El uso y abuso de las embajadas, consulados y representaciones ante organismos multilaterales como botín para pagar favores, quedar bien con los cuates, desterrar aliados incómodos y políticos corruptos o fracasados, no es nuevo. El anecdotario mexicano es rico en casos que levantaron ámpula durante los sexenios priistas y panistas, pero el pésimo nivel de preparación ética y compromiso público de los personajes nombrados por los gobiernos de Morena no tiene precedente. Exgobernadores con fama de corruptos, oportunistas conversos al oficialismo, exfuncionarios prepotentes y, para completar el cuadro, un activista con antecedentes de exhibicionista, son los hombre y mujeres que hoy por hoy representan a México en las capitales más importantes del mundo: Washington, Londres, París, Madrid, Roma, Berlín, Bruselas, Ottawa, Tokio, Pekín y Moscú. Los miembros del Servicio Exterior Mexicano, con décadas de experiencia y formación diplomática, han sido relegados a lugares menos influyentes.
Claudia Sheinbaum ha mantenido los nombramientos políticos de Andrés Manuel López Obrador en Washington (Esteban Moctezuma), Londres (Josefa González Blanco, denunciada ante el Comité de Ética de la SRE por hostigamiento, abuso de poder e intimidación), París (Blanca Jiménez), Madrid (Quirino Ordaz, de quien se dice usa su cargo para hacer negocios), Berlín (Francisco Quiroga), Bruselas (Rogelio Granguillhome), Tokio (Melba Pría), Pekín (José Seade), Ottawa (Joaquín González), Moscú (Eduardo Villegas) y la OECD (Sybel Galván, hija de un columnista matraquero). Las designaciones del SEM que Sheinbaum ha hecho hasta ahora son en adscripciones menos relevantes: Haití, Jamaica, Líbano, Jordania, Kenia, Turquía e Indonesia. Juan Ramón de la Fuente sostiene que hay equilibrio entre políticos y diplomáticos, pero no dice que ese equilibrio desaparece con la calidad de las plazas para el SEM. El mismo patrón existe en los consulados en Estados Unidos donde los principales se los dan a gente de la 4T, todo un tema para ser abordado en esta ocasión.
La única excepción entre las democracias del G-7 que estaba en manos del SEM había sido Italia, pero el embajador Carlos García de Alba acaba de ser desplazado por Genaro Lozano, activista del movimiento LGTBQ+ que, debido a su formación académica, algunos creen que tiene posibilidades de hacer un buen desempeño pese a su cero experiencia diplomática, si actúa como hombre de Estado, no como proselitista fanático de la causa que enarbola. Pese a lo que alegan sus fans, el activismo no es compatible con la diplomacia. En cualquiera de sus modalidades es un acto de intervención en los asuntos internos del país a donde va. La diplomacia no se define a partir de luchas sociales personales. No corresponde a un embajador convencer a nuevos seguidores para su causa, sean los derechos LGTBQ+, el cambio climático, la justicia racial, el feminismo o la defensa de los delfines y la vaquita. Mienten los que digan lo contrario. Mal hará Lozano en complacerlos. El papel de un embajador es abogar por los intereses de México, con visión de Estado y vocación de servicio. Lozano debe dejar el activismo pro-LGTBQ+ a las ONG italianas. De lo contrario, corre el riesgo de comprometer su cargo. No sorprendería que el gobierno conservador de Giorgia Meloni lo tuviera en la mira. Sería catastrófico desde el punto de vista diplomático si tuviera que salir por algún escandalo o alguna indiscreción. “Yo no lo hubiera designado en un país importante gobernado por la derecha, creo que fue demasiado poco calculado, quizá en otra lugar, pero no ahí”, me dijo un avezado diplomático.
Sheinbaum ha hecho una institución del sistema clientelar que justifica el uso de las embajadas y de los consulados para repartir cuotas entre advenedizos y corruptos, marginando al SEM, cuyos miembros han bajado de mil 300 a alrededor de mil debido a renuncias y jubilaciones. Ni siquiera bajo AMLO vimos, sobre todo al inicio de su sexenio, el persistente menosprecio por el SEM como institución y la falta de respeto a sus integrantes que hoy existe. Cabe recordar que AMLO tuvo el acierto de nombrar a la embajadora de carrera hoy en retiro, Martha Bárcena, como primera mujer titular de la Embajada de México en Washington, la joya de la corona de la diplomacia mexicana generalmente reservada para hombres políticos. Pero, como escribió la embajadora Bárcena en El Heraldo, “ahora el SEM… es despreciado y destruido por Morena y la Presidenta, manteniendo en cargos diplomáticos a impresentables”.
@DoliaEstevez