En estos días se está discutiendo en la Asamblea Francesa el presupuesto para 2026, y uno de los asuntos más importantes es la propuesta denominada tasa Zuckman, de la cual ya hemos escrito, pero que ahora, a propuesta del Partido Socialista, la han hecho -digamos- más light.
La propuesta original del economista Gabriel Zuckman, que es además el responsable del Observatorio Fiscal de la Unión Europea, implica poner un impuesto del 2% sobre el patrimonio de las grandes fortunas que asciendan a más de 100 millones de euros. El cálculo realizado indica que, cuando mucho, son unas 1,800 familias o domicilios fiscales los que estarían sujetos, y que el ingreso extra para el gobierno sería de entre 10,000 y 25,000 millones de euros anuales. Con esos recursos se evitarían, entre otras cosas, los recortes sociales que el gobierno del primer ministro François Bayrou sometió a la consideración de la Asamblea y que provocaron su destitución.
El Partido Socialista, que siempre ha defendido la propuesta, ha presentado una versión más ligera, que consiste en aplicar un impuesto del 3% a las fortunas superiores a 10 millones de euros, aunque con algunas excepciones, como en el caso de empresas familiares y empresas innovadoras.
El primer secretario de dicho partido, Olivier Faure, declaró el viernes pasado que, en caso de que el nuevo primer ministro, Sébastien Lecornu, -quien logró su designación con el voto favorable de los socialistas- no proponga más impuestos a los multimillonarios y a las grandes empresas, no apoyarían al gobierno, con lo cual también Lecornu caería.
Los socialistas saben que no tienen la mayoría -ni ellos ni el gobierno- para aprobar solos el presupuesto. Se necesita, en palabras del secretario del Partido Socialista, un compromiso que contenga el tema de la tasa Zuckman, si no en los términos planteados, al menos como el inicio del reconocimiento de la necesidad de que las grandes fortunas francesas paguen más impuestos.
Al economista Zuckman no le ha parecido buena la propuesta socialista, argumentando que, cuando se empiezan a hacer excepciones, de inmediato “ponemos en marcha la maquinaria de la optimización fiscal”.
Por supuesto, la derecha y la ultraderecha se han opuesto a cualquier propuesta en este sentido, a pesar de que, como se ha demostrado, las grandes fortunas francesas han duplicado su patrimonio en solo diez años. El más furioso en contra ha sido Bernard Arnault, quien controla empresas como Louis Vuitton, Dior o la champaña Moët & Chandon, y cuya fortuna se calcula en 116 mil millones de euros, siendo la segunda mayor de Francia, solo detrás de Axel Dumas y los herederos de la empresa de lujo Hermès, con 163 mil millones de euros.
Pero no solo en Francia está sobre la mesa el tema del impuesto a los multimillonarios. En Noruega, por ejemplo, durante las pasadas elecciones de septiembre se discutió un impuesto al patrimonio, y lo mismo ha ocurrido en el Parlamento del Reino Unido. Es decir, en Europa, que quizás sea la región con menor desigualdad y muchos quieren que así siga, la única forma de lograrlo es que quienes tienen más, aporten más.
Muchos hemos planteado hacer algo parecido en nuestro país, porque, a pesar de que el gobierno dice que se recaudarán 500 mil millones de pesos más de ingresos, supuestamente sin subir impuestos, lo cual no es cierto, la realidad es que no hay dinero suficiente para temas tan sensibles como la salud y la educación, que año tras año reciben recursos reducidos.
Es hora de que se abra una discusión amplia sobre el tema de una verdadera reforma fiscal que reduzca la desigualdad que tenemos. La única forma es con una mayor aportación de unos cuantos -no llegan ni al 1% de la población- que serían los sujetos a un incremento en su pago de impuestos. Se podría utilizar el método 4T y hacer una consulta pública.
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