1ER. TIEMPO: El cortesano va de nuevo. Se acerca la elección del nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial y su dirigente actual, Francisco Cervantes, está volviendo a operar, no para quedarse al frente como mañosamente lo hizo hace un año, sino para que sea electa una persona que responda a sus intereses, pero, sobre todo, a los de su patrón extraoficial, Carlos Slim. Su sustituto saldrá en la segunda semana de diciembre, en el marco de la Asamblea General del organismo cúpula, donde como lo hizo hace un año, está maniobrando con el poder para conseguir el objetivo de llevar a una mujer al frente del CCE. Cervantes, que para reelegirse por tercera ocasión hizo una trampa, lograr que le ampliaron su último periodo hasta diciembre de este año, hizo un acuerdo con dos de sus entonces adversarios, para apaciguarlos, José Medina Mora, que era presidente de la Coparmex, y Juan Cortina, presidente del Consejo Nacional Agropecuario: en la siguiente elección, dentro de mes y medio, ellos serían los candidatos a presidir el organismo. Pero como sucedió en ese entonces, cuando erróneamente pensaron que sería una competencia seria, tampoco lo es en la actualidad. En 2023, el presidente Andrés Manuel López Obrador mandó el mensaje a los líderes de las organizaciones cúpulas del empresariado, que quería terminar su sexenio con Cervantes al lado. Le había sido muy funcional. Era el empresario que siempre habían querido los presidentes: dócil, sumiso y quedabien con unos, los poderosos. Con López Obrador se comportó de la misma manera como lo hizo con su antecesor, el presidente Enrique Peña Nieto, genuflexo y pusilánime. A cambio, tuvo acceso a Palacio Nacional. No había reunión con empresarios donde no estuviera presente. Logró trascender el relevo de gobierno con sus mismas prebendas, aunque a diferencia de lo que tuvo con el expresidente, con Claudia Sheinbaum tiene una ventanilla más cerca de sus intereses: Altagracia Gómez, la empresaria heredera del emporio de Minsa, el gigante en la producción de harina de maíz, que se le metió a la presidenta Sheinbaum, que la hizo su enlace con el CCE. Cervantes y Slim la persuadieron de que tenía que haber una mujer al frente del organismo, como parte de la apertura de Sheinbaum y el empoderamiento del género, que Altagracia compró fácilmente. Cervantes ha roto sus pactos de caballero con Medina Mora y Cortina, para jugar políticamente a la equidad de género. La candidata que le llevaron a Altagracia es una mujer de negocios con una larga carrera en el sector de aseguradoras, Sofía Belmar, que en 2021 fue la primera mujer en presidir la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, uno de los siete organismos cúpula que integran la Comisión Ejecutiva del CCE, y en enero fue nombrada, la directora ejecutiva de Prudential Seguros. El perfil de la maestra en Negocios por el ITAM es muy bueno, y lo único que se ve débil en ella es que, si es electa en diciembre, quedará marcada como la líder que quiso la presidenta Sheinbaum. Una vez más, el paternalismo gubernamental y el tutelaje de los empresarios desde Palacio Nacional.
2DO. TIEMPO: Líder bueno, líder malo. Hace tiempo que los presidentes del Consejo Coordinador Empresarial no le hacen bien a la mayoría de los empresarios. Francisco Cervantes, el actual dirigente, bajo la sombra de Carlos Slim, en primer lugar, y de Daniel Servitje, el mandamás en Bimbo, ha sobresalido por las peores razones. Cervantes es un empresario texcocano, que, como su impulsor, Francisco Funtanet Mange, incursionó en la política. Funtanet Mange, junto con su hermano Ricardo, fueron muy cercanos al Grupo Atlacomulco y de los gobernadores mexiquenses, que les dieron privilegios para fortalecer su imperio inmobiliario, con cambios en usos de suelo para levantar desarrollos residenciales de lujo en maravillosas reservas ecológicas en medio de bosques. Funtanet Mange fue secretario de Desarrollo Económico en el gobierno de Arturo Montiel y su brazo derecho, como subsecretario, fue Cervantes. En ese gobierno se conectó con Enrique Peña Nieto, que cuando asumió la gubernatura lo hizo presidente del Consejo de Consulta de Participación Ciudadana en Seguridad Pública. Peña Nieto llegó a la Presidencia y él se quedó con su sucesor, í, empezando su clavado en los organismos empresariales cúpula. Su ascenso fue tan rápido como la forma como se fue acomodando al nuevo régimen. Había relevado en la presidencia del CCE a Carlos Salazar, que fue impulsado por José Antonio Fernández, el poderoso líder de FEMSA, pero con un palmarés: convertir a OXXO de ser un proyecto de alcance limitado, a la cadena de conveniencia más grande de América Latina, y transformándola en una integradora de servicios donde hoy se pagan de multas al teléfono, de todo tipo de servicios a recargas telefónicas y de telepeaje. Hombre con educación sofisticada, partió de la estrategia de que si establecía una buena relación con el presidente Andrés Manuel López Obrador, sería benéfico para los empresarios en general. No lo conocía bien. López Obrador odia a los empresarios y los sometió desde antes de asumir la Presidencia. Salazar trató y comió los sapos del sometimiento, aunque al final su relación, por la defensa de su grey, se enfrió. Cervantes fue todo lo contrario, y ese el perfil que quisiera que estuviera frente al CCE: subordinado y entregado a los designios presidenciales, para mantener el eje pendular actual. Demasiado cargado al oficialismo, al que le dan urticaria las posiciones beligerantes. No quieren en Palacio Nacional líderes empresariales como Manuel Clouthier y José María Basagoiti, que se enfrentaron al presidente José López Portillo por su política económica y la nacionalización de la banca, llegando a posiciones, como el segundo, de sangre vasca, radicales. Eran incómodos para el gobierno, e incluso para sus pares, pero dejaron una huella de beligerancia, indómitos ante el poder. No parece fortuito, a la luz del tiempo, que ambos tuvieran un perfil sociopolítico —Clouthier fue incluso candidato del PAN a la Presidencia en 1988—, y que ambos hayan sido presidentes de Coparmex.
3ER. TIEMPO: los candidatos. La sucesión en el CCE tiene una pequeña baraja de candidatos. Los primeros, por derecho de prelación informal, José Medina Mora, ex presidente de la Coparmex, y Juan Cortina, presidente del Consejo Nacional Agropecuario. El primero tiene un problema, su paso por la Coparmex, históricamente el organismo cúpula más combativo. Medina Mora lleva un año que dejó de presidirla, pero en este régimen, no olvidan y son rencorosos. Un intenso cabildeo para tratar de separar lo que fue y lo que puede ser como presidente del CCE ha buscado quitar los prejuicios en el gobierno en su contra. Medina Mora ha estado conversando con varios miembros del gabinete, y está en espera de una cita con la presidenta Claudia Sheinbaum. Su apuesta es la más alta, porque la comparación que se hace de él es con Gustavo Hoyos, un crítico del obradorismo, muy vocal y que quiso jugar como candidato a la Presidencia. La segunda apuesta más elevada es la de Cortina, que, aunque no tiene el estigma de quienes pasan por la Coparmex y es un empresario exitoso en un sector de alto interés en el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, no está en las posibilidades que está manejando Francisco Cervantes, que en diciembre entregará el bastón de relevo. La candidata más fuerte es Sofía Belmar, la primera mujer en presidir la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, uno de los siete organismos cúpula que integran la Comisión Ejecutiva del CCE, que ha sido metida como la opción más adecuada para Sheinbaum y su agenda de empoderamiento de la mujer. Detrás de Belmar también está Carlos Slim, que quiere seguir mangoneando desde las sombras al CCE y jugar políticamente con el organismo en Palacio Nacional. El binomio Slim-Cervantes tiene un Plan B, Julio Carranza, con más de 30 años de experiencia en el sector bancario, fundador de Ixe, Banco Azteca y BanCoppel, expresidente de la Asociación Mexicana de Bancos, que no sería mal visto en Palacio Nacional, donde les preocupa que los empresarios vayan a tener posiciones críticas sobre temas que ha impulsado Sheinbaum, como el nuevo Poder Judicial y la Ley de Amparo, donde las observaciones del sector privado ha sido que lastiman el Estado de derecho y se vulnera la certidumbre jurídica para las inversiones. Estas son las principales objeciones que se tiene en el gobierno sobre Medina Mora y Cortina, no así con Belmar y Carranza, quien, sin embargo, no cuenta con el respaldo de su sector: los bancos. La lucha por la presidencia de la CCE no es solo por dirigir el organismo cúpula de los empresarios, sino también definirá cómo será el acompañamiento del gobierno durante los próximos dos años, de enorme incertidumbre y tensiones por la entrada en vigor de un nuevo marco jurídico bajo el control del Ejecutivo. Estas son las variables que importan en la decisión, y que de su elección se podrá ver si la rama oficialista que ha dominado el CCE en los últimos siete años se mantiene pegada al poder, o si finalmente los empresarios asumen su responsabilidad como tales y actúan como lo que antes fueron, interlocutores, no como Cervantes, un locutor del régimen.
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