Los apestados

23 de Octubre de 2025

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

Los apestados

raymundo riva palacio AYUDA DE MEMORIA

1ER. TIEMPO: Mejor de lejitos. En política, nada es más cruel que el olvido. El poder, que hasta ayer parecía eterno, suele tener la memoria de un pez dorado, como se dice coloquialmente a alguien que olvida las cosas muy rápido. Y en el círculo cercano a Palacio Nacional, donde la lealtad se mide por la utilidad y no por la amistad, ya se habla de figuras que, de ser operadores influyentes y privilegiados, hoy son considerados apestados. Todos lo vimos en el informe de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, donde colocó a “Andy”, Andrés López Beltrán, hijo de su mentor que la llevó a Palacio Nacional, y a Adán Augusto López, coordinador de Morena en el Senado, en la quinta y sexta fila de los invitados. Estaban ubicados como el protocolo decía, junto a la líder de Morena, Luisa María Alcalde el primero, y con los legisladores el segundo, pero el vacío que se hacía a su alrededor no pasó desapercibido. Ahí, en medio de todos y lejos en la inmensidad del patio central de la sede del Gobierno, aquella petulancia con la que caminaban y saludaban, proyectando desdén a quienes consideraban inferiores, se esfumó por sus escándalos. El primero por su derroche de dinero que afectó la imagen de su padre y al movimiento que encabeza, que hizo de su ataque a los ricos, como lo presume hoy su hijo, una bandera política que lo llevó a la Presidencia. El segundo, en cuya casa familiar vivió Andrés Manuel López Obrador de joven, su “hermano”, como lo llamaba, por el escándalo que lo liga -sin pruebas en este momento- con el crimen organizado en Tabasco. Debieron haber ido contra su voluntad, pero con la necesidad política de no atizar el fuego y desdén de la presidenta, y caminar lo menos posible en los pasillos y saludar sin sonrisas ni ganas, posiblemente, para irse a refugiar a sus sillas, en una micro Siberia. A quienes se sentían superiores y el protocolo no les importaba, porque ellos lo controlaban, regresaron a una realidad de la que nunca se debieron haber escapado. “Andy” no es nada sin su padre, ni tampoco hubiera ejercido un poder de ministro sin cartera de no ir cargando el López Obrador sobre sus hombros. Adán Augusto, político perverso y con oficio, tampoco hubiera alcanzado la prominencia nacional que tiene -ahora en el aparador incorrecto-, de no haber sido traído del Trópico por su amigo de juventud, que lo ungió como un hombre poderoso. El padre le dijo al hijo que se callara y guardara un perfil bajo. La presidenta le mando decir al senador que hiciera lo mismo. Lo han cumplido. Le corren a la prensa, como animalitos aterrados. Qué lejos están los días cuando usurpaban un poder que no les pertenecía.

2DO. TIEMPO: La cercanía con López Obrador no bastó. No hay duda alguna. Andrés López Beltrán, “Andy”, y Adán Augusto López, se aprovecharon de su cercanía con el expresidente Andrés Manuel López Obrador. Lo hicieron, por definición, de manera distinta. “Andy”, su hijo, lo ha hecho principalmente a través de su oposición familiar y simbólica dentro de Morena, el partido que fundó su padre, en donde no dejaba de repetir que él, no la presidenta Claudia Sheinbaum, era el responsable del legado de su padre. Adán Augusto, en cambio, consolidó una carrera política robusta a nivel nacional, con el respaldo del expresidente. Durante años se le atribuyó a “Andy” el papel de enlace invisible entre Palacio y los grandes intereses políticos y económicos. Era el atajo a ver a su padre, quien abría la puerta, con quien buscaban tejer acuerdos y candidaturas, porque se le creía ser el verdadero oído del mandatario, quien por años lo fue educando para ser, en efecto, quien encabezara el movimiento que haría eterno, pensaba, su legado. Hoy, sin embargo, el brillo se apagó: en el círculo del poder del obradorismo ya no se le menciona como el guardián de ese legado y, peor aún, algunos cercanos lo acusan de haber confundido la lealtad con la arrogancia. Para quienes antes lo buscaban con reverencia, ahora es un lastre. López Obrador, su propio padre, ha expresado su molestia con él en varias reuniones con cercanos en Palenque, donde vive escondido, por el daño que le causó a él y al “movimiento”. Les ha dicho que ni “Andy” ni su primogénito, José Ramón, que parece más vago que otra cosa, gastando dinero que nunca ganó y exhibiéndose en las redes sociales para mostrarlo lo que nunca había tenido, no entendieron lo que construyó y le quitaron cimientos que pudieran destruir su obra. Adán Augusto, que fue gobernador en Tabasco, exsecretario de Gobernación y aspirante frustrado a la candidatura presidencial, no entendió que su papel en la sucesión tutelar que organizó López Obrador era el de una figura que solo legitimaría el proceso, y confundió en dónde estaba. Su cercanía con el presidente lo convirtió, o al menos eso pensó por un breve instante, en el sucesor natural, olvidando que en regímenes verticales, los monarcas no heredan al hermano sino a los hijos. Sheinbaum era la única que entraba en esa categoría. Su ceguera hizo que su historia se torciera. No sólo perdió la carrera interna frente a Sheinbaum, sino también el favor del círculo íntimo. De “hermano político”, está pasando a ser apenas un recuerdo incómodo, aunque todavía López Obrador quisiera evitarlo.

3ER. TIEMPO: Siguen ahí, pero no existen. Gracias a una chicanada en la Cámara de Diputados para evitar que la panista Kenia López Rabadán recibiera el primer informe presidencial de Claudia Sheinbaum, el diputado Sergio Gutiérrez Luna vivió horas extras en el cargo y apareció en la primera fila de invitados durante el mensaje de la presidenta en Palacio Nacional. A lo lejos, en la sexta fila, sentado con los hombros encogidos como si estuviera arrumbado, estaba el senador Gerardo Fernández Noroña, que se apresuró a cavar su tumba política en unos cuantos días al entrar en un fenómeno de barrena personal porque, hasta hoy, no ha podido explicar de dónde sacó el dinero para comprar una casa de 12 millones de pesos en Tepoztlán. Dice que fue un crédito hipotecario, que difícilmente se lo habrían entregado por su nivel salarial, pero la declaró como un préstamo personal, que es aún más extraño. Los dos fueron parte de la cuarteta de apestados en Palacio Nacional, en el acto donde Sheinbaum leyó un mensaje político por su primer informe. Los dos estuvieron buscando denodadamente una cita con ella para platicarlo sus cuitas y deseos. Gutiérrez Luna, que alcanzó fama a nivel nacional no por su trabajo, sino por ser esposo de la diputada Dato Protegido, como se le quedó para siempre el mote a Diana Karina Barreras que denunció a una ama de casa sonorense, Karla Estrella, por supuesto “desprestigio” y la obligó a disculparse diariamente durante un mes, nunca fue recibido por Sheinbaum. Fernández Noroña persiguió una cita en tres ocasiones para pedirle que lo apoyara para reelegirse en la presidencia del Senado, pero tampoco lo recibió. En Palacio Nacional mostraban su molestia con Gutiérrez Luna y la diputada Dato Protegido porque tras sus ataques a las libertades y excesos, comenzaron a ser escudriñados y les fueron encontrando riquezas que sus salarios no alcanzaban a alcanzar. Con Noroña las cosas están peor. La presidenta tiene una opinión sumamente negativa del senador, a quien considera poco inteligente que solo, con sus declaraciones, la mete en problemas. La política mexicana es pródiga en ejemplos de ascensos fulgurantes y caídas espectaculares. Lo que diferencia a unos de otros es si saben reinventarse o si se resignan al ostracismo. Por ahora, Andrés López Beltrán, Adán Augusto López, Gutiérrez Luna y Fernández Noroña, parecen destinados al olvido, convertidos en recordatorio de que en el círculo de poder, la cercanía es efímera y la traición, muchas veces, se disfraza de silencio.

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