La viga en el ojo propio

31 de Octubre de 2025

José Ángel Santiago Ábrego
José Ángel Santiago Ábrego
Licenciado en Derecho por el ITAM y socio de SAI, Derecho & Economía, especializado en litigio administrativo, competencia económica y sectores regulados. Ha sido reconocido por Chambers and Partners Latin America durante nueve años consecutivos y figura en la lista de “Leading individuals” de Legal 500 desde 2019. Es Presidente de la Asociación Nacional de Abogados de Empresa y consejero del Consejo General de la Abogacía Mexicana. Ha sido profesor de amparo en el ITAM. Esta columna refleja su opinión personal.

La viga en el ojo propio

José Ángel Santiago Ábrego

Amo el debate. Amo la exploración de ideas. Creo que el diálogo es un regalo de Dios para tratar de alcanzar lo que es verdad”, Charlie Kirk.

Desde hace algunos años, Charlie Kirk acudía a las universidades y se sentaba por horas frente a una multitud a debatir. Abiertamente y frente a todos: frente a unos cuantos, al principio; frente a cientos o miles, después. Quienes participaban hacían filas para alcanzar su turno y, con libertad, abrían discusión sobre cualquier tema. En la dinámica cabía todo: desde reflexiones afines de carácter personal y profesional, hasta intensas y acaloradas críticas a sus opiniones religiosas y políticas; desde expresiones de apoyo y agradecimiento, hasta furiosas denostaciones de carácter personal. A más de uno ofendía la libertad y firmeza con la que se expresaba. Y, el miércoles pasado, alguien le puso una bala en el cuello.

Kirk no fue al college y, sin embargo, bien podría ser una de las personas más ágiles y con más recursos para debatir que he visto. Sus posiciones eran eminentemente conservadoras y, si bien tenían fuerte asidero religioso, era capaz de defenderlas con razonamiento secular informado. Era su opinión que muchas universidades han sido cooptadas por el radicalismo progresista y el subjetivismo moral disfrazado de corrección ética, lo que ha transformado la educación en adoctrinamiento. Se oponía a movimientos aparentemente liberales, caracterizados paradójicamente por la intolerancia a la disidencia y a todo aquello que cuestione las premisas de los dogmas que utilizan.

Por ello, en sus eventos, buscaba cuestionar y combatir estos fundamentos ideológicos, e invitaba a vivir observando valores propios de la sociedad occidental (hablar con verdad, buscar propósito en valores superiores y ejercer la libertad con responsabilidad, eran, en su opinión, propios de una vida basada en la virtud). Y no es casualidad que, para esos eventos, escogiera el principal campo de batalla de las ideas: los espacios públicos de las universidades. Precisamente el lugar donde confluyen profesores, trabajadores y alumnos a exponer, criticar, escuchar, contrastar y construir. En las universidades creó y nutrió lo que concibió como colectivos de resistencia conservadora al radicalismo.

Pero las opiniones y debates de Kirk no se limitaron a los aspectos filosóficos y cristianos. Incluyeron de manera importante a la política, y es justo en demografía, migración, aborto y regulación de las armas donde se dieron algunos de sus debates más controversiales.

Si bien creía en la igualdad entre personas, pensaba que unas culturas eran mejores que otras en función de su fundamento en valores trascendentes; de hecho, llamó a negar visas a los indios para preservar puestos de trabajo para los estadounidenses. Creía que ser pro-life era serlo sin excepciones y que, por tanto, el aborto era asesinato. Defendió con fuerza la Segunda Enmienda y el derecho a defenderse, incluso si eso implicaba perder algunas vidas a causa de las armas. Incluso, creía que el woke es una religión que demanda obediencia y castiga a los herejes, construida a partir de mentiras de género, raza y naturaleza humana.

Uno podría no estar de acuerdo con alguna o todas estas aproximaciones. Incluso, querido lector, podrían parecerle reprochables. Pero el que una persona exponga su tren de pensamiento y lo someta al escrutinio público no solo es un gesto de valentía digno de respeto, sino un acto que contribuye a una sociedad sana. Una sociedad donde lo importante, más que aplaudir o condenar con indignación lo que se dice, es generar conversación. Porque generar conversación es invitar a quienes en ella participan a cuestionarse sobre sus creencias, a pensar y explicitar lo que realmente se quiere y a hacer conscientes las propias convicciones. Es traer a la superficie y hacer visibles motivaciones que antes estaban escondidas y, por tanto, es la libertad de decidir si se preservan o se sustituyen por algo más valioso que oriente nuestros pensamientos, actos y palabras.

¿Era Kirk racista y fascista, como llegaron a espetarle? No lo sé, pero me da la impresión de que una pregunta como ésta nos lleva a negar la discusión de sus ideas desacreditando a la persona. Quizás un mejor punto de partida sea, estimado lector ¿en algún momento de este texto sintió usted necesidad de censurarlo? Porque, en última instancia, el autoritarismo podría estar escondido precisamente en la respuesta a esta interrogante.