Cómo remediar la mala suerte

17 de Junio de 2025

Antonio Cuéllar

Cómo remediar la mala suerte

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En el contexto de los nuevos aranceles y el viraje drástico de los intereses comerciales de Estados Unidos hacia una mirada más interna, lograr un espacio en la agenda del Presidente Trump se ha vuelto uno de los principales objetivos diplomáticos para sus socios estratégicos. México, por su cercanía geográfica, humana, económica y comercial –con importantes implicaciones políticas–, se encuentra a la cabeza de esa lista, bajo el liderazgo de la Presidenta Sheinbaum.

A pesar de múltiples llamadas telefónicas, algunas aparentemente bien recibidas, la ausencia de un encuentro personal ha impedido consolidar un acercamiento que facilite gestos, palabras y compromisos que puedan mejorar una relación bilateral actualmente deteriorada.

En esa búsqueda, la Presidenta Sheinbaum ha enfrentado una notable mala fortuna. Dos episodios recientes lo demuestran con claridad.

Primero, el 1 de febrero, el presidente Trump firmó la orden ejecutiva 14194, amparada en una Ley de Poderes Económicos de Emergencia, imponiendo aranceles del 25% a todas las importaciones provenientes de México, con efecto desde el 4 de marzo. Esta medida resultó sumamente costosa para México, provocando una depreciación del tipo de cambio sin precedentes en los últimos años.

Como gesto político de buena voluntad, el 27 de febrero el gobierno mexicano ordenó la expulsión de 29 de los criminales más buscados por las autoridades estadounidenses. Esta decisión, amparada en la Ley de Seguridad Nacional pero que vulneró derechos constitucionales de los procesados, representó un acto inédito por su alcance y repercusiones.

No obstante, ese esfuerzo pasó prácticamente desapercibido, eclipsado por el altercado entre Trump y el presidente Zelenskyy de Ucrania el 1 de marzo. Dicho enfrentamiento, transmitido ampliamente por los medios, ocupó las portadas en Estados Unidos y el mundo, relegando el gesto mexicano a la sombra.

Ese sacrificio político y legal –arriesgado para el sistema de justicia nacional– se perdió por completo en la coyuntura mediática. Fue, sin duda, un golpe de mala suerte.

Con los aranceles ya en marcha, una economía en recesión y una política migratoria estadounidense cada vez más agresiva, la Presidenta Sheinbaum buscaba finalmente un encuentro directo con su homólogo. La oportunidad se presentó en la cumbre del G7 en Canadá. Pero, de nuevo, la fortuna no la acompañó: ante la amenaza de expansión del conflicto entre Israel e Irán, el presidente Trump canceló su participación en el evento, truncando así el esperado primer encuentro con la mandataria mexicana.

La lógica geopolítica hace comprensible su ausencia, sin que ello deba interpretarse como un desaire. Sin embargo, los hechos confirman una realidad: la Presidenta ha tenido mala suerte… dos veces.

Pero los contratiempos revelan una lección esencial para la 4T. El futuro de México no puede quedar supeditado a decisiones externas. La dependencia de las remesas, por ejemplo, es insostenible y, francamente, vergonzosa.

Como dice el dicho: no hay mal que por bien no venga. Estos fracasos diplomáticos ofrecen una oportunidad invaluable para replantear el rumbo de algunas políticas.

México debe diversificar sus relaciones comerciales. La confrontación con España –motivada por exigencias anacrónicas de disculpas históricas– ha deteriorado el vínculo con nuestro principal canal de acceso al mercado europeo. Restaurar esa relación debería ser una prioridad para la diplomacia mexicana.

La presencia de la Presidenta en el G7 es positiva. México debe apostar con firmeza por su integración en más foros multilaterales, donde puede encontrar aliados y oportunidades en materia de seguridad y comercio.

A nivel interno, el gobierno debe abandonar la ruta de debilitamiento institucional. Sin un Poder Judicial sólido, no llegará la inversión privada, nacional ni extranjera, que necesita el país. Sectores clave como el turismo, la construcción y el campo podrían detonar un crecimiento vigoroso si se canalizan los recursos hacia infraestructura y seguridad, en lugar de seguir dilapidándolos.

La Presidenta Sheinbaum no ha ganado el sorteo diplomático. Pero hay otros sorteos por delante. La mala suerte puede remediarse con buenas decisiones. Es hora de que México, al igual que Estados Unidos, también mire hacia dentro.