Junio es el Mes del Orgullo y en muchas ciudades de América Latina, miles de personas marchan para reivindicar sus derechos pero al mismo tiempo, desde gobiernos, congresos, púlpitos y pantallas, se organizan para lo contrario. No son voces aisladas, advenedizas o desacertadas “que opinan distinto”, son discursos organizados para frenar la igualdad y que en muchos casos se valen de la maquinaria del poder para amplificar su alcance.
La derecha antiderechos regional ha hecho del desprecio su bandera. Lo vimos en Argentina, cuando su presidente Javier Milei atacó a las personas LGBTIQ+ en el Foro de Davos y cuando arremetió contra la perspectiva de género en la administración pública. En El Salvador, el gobierno de Bukele ordenó eliminar “todo rastro” del enfoque de género en materiales de las escuelas públicas. Y en Perú, sectores de derecha, mayormente políticos religiosos promueven discursos que agreden derechos fundamentales desde instituciones del Estado.
Ante el repunte de estos discursos de discriminación promovidos por la derecha en el poder, y la que quiere llegar al poder, se hace necesario que Junio sea una oportunidad frente al avance de discursos deshumanizantes. Cuando se repite que “hay libertad de ofender”, y “que no merecen sus derechos” callar no es una opción entre quienes se han comprometido con la tarea de educar para la libertad y la democracia.
Uno de los mitos más recientes y más funcionales a los discursos antiderechos consiste es hacer creer que insultar sería parte de la libertad de expresión. Se quiere hacer pasar por libertad lo que en realidad es un retroceso porque la libertad de expresión no ampara el discurso que busca despojar a otros de su dignidad y de sus derechos. No es un pase libre para incitar al odio, ni hacer comentarios denigrantes hacia otros grupos de personas. Como ha expresado el constitucionalista dominicano Cristóbal Rodríguez: “militar contra la censura no ha significado nunca, ni puede significar hoy, estar a favor de la impunidad frente al uso abusivo, intolerante y abiertamente maledicente de los derechos de los demás.” (Diario Libre, 11.06.2025).
Todo esto no es casual, es una estrategia regional organizada para justificar la negación de derechos a las personas LGBTIQ+, como lo explica el escritor argentino Jose Benegas: “en la actualidad, la libertad de expresión se utiliza para referirse a los discursos de odio, que no son solo un reflejo de prejuicios existentes, sino el programa de la ultraderecha y el combustible principal de su demagogia y agitación.” (Peru 21, 08.06.2024)
En ese sentido, lo preocupante no es solo que los discursos de odio crezcan, sino que hoy se originan en proyectos políticos, se impulsan desde el Estado y con cobertura mediática estatal, que son estructuras que deberían estar al servicio de los derechos de todos sus ciudadanos.
Un hallazgo que llamó la atención en el Informe Discurso de Odio y Orgullo LGTBIQ+ en la conversación digital (2023) de LLYC fue “la retracción del colectivo LGBTIQ+ y de sus aliados a la hora de emitir mensajes de apoyo o celebración en un contexto de polarización creciente en el que la conversación detractora aumenta”. Alertaban de una “vuelta al armario” de la conversación positiva sobre el colectivo.
Y esto tambien debería encender alertas porque lo que se expresa en las redes alimenta la justificación de retrocesos en derechos y políticas públicas de diversidad e inclusión. Hay que tener presente entonces que este retroceso no empieza con los ataques de políticos en el poder sino antes cuando se normalizan sus discursos discriminatorios en el debate público, incluidas las redes sociales.
Por eso, junio es una oportunidad para educar y desmontar mitos porque callar nunca protegió a nadie. Y si no hablamos nosotros, hablarán quienes buscan legitimar la discriminación. Quienes defendemos la libertad no podemos callar frente a discursos de odio, y menos aun cuando se disfrazan de libertad. Alzar la voz en defensa de la diversidad, de las minorías y de los derechos LGBTIQ+ es parte esencial de sostener la libertad y la democracia.