México, autopartes y T-MEC

18 de Mayo de 2025

Julieta Mendoza
Julieta Mendoza
Profesional en comunicación con más de 20 años de experiencia. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y tiene dos maestrías en Comunicación Política y Pública y en Educación Sistémica. Ha trabajado como conductora, redactora, reportera y comentarista en medios como el Senado de la República y la Secretaría de Educación Pública. Durante 17 años, condujo el noticiero “Antena Radio” en el IMER. Actualmente, también enseña en la Universidad Panamericana y ofrece asesoría en voz e imagen a diversos profesionales.

México, autopartes y T-MEC

Julieta Mendoza - columna

La reciente política arancelaria de Estados Unidos y el cumplimiento de las reglas del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) encendieron los reflectores sobre nuestra relación económica con el vecino del norte. Aunque México logró evitar los aranceles sobre el 70% de sus autopartes exportadas, gracias al cumplimiento del 71.9% de los requisitos de origen establecidos en el tratado, esta aparente victoria también expone una realidad inquietante: nuestra economía sigue atrapada en una dependencia estructural que limita su resiliencia.

La industria automotriz mexicana, que contribuye con el 3.8% del Producto Interno Bruto (PIB) y genera cerca del 20% de las exportaciones nacionales, es uno de los ejemplos más claros de esta relación asimétrica. Según datos de la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores (AMDA), el 86% de los vehículos ensamblados en México tienen como destino Estados Unidos. Este nivel de integración económica es, a la vez, una fortaleza y una vulnerabilidad. Por un lado, permite a México mantenerse competitivo en el mercado global; por otro, lo expone a las tensiones comerciales y políticas de Washington.

En palabras de Marcelo Ebrard, secretario de Economía, “la industria automotriz representa uno de los pilares más sólidos de nuestra economía, pero también uno de los más vulnerables”. No se equivoca. La disputa con Estados Unidos por las reglas del T-MEC no solo es un recordatorio de los riesgos asociados a depender de un solo mercado, sino que también pone en evidencia la falta de una estrategia robusta para diversificar nuestras exportaciones y fortalecer el mercado interno.

A pesar de los avances en el cumplimiento de los requisitos del tratado, México enfrenta un dilema crítico: ¿cómo garantizar el crecimiento sostenido de la industria automotriz en un contexto de incertidumbre global y tensiones geopolíticas? Si bien el T-MEC ofrece un marco regulatorio claro, la creciente presión de Estados Unidos para endurecer las reglas del juego podría poner en jaque la competitividad de los productores mexicanos.

El modelo económico que México ha privilegiado desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994 ha demostrado ser efectivo para atraer inversión extranjera directa (IED) y dinamizar sectores clave como la manufactura y la automotriz. Sin embargo, su enfoque exportador también ha tenido costos. Según el Banco Mundial, menos del 30% del valor agregado de los productos manufacturados en México se queda en el país. Esto significa que, aunque exportamos más, una parte significativa de los beneficios económicos se repatría a las matrices extranjeras.

Además, la dependencia de cadenas de suministro internacionales deja a México expuesto a disrupciones como las que vivimos durante la pandemia de COVID-19 y el actual conflicto entre Estados Unidos y China. Esto refuerza la necesidad de adoptar una política industrial que promueva la creación de valor interno, fomente la innovación tecnológica y reduzca nuestra dependencia del comercio exterior.

Una de las lecciones más importantes que nos deja este escenario arancelario es la urgencia de diversificar nuestros mercados y nuestras industrias. Mientras que países como Brasil y China han apostado por el fortalecimiento de sus mercados internos, México parece atrapado en una inercia exportadora que no responde a las nuevas dinámicas económicas globales.

El potencial de México para diversificar su economía es innegable. La revisión del T-MEC más que un lente técnico sobre reglas de origen; deberá considerarse el espejo que refleje los desafíos estructurales de la economía mexicana.

Si bien evitar los aranceles representa una victoria en el corto plazo, la verdadera pregunta es si México será capaz de utilizar esta coyuntura para redefinir su modelo económico y reducir su vulnerabilidad ante factores externos.

El reloj corre. La geopolítica y la economía están cada vez más entrelazadas, y México no puede darse el lujo de esperar. La decisión de actuar ahora definirá si somos un socio comercial competitivo o un país atrapado en su propia dependencia.