La importancia de lo menos importante

3 de Noviembre de 2025

Pablo Reinah
Pablo Reinah
Periodista con 28 años de experiencia en televisión, radio y medios impresos. Ganador del Premio Nacional de Periodismo 2001, ha trabajado en Televisa, Grupo Imagen y actualmente conduce el noticiero meridiano en UNOTV. Ha colaborado en medios como Más por Más, Excélsior y Newsweek. Es autor del libro El Caso Florence Cassez, mi testimonio y asesor en medios de comunicación.

La importancia de lo menos importante

Pablo Reinah columnista

Con tantos problemas en el país —inseguridad rampante, economía estancada, corrupción que carcome a ciertos personajes e instituciones— resulta casi obsceno que los reflectores mediáticos se vuelquen sobre el litigio entre particulares de Simón Levy Dabbah. El exsubsecretario de Turismo en el sexenio de AMLO, convertido en crítico acérrimo de la 4T, ha protagonizado esta semana una telenovela digna de Hollywood: detención anunciada en Portugal por la Fiscalía de la CDMX, desmentidos en vivo desde supuestas ubicaciones inciertas y, como remate, un “atentado” que él mismo denuncia con dramatismo. ¿Quién le vio carácter informativo a este embrollo?

Levy enfrenta dos órdenes de aprehensión por delitos contra el ambiente y amenazas, derivados de un viejo pleito inmobiliario con la empresaria Emma Yolanda Santos. Todo inicia en 2019: él, como dueño de un edificio en Polanco, habría construido dos pisos ilegales y, en un arranque de furia captado en video, golpeó la puerta de Emma Santos durante una discusión. Ella lo denunció por acoso y daños; él acumuló inasistencias a audiencias.

El miércoles 29 de octubre, la FGJCDMX informó sobre su captura en Lisboa, confirmada por la presidenta Claudia Sheinbaum en la mañanera: “Es de una denuncia que puso un particular contra él hace tiempo”. Interpol, según documentos filtrados, registró la detención con fines de extradición. Punto.

Pero entra Levy en escena y publica en X: “Me quisieron matar y, además, inventarme mil cosas más. Estoy bien y bien de salud”. En entrevistas relata un atentado “mortal”: dos sicarios le disparan en la calle, y su escolta lo salva empujándolo a un auto blindado. “Recibí amenazas de Morena por criticar a AMLO”, suelta como bomba. Al día siguiente aparece en un hotel lujoso, jurando estar en Washington D. C., libre y a salvo. Para rematar, un video saludando a Sheinbaum: “Aquí estoy, presidenta, con cariño”.

Ya que lo entrevistaron, ¿alguien le pidió detalles de su “atentado”? En las grabaciones, Levy es vago: “Dos personas intentaron dispararme hace 12 horas”, “fui advertido por criticar al expresidente”. ¿Dónde ocurrió? ¿Testigos? ¿Denuncia formal con folio? Nada. Ni coordenadas, ni hora exacta, ni descripción de los agresores. Solo lágrimas en vivo y acusaciones a “narcopolíticos” de Morena, sin pruebas.

Mientras tanto, el abogado de la señora Santos, Juan Fuentes, viaja a Lisboa y graba un video demoledor: el “fondo de Washington” es el River Lounge del Hotel Myriad, en Portugal. “Estamos muy lejos de D. C.”, dice Fuentes, sentado en la misma mesa. Levy queda exhibido.

Este sainete no solo eclipsa temas urgentes —la masacre en Chiapas, la inflación que ahoga a las familias, el desmantelamiento de Pemex—, sino que ilustra el periodismo de hoy en México. ¿Cuántos quisieran la atención de los medios para dar a conocer temas importantes? Activistas de derechos humanos, como los de la desaparición de los 43, mendigan micrófonos para visibilizar fosas clandestinas. Periodistas independientes, acosados por narcos y políticos, sueñan con entrevistas en prime time para exponer contratos millonarios opacos. Víctimas de feminicidios, comunidades indígenas desplazadas por megaproyectos, científicos que alertan sobre el cambio climático en un país vulnerable: todos compiten por un espacio que Levy acapara con su show personal, mientras el verdadero drama nacional pasa inadvertido.

Urge un periodismo que indague, no que amplifique; que priorice lo colectivo sobre lo sensacional. Porque, con tantos problemas en el país, no podemos darnos el lujo de distraernos con litigios particulares que a nadie interesan. ¿A usted, sí?