Mañana, después de que rinda protesta y envíe su primer mensaje como presidenta constitucional, México empezará a conocer a la verdadera Claudia Sheinbaum Pardo, pues lo visto hasta ahora, incluso tras su victoria del 2 de junio, es una actuación necesaria para asegurarse de cruzar su propio Rubicón: el 1 de octubre.
Como candidata y aún después de su triunfo, Sheinbaum ha recorrido un camino particularmente complicado. La crítica, dentro y fuera de su partido, dentro y fuera del gobierno, ha sido descarnada. Lo menos que le han cuestionado es una completa subordinación a López Obrador, no tener margen de maniobra y parecer, más que la presidenta electa, la administradora de un proyecto ajeno, con nulo poder de decisión.
Los comentarios publicados en el órgano oficial de difusión de la 4T después del primer debate presidencial ilustran el fuego amigo. Las acusaciones por, supuestamente, no haber defendido al presidente con la vehemencia que él hubiera querido, fueron mensajes inequívocos de lo que un grupo de Morena y el círculo cercano a López Obrador, esperan de ella.
La actitud del presidente, decidido a no ceder un centímetro mientras su sexenio no haya terminado, empeñado en imponerle colaboradores, determinado a marcar la ruta del próximo sexenio, disfrutando hacerse acompañar de ella en su gira del adiós, cuando debería dejarla trabajar en la preparación del arranque de su gobierno, tampoco ha ayudado a conocer perfil, prioridades y proyecto de Sheinbaum.
Sin embargo, se equivocan quienes piensan que la presidenta llegará sola, maniatada y sin fuerza para imponer sus convicciones, su criterio y sus prioridades al rumbo del país. Ella asumirá el cargo con una serie de instrumentos y apoyos sin referente en los más de 200 años de historia. Además, sus aliados como presidenta son muchos y de gran peso.
Sheinbaum llega con el respaldo de 36 millones de votos. Nunca un presidente había sido tan votado y eso es legitimidad pura. Tiene la mayoría parlamentaria, calificada, en ambas cámaras. Cuenta, si quiere tenerlo, con el apoyo institucional de los dos coordinadores parlamentarios de esas mayorías: Ricardo Monreal y Adán Augusto López. Muchos los consideran operadores de López Obrador impuestos a Sheinbaum, pero olvidan que los dos son damnificados políticos del presidente tabasqueño.
Monreal ha sido objeto de todo tipo de desprecios y malos tratos a lo largo del sexenio; el último fue operar para revertir la anulación de la elección en la alcaldía Cuauhtémoc, en perjuicio de su hija. Adán Augusto López, el llamado hermano, carga con el agravio de haber sido sacado del gobierno de Tabasco para colocarlo en Gobernación con la promesa de hacerlo candidato presidencial, pero al final fue colocado debajo de Gerardo Fernández Noroña en el resultado de la “encuesta” de Morena. Tiene una senaduría, pero es mucho menos de lo prometido. Tanto Monreal como Adán Augusto son priistas de formación. En su ADN político está la lealtad a la figura e institución presidenciales. Lo han sido y lo serán a López Obrador mientras la encarne, para luego ser igual de leales con Claudia Sheinbaum en cuanto tome posesión.
Lo mismo puede decirse de Marcelo Ebrard y de Juan Ramón de la Fuente. El primero tiene un doble agravio: cedió su lugar a AMLO cuando era el candidato más fuerte en 2006 y cuando era su turno, fue maltratado en el proceso interno morenista cuya equidad cuestionó. De la Fuente trató de ser canciller en el último año del gobierno lopezobradorista y fue despreciado por el mandatario. Eso lo llevó a dejar la representación de México ante la ONU y sumarse al proyecto de Sheinbaum.
Muchos gobernadores morenistas comparten el ADN político priista, Son leales a la figura e institución presidenciales, más que a un caudillo. La presidenta tiene de su lado, además, otra institución fundamental: las fuerzas armadas de las que será comandante suprema desde mañana.
Claudia Sheinbaum tendrá de su lado a los científicos, académicos y estudiosos universitarios. La consideran una de ellos y esperan su refrendo al conocimiento, a la libertad de cátedra y a la autonomía de las universidades.
Por si todos esos aliados y respaldos institucionales no fuera suficiente, la Presidenta tendrá de su lado, desde que tome posesión, a toda la sociedad civil que no votó por ella el 2 de junio pasado, pero que ve en su llegada una esperanza sólida de terminar con la polarización y confrontación maniquea, que además está en contra de todo lo que suene a maximato o dinastía hereditaria. El expresidente Ernesto Zedillo lo dijo con mucha claridad en su entrevista con Ciro Gómez Leyva: la doctora Sheinbaum tiene la capacidad de ver la disyuntiva y entender la decisión que deberá tomar. En definitiva, Claudia Sheinbaum no llega sola ni carente de poder. Al contrario.