El odio como norma

31 de Julio de 2025

Emilio Antonio Calderón
Emilio Antonio Calderón
Emilio Antonio Calderón Menez (CDMX, 1997) es Licenciado en Comunicación y Periodismo por la UNAM y autor de las obras Casa Sola y Bitácora de Viaje. Ha colaborado en revistas literarias y antologías de editoriales como Palabra Herida y Letras Negras.

El odio como norma

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Imagina que, mientras uno de los máximos exponentes recientes del futbol mexicano aprovecha su auditorio para exhortar a la sociedad a “rescatar la masculinidad”, tú vives tu día a día sabiendo que cualquier momento podría ser el último a causa del machismo. Esto fue lo que vivieron, con horas de diferencia, Alejandro Carrillo en la Ciudad de México y Geraldine en Puebla.

Alejandro tiene 23 años, es gay y hace apenas unos días fue brutalmente golpeado por sus vecinos Osvaldo y Samantha Mendoza Lara. De acuerdo con su testimonio, todo comenzó con un reclamo por una fuga de agua. Lo que parecía una diferencia vecinal escaló rápidamente a insultos homofóbicos, golpes, jalones, amenazas de muerte y, eventualmente, un diagnóstico médico que incluye traumatismo craneoencefálico, edema cerebral y pérdida parcial de visión. “Pinche puto”, le gritaron mientras intentaban sacarle los ojos. “Dile a ese puto que lo voy a matar”, dijeron después a su familia.

Alejandro ya no vive en su casa. Tiene miedo. Y sin embargo, fue capaz de grabarse, dar la cara, decir su nombre y exigir justicia con la dignidad que sólo pueden tener quienes han sido despojados de todo.

Pocas horas después de que su historia se volviera viral, otra estremeció a la opinión pública. Geraldine, una mujer trans de Puebla, fue arrojada a un barranco luego de una cita fallida con un hombre al que conoció por una aplicación. Según testigos, él la insultó y, tras confrontarla, la empujó. Geraldine cayó varios metros y, milagrosamente, sobrevivió. El agresor huyó.

La diputada trans Salma Luévano fue quien denunció el caso públicamente como lo que es: un crimen de odio. Uno más en la larga lista de ataques sistemáticos que padecen las disidencias sexuales y de género en este país, y que pocas veces reciben justicia.

Mientras esto ocurre en las calles, en los cuerpos y en la vida real de personas como Alejandro y Geraldine, desde otro frente se refuerzan los discursos que alimentan esta violencia. El futbolista Javier “Chicharito” Hernández recientemente se sumó a Temach y una gran ola de influencers que promueven el llamado “masculinismo”, atreviéndose incluso a culpar a las mujeres de ‘no encarnar su feminidad limpiando y nutriendo’.

Aunque después quiso matizar, el mensaje ya estaba dado. Y lo peligroso de estos discursos no es sólo su ignorancia o su banalidad, sino su capacidad de legitimar las ideas que permiten que alguien crea que tiene derecho a golpear a un joven por ser gay o aventar a una mujer trans a un barranco por no cumplir sus expectativas.

Porque la masculinidad tóxica no sólo se expresa con palabras: se perpetúa con acciones, se celebra con aplausos y se protege con el silencio. Por eso, cada vez que una figura pública habla de “rescatar” los roles tradicionales de género, conviene preguntarnos: ¿a quiénes hay que someter para que esos roles vuelvan a imponer su orden?

El problema no es sólo lo que se dice, sino a quiénes se les dice que no deberían existir. Alejandro lo dijo con claridad: “Ser parte de la comunidad no es una condena”. Pero en México, muchas veces, parece que sí.

Un respiro desde la montaña

En otro extremo del espectro mediático, Dass Mond emerge como una de las nuevas promesas del progressive house argentino. Integrado por Facundo García (abogado) y Agustín Haeffeli (médico), este dúo musical deja de lado sus oficios cotidianos para explorar una sinergia sonora entre lo orgánico y lo digital. Su más reciente lanzamiento, Live Set at Mendoza, fue grabado en un entorno natural de montaña y combina interpretación instrumental en vivo con electrónica lanzada en tiempo real. El resultado: una propuesta atmosférica, introspectiva y profundamente emocional, que busca generar un lenguaje musical propio, con el paisaje como cómplice visual y sonoro.