Desde México, con amor XIII

28 de Abril de 2025

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Desde México, con amor XIII

js zolliker

Lydia salió del baño envuelta en una bata blanca, dejando al descubierto lo suficiente para que A.B. notara que no llevaba nada debajo y que sus intenciones físicas eran reales. Caminó con la seguridad de quien sabe que está siendo observada, sintiendo su mirada recorrerla con intensidad.

A.B. se acercó de inmediato, con esa calma predatoria que nunca desaparecía de su rostro, e intentó besarla. Lydia, sin embargo, lo detuvo colocando suavemente un dedo sobre sus labios.

—Un regaderazo primero —susurró con una leve sonrisa, sus ojos destilando deseo. Luego, aparentó beber un poco de whisky.

Él la miró con diversión, pero sin discutir. Se quitó la camisa con parsimonia, luego el cinturón, y se dirigió al baño.

Lydia lo observó desaparecer tras la puerta de cristal esmerilado y exhaló lentamente. Tenía segundos, quizás un par de minutos, para revisar todas sus pertenencias.

Se giró con naturalidad y recorrió la suite con la mirada: el escritorio de caoba cerca del ventanal, la maleta medio abierta en un rincón, la mesita de noche con un teléfono secundario. Lo primero que pensó fue revisar su móvil, pero su instinto la detuvo. Era demasiado obvio. Si podía entrar así a cualquier suite presidencial, seguro contaba con cámaras. A.B. no era un hombre común. Alguien como él tendría, al menos, algún tipo de vigilancia pasiva. No valía la pena arriesgarse.

En su lugar, tiró el contenido del whisky por si A.B. le había puesto algo en la bebida, tomó un vaso limpio del bar y se sirvió uno nuevo. Luego, se sentó en el sofá de piel, cruzó las piernas con naturalidad y esperó.

El agua de la regadera se detuvo y, segundos después, A.B. salió del baño con solo una toalla atada a la cintura. Se secó el pelo con otra, sin apartar la vista de ella.

—Espero que no hayas tocado nada interesante mientras me duchaba —comentó con una media sonrisa, pero con un trasfondo de advertencia.

Lydia se limitó a sostener su copa con una expresión relajada.

—¿Por qué? ¿Escondes algo interesante?

Él la observó por un instante antes de soltar una breve carcajada.

—Siempre escondemos algo, Georgina. La diferencia está en quién lo descubre primero.

En ese instante, sonó un mensaje en un tercer teléfono de A.B., uno que Lydia no había notado antes. Estaba dentro de un fino portafolios de piel italiana.

Lydia observó cómo su expresión cambió sutilmente. Algo en el aire se tensó.

—Disculpa, pero debo atender algo.

Se puso de pie, tomó el teléfono y se alejó unos pasos. Lydia fingió indiferencia, pero notó la tensión en su cuerpo. Algo cambió en el ambiente. A.B. contestaba con monosílabos. Algo acababa de cambiar en el juego.

—Disculpa, pero debo atender algo en otro lado —dijo con tono neutro.

Se dirigió al vestidor, dejando la puerta entreabierta. Lydia aprovechó ese momento para beber otro sorbo de whisky y procesar su siguiente movimiento. Si él se iba, perdería la oportunidad de mantenerse cerca y obtener más información.

Cuando él volvió, ya estaba vestido nuevamente, pero esta vez con un traje café, una camisa amarilla y una corbata que desencajaba con su normal elegancia. Tomó sus pertenencias y le dijo:

—Disfruta del lugar, tengo una reunión urgente.

Lydia dejó la copa sobre la mesa y se puso de pie con calma.

—Voy contigo.

A.B. se detuvo, la miró, midiendo su reacción, y se quedó pensando por un momento.

Continuará…

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