El pasado 10 de abril el presidente de EU, Donald Trump, nombró al pastor bautista Mark Walker, como embajador en misión especial para la Libertad Religiosa Internacional (IRF, por sus siglas en inglés), una oficina de la Casa Blanca que tiene la misión de velar por los derechos humanos en materia religiosa -principalmente de cristianos en el mundo- que enfrentan persecución e intolerancia por causa de su fe.
Trump es uno de los presidentes que más ha explotado electoralmente el llamado voto evangélico, ya que cuenta con un pull de pastores y líderes que asesoran al mandatario en varios temas y no sólo le dan acompañamiento espiritual, como lo acostumbraban en pasadas administraciones. Hoy, los evangélicos cuentan con una oficina formal dentro de la administración para difundir, avalar e instaurar cada paso que el presidente da, incluyendo las medidas arancelarias, la política migratoria y la construcción del muro en la zona limítrofe, aunque afecte a los mexicanos.
Walker, a pesar de ser ministro de culto, ha sido candidato al senado y a gobernador en Carolina del Norte, contrario a lo que sucede en México, donde los pastores están impedidos por la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público para ocupar un cargo de elección.
A pesar de que el pastor ha tenido desencuentros con Trump, son gemelos en cuanto a su visión conservadora: durante un foro republicano, Walker se pronunció a favor de la militarización de la frontera, de la expulsión de migrantes delincuentes, y de una posible guerra contra México, en caso de que los traficantes de drogas sigan sin ser arrestados.
La oficina de libertad Religiosa Internacional depende del Departamento de Estado y cada año las embajadas de EU envían su informe sobre intolerancia y persecución, que se nutre de datos oficiales, de los casos que las organizaciones no gubernamentales reportan y de notas de prensa que corroboran en las sedes diplomáticas y en otras oficinas de la administración.
En México, desde la administración de José López Portillo y hasta la de Enrique Peña Nieto los casos de intolerancia y persecución religiosa fueron ocultados de manera sistemática. Asesinatos, vejaciones, despojos, amenazas, robos, violación de mujeres, fueron delitos constantes en contra de comunidades no católicas que los titulares de Gobernación y otras dependencias negaron de manera institucional para dar la apariencia de que en México existía la libertad de culto, como lo marca la Carta Magna.
De la intolerancia se pasó disimuladamente a la discriminación y favoritismo para el clero durante los mandatos panistas. Con la llegada del morenismo, el número de casos disminuyó, aunque existen todavía algunos que serán expuestos por organismos de la sociedad civil ante Mark Walker, a través de la sede diplomática en México en próximos días.
PALABRA DE HONOR: Durante la Semana Santa medios informativos dieron a conocer la sangría de fieles que padece desde hace décadas la iglesia católica mexicana frente al acelerado crecimiento de congregaciones evangélicas, sobre todo en zonas indígenas. El fenómeno ya lo debe tomar en serio el INEGI que se encarga -según- de cuantificar a detalle los datos.