La basura en el drenaje profundo

12 de Julio de 2025

Miriam Saldaña
Miriam Saldaña

La basura en el drenaje profundo

Columna invitada_Redes

En las entrañas de la Ciudad de México existe un mundo paralelo, uno que muy pocos conocen y al que casi nadie quiere mirar: el drenaje profundo. Allí, en la oscuridad más absoluta, donde el aire es espeso y el silencio pesa más que el concreto, trabaja Julio César Cu Cámara, el único buzo de aguas negras en el mundo. Su labor no solo es extraordinaria por lo inusual, sino también por el nivel de riesgo que implica. Y es que cuando Julio se adentra en los túneles del drenaje, no lo hace nadando libremente: muchas veces tiene que avanzar a gatas, como si reptara en un pantano urbano de residuos acumulados. No se trata de una exageración.

Las toneladas de basura que llegan diariamente al drenaje profundo son tantas que forman verdaderas montañas de lodo y desechos, obstruyendo el paso del agua y, peor aún, dificultando el trabajo de quienes tienen que entrar a resolver estos colapsos. Las coladeras han sido tomadas por muchos como botes de basura improvisados. Desde pañales hasta muebles, pasando por cubetas, bolsas de plástico, llantas, ropa y hasta electrodomésticos. Todo acaba en el sistema de drenaje. Las bombas de agua instaladas en estaciones clave del sistema hidráulico de la ciudad cuentan con rejillas y filtros que intentan atrapar los sólidos antes de que ingresen a los túneles. Sin embargo, estos filtros no son suficientes.

Cada día, miles de toneladas de basura escapan a este primer nivel de contención y se van directo al drenaje profundo, donde los riesgos se multiplican. Julio César, con más de tres décadas de experiencia, ha contado cómo en más de una ocasión ha tenido que arrastrarse entre capas de basura mezcladas con lodo fétido que forman una especie de terreno movedizo. Su traje de buzo es equiparable al de un astronauta conectado por tres cables al mundo exterior: en uno pasa el oxígeno, en otro la voz y el tercero lo guía de regreso.

Basta un movimiento en falso, un pequeño error o un atasco inesperado para que su vida corra peligro. Las corrientes pueden cambiar sin aviso, los gases acumulados pueden ser letales, y el propio peso de los desechos puede inmovilizarlo. Pero lo más alarmante de todo esto es que la raíz del problema no está en las profundidades, sino en la superficie. La cultura del desecho, la falta de educación ambiental y el abandono de la responsabilidad ciudadana son las verdaderas causas del colapso silencioso de nuestro drenaje.

Mientras arrojemos basura a la calle como si fuera tierra de nadie, mientras miremos una coladera y pensemos que es un lugar adecuado para deshacernos de lo que ya no queremos, seguiremos poniendo en riesgo no solo el sistema de drenaje, sino también la vida de quienes lo mantienen funcionando. No basta con campañas esporádicas o llamados al civismo en redes sociales. Se necesita una estrategia estructural que comience con la educación desde la infancia y se complemente con políticas públicas firmes y permanentes. Debemos sancionar, sí, pero también enseñar. Debemos modernizar nuestro sistema de residuos y, sobre todo, entender que cada pedazo de basura que no llega a su destino correcto es una amenaza directa a nuestra infraestructura urbana. El drenaje profundo es una de las obras más impresionantes de ingeniería en el país. Su objetivo es evitar inundaciones y colapsos sanitarios, y sin embargo, lo estamos condenando al colapso por nuestra indiferencia. La historia de Julio César Cu Cámara es la de un héroe que trabaja en la oscuridad para que nosotros podamos vivir en la superficie sin pensar en lo que ocurre debajo. No deberíamos esperar a que se ahogue en una avalancha de basura para reaccionar.

Porque al final, la basura que ignoramos no desaparece: simplemente se esconde, en lo profundo.