“Un pueblo hambriento no atiende razones, ni se pacifica con la justicia, ni se doblega ante ninguna súplica”.
Séneca
Probablemente uno de los sentimientos más difíciles y atroces que existen sea la preocupación no sólo por no tener qué comer sino, además, no poder brindarle a tu familia lo necesario para que tengan los nutrientes adecuados; sin embargo, esta situación afecta a millones de personas alrededor del mundo.
Pareciera irónico, sobre todo frente a una sociedad cada vez más globalizada e interconectada, donde la inteligencia artificial ha comenzado a cambiar los escenarios y donde el avance tecnológico predomina en todos los rubros, que no sólo exista quien pasa hambre sino además que este número haya aumentado en significativamente los últimos años.
De acuerdo con datos del Informe mundial sobre las crisis alimentarias, casi 282 millones de personas en 59 países y territorios experimentaron altos niveles de hambre aguda en 2023, un aumento mundial de 24 millones con respecto al año anterior.
El documento menciona que el aumento del número de desplazados forzosos por conflictos e inseguridad, el cual alcanzó los 90 millones en los 59 territorios -el más alto en ocho años de informes- demuestra la alta correspondencia entre este fenómeno y la inseguridad alimentaria aguda; siendo Sudán quien tuvo la mayor crisis de desplazamiento.
Otro de los factores que se consideran como catalizadores de estas crisis son las condiciones meteorológicas extremas, lo anterior ya que muchos países tuvieron que hacer frente a una recuperación prolongada de sequías o inundaciones; incluso se registró el 2023 como el año más caluroso hasta el momento.
Aunado a los dos puntos anteriores también se debe reconocer que las recesiones económicas afectaron a 21 países, donde ya alrededor de 75 millones de personas se enfrentaban a altos niveles de inseguridad alimentaria aguda, debido a su elevada dependencia de alimentos e insumos agrícolas importados, y a los persistentes desafíos macroeconómicos.
Nuestro país, a pesar de los esfuerzos aún se enfrenta a este serio problema, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Salud Pública, 59.1% de los hogares mexicanos no tiene los recursos adecuados para obtener una alimentación suficiente en cantidad y calidad.
¿De qué forma podemos hacer frente a un problema tan severo como la falta de suficiencia alimentaria? y ¿cómo afecta el hambre prolongada a otras esferas personales y sociales?, el problema no sólo radica en no tener comida, sino también implica no contar con alimentos que tengan los nutrientes adecuados o el no consumir las porciones necesarias.
La inseguridad alimentaria además de impactar en el crecimiento de las niñas y niños, contribuye a la falta de concentración para un desempeño adecuado en las escuelas y el aprendizaje y produce afectaciones a la salud como la desnutrición, la obesidad y la propensión al desarrollo de diabetes, entre otras muchas enfermedades.
Finalmente, pero no menos importante; no se puede perder de vista que uno de los aspectos que ha modificado los procesos de alimentación ha sido la creciente migración hacia las urbes y el casi nulo incentivo que se ha tenido a la agricultura a nivel mundial; a lo anterior hay que sumar las dificultades que enfrentan los pequeños, medianos y grandes productores para la comercialización de sus mercancías e incluso la falta de disponibilidad de agua para la agricultura y el consumo humano que se distribuye de manera inequitativa e insuficiente.
Con el paso de los años somos cada vez más conscientes que los problemas, lamentablemente, la mayor parte del tiempo se encuentran conectados; por lo que pensar en soluciones innovadoras, puntuales; pero sobre todo quizá radicales será cada vez más evidente y necesario. El tema de la alimentación es un asunto de seguridad nacional, no entenderlo así nos llevará a confrontar serios problemas.