Diplomacia disminuida

6 de Agosto de 2025

Dolia Estévez
Dolia Estévez

Diplomacia disminuida

Dolia Estévez

Tras dos meses y dos semanas desde que Marco Rubio anunció que viajaría a la Ciudad de México, en las “próximas semanas”, y un mes y tres semanas desde que Christopher Landau, su número dos, fue a México para, entre otras cosas, preparar el itinerario de su jefe, el plan sigue en el limbo, sin que en Washington o en la embajada estadounidense puedan explicar el retraso. Una vocera del Departamento de Estado declinó comentar o decir si sigue agendado. En el corto tiempo que lleva al frente de la diplomacia, Rubio ha trotado por el mundo, pero no ha tocado pie aún en la nación con la que Estados Unidos dice tener una “relación verdaderamente única”, rompiendo la tradición de ser México uno de los primeros países que visitan los nuevos secretarios de Estado.

Para algunos, la inexplicable demora pretende enviar un mensaje político. Sabido es que Rubio se opone al contubernio de los gobiernos de Morena con los “regímenes de izquierda” de la región, como el cubano, de particular interés personal para él, y el venezolano de Nicolás Maduro, por quien Washington ofrece 25 millones de dólares por su arresto y condena por presuntos vínculos con el narco. Como senador, Rubio criticó la venta de petróleo mexicano a la isla y las misiones de médicos cubanos, advirtiendo que, si el gobierno de López Obrador se empeñaba en boicotear la política estadounidense hacia Cuba, los funcionarios mexicanos involucrados serían sancionados con restricciones de visa. “Hay un problema con el apoyo que México le ha prestado a Cuba. Si continúa, el país arriesga un manotazo del Departamento de Estado. Rubio lo ha mencionado”, me dijo Tony Payán, director del Centro para Estados Unido y México de la Universidad Rice y especialista sobre la relación.

La interlocución del la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Departamento de Estado ha consistido en llamadas telefónicas esporádicas entre Rubio y Juan Ramón de Fuente y un encuentro presencial en febrero en Washington, único viaje que ha hecho el canciller a la capital estadounidense para abordar temas exclusivamente de la agenda bilateral. En junio y julio, meses de amenazas arancelas y redadas de migrantes, no viajó a Washington a negociar con su contraparte, a diferencia de Marcelo Ebrard que, según Sheinbaum, habló con Rubio tres veces el mes pasado, suplantando de facto las facultades del canciller. En otros temas, como el de la seguridad, hay una interlocución fluida entre el secretario Omar García Harfuch y sus contrapartes en la administración Trump, pero es canal aparte, con su propio peso y dinámica, impulsado por el interés estadounidense sobre los cárteles, no por la acción de los diplomáticos mexicanos. Claudia Sheinbaum podrá decir que de la Fuente “está haciendo un gran trabajo”, pero la percepción generalizada es que ha quedado rebasado por un Washington agresivo y punitivo en el que no da la cara.

Además de visitar varios estados en Estados Unidos, ser florero de Sheinbaum en las cumbres del G-20 en Brasil y del G-7 en Canadá respectivamente, y hacer su segundo viaje a Washington para participar en la elección del nuevo secretario general de la OEA, representó a México en la reunión ministerial del Foro China-CELAC en Pekín y en la cumbre de los BRICS en Río de Janeiro. “La diplomacia mexicana se ha visto disminuida en muchos de los foros internacionales, precisamente porque sufre de incoherencia en su sustancia y en la falta de recursos. Casi nadie la toma en serio, con su discurso enfocado en la soberanía--que casi por definición tiene implicaciones aislantes para el país. Tampoco hay resonancia en Washington”, me dijo Payán. Lo más memorable de la escala carioca de de la Fuente fue la foto con Sergey Lavrov, el canciller del dictador asesino Vladimir Putin, propagandizada por la embajada rusa en México.

En México, crecen las voces que piden el relevo de de la Fuente, pero, me dijo Payan, una nueva cara no cambiaría la disfuncionalidad y declive de la diplomacia mexicana, la ausencia de talento y la falta de recursos. Tampoco las contradicciones inherentes de la 4T que impotentemente reconoce que la dependencia de México en Estados Unidos es inescapable, pero insiste en alardear un discurso patriotero y soberanista, que no tiene tracción más allá de la base de Morena. “Si Ramón de la Fuente se queda o se va no va a marcar ninguna diferencia. Los problemas son estructurales, son de fondo. Los individuos se vuelven irrelevantes”, concluyó Payan.

@DoliaEstevez