado convocado mañana.
Salvo los de alta velocidad, la mitad de los trenes se verán afectados, mientras que en la región de París, algunas líneas de cercanías —como la que conecta la capital con el aeropuerto Charles de Gaulle—, se verán perturbadas, así como los autobuses urbanos, anunció la empresa RATP.
La movilización se produce cuando el gobierno debe decidir si recurre a un controvertido mecanismo parlamentario, conocido como 49.3, que le permitiría aprobar sin someter a votación su presupuesto de 2023, actualmente debatido en la Asamblea Nacional.
Aunado a eso, la reforma propuesta por Macron de retrasar la edad de jubilación ha generado su propia ola de inconformes, mientras que otros ciudadanos —en su mayoría jóvenes—, señalan que el gobierno no ha hecho lo suficiente para luchar contra la crisis climática y ambiental.
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