1er. TIEMPO: El salvador de la patria morena. El hombre que llegó a ser el más rico del mundo cayó en la lista de Forbes que honra a los grandes capitalistas, por culpa de los neoliberales del PRI que le fueron arrebatando sus altísimas utilidades a costa de los consumidores mexicanos, con organismos autónomos en materia de telecomunicación y competencia. Carlos Slim no dejó de ser un magnate, pero ya no chupó tanta sangre a sus compatriotas. Para su fortuna Andrés Manuel López Obrador, que le entregó cientos de propiedades en el Centro Histórico de la Ciudad de México cuando la gobernó a principios de siglo, llegó a la Presidencia, y después de un desencuentro por la cancelación del aeropuerto en Texcoco, regresó a lo suyo, acomodarse con el poder. Carlos Salinas le había entregado Telmex; Ernesto Zedillo nunca legisló para evitar que se convirtiera en monopolio. Lo acotaban, pero no dejaba que se les subiera a las barbas. López Obrador, en cambio, lo convirtió en pieza clave de su proyecto sexenal, disfrazando sus acuerdos como un “diálogo con empresarios patriotas”. Slim ha sabido moverse con sigilo, evitando los reflectores políticos mientras acumula poder económico, infraestructura y presencia estratégica en sectores clave del país. Sabe que nunca se desafía al presidente, sino se le acompaña, se le protege, y luego se le cobra. Tras la cancelación del aeropuerto de Texoco, López Obrador necesitaba legitimarse ante la clase empresarial, y sobre todo, ante los inversionistas extranjeros. Slim fue de donde se agarró, y el empresario, a cambio, obtuvo el regreso de sus privilegios. Sin importarle su imagen ante la Historia, siempre que lo llamó López Obrador, llegó corriendo a Palacio Nacional, entrando por la puerta del Zócalo para que la prensa lo viera. En las reuniones con empresarios, siempre sentado a su lado, decía “¿qué podemos hacer por usted?”, diciéndoselo a Juan para que lo entendiera Pedro. Cuando sucedió la tragedia en la Línea 12 del Metro que afectaba a la delfín de López Obrador, la entonces jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, entró al rescate y con mil 500 millones de pesos pagó indeminizaciones a familiares de muertos y heridos, se hizo cargo de la reconstrucción del tramo siniestrado, que su empresa constructora, por cierto, era la responsable, y cobró caro: nada de cárcel a sus empleados responsables de la obra, y más contratos para sus empresas. Durante el sexenio no solo mantuvo sus concesiones, sino que fortaleció su posición en telecomunicaciones, energía, construcción y en el manejo del litio. En este país donde los empresarios se subordinan o se enfrentan al poder, Slim eligió otra vía: asociarse. Su pragmatismo lo mantiene intocable, su fortuna lo hace indispensable, y su silencio le permite seguir operando sin que nadie lo cuestione. Eso es lo que mejor hace, jugar el juego del poder sin parecer que lo está jugando. Con la necesidad que tenía López Obrador de él, fue el sostén económico del poder, su socio silencioso, y el hombre que nunca pierde.
2º TIEMPO: El empresario de largo plazo. Una de las razones por las que Carlos Slim es un empresario exitoso, es la forma meticulosa como ve hacia delante, siempre pensando en hacer más dinero. Un momento que muestra su personalidad fue cuando en Nueva York un amigo con quien se tomaría una copa, tardó en llegar, explicándole a manera de disculpa que venía de una reunión en el New York Times que estaba en una crisis financiera y necesitaba dinero para salir del hoyo. Slim le preguntó cuánto necesitaban y en qué plazo; hizo rápidamete los cálculos y le ofreció rescatarlo. De esa forma no solo se hizo del paquete accionario individual más grande en esa empresa -sin injerencia en la parte editorial-, sino que concretó lo que considera su mejor negocio en la vida por las utilidades de la operación. Slim nunca improvisa. Cuando vio que el expresidente Andrés Manuel López Obrador perfilaba a Claudia Sheinbaum como su sucesora, comenzó a tejer los hilos de lo que sería una relación estratégica. Fue uno de los primeros empresarios en acercarse a ella, siempre con un cálculo quirúrgico. Lo hizo a través de su red de confianza en el sector intelectual -herencia de su amistad con Carlos Monsiváis-, y con piezas importantes en el engranaje del obradorismo con los que tenía trato directo como el primer jefe de Oficina del expresidente, Alfonso Romo, y la ex secretaria de Energía Rocío Nahle, con quien hizo negocios en el sector. Durante la transición se abrieron nuevos puentes de comunicación a través de Jesús Esteva, cercano a Slim, designado como secretario de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes. Slim no fue uno más de las personas que heredó o impuso López Obrador a Sheinbaum. Slim conoce bien los flujos del poder, donde no se trata de caerle bien al presidente, sino de garantizar influencia. Durante la gestión de Sheinbaum en la Ciudad de México mantuvo un perfil bajo, pero decisivo, como cuando ocurrió el colapso de la Línea 12, donde con una reacción veloz, medida y de control de daños, ofreció reparar los daños sin costo al erario, a cambio de evitar litigios y escándalos públicos. Sheinbaum aceptó sin chistar. El acuerdo le permitía lavarse el rostro político, mientras Slim reforzaba su papel como “empresario responsable”. Ninguno de los dos perdió. La nueva presidenta no solo representaba la continuidad del proyecto lopezobradorista, sino también la garantía de que los intereses del hombre más rico del país seguirían protegidos y en expansión. En el país del obradorismo, Slim nunca fue oposición sino fue socio, aunque la percepción que tiene el régimen de él, es mayor. En Palacio Nacional lo llaman “el pilar de la 4T”. Y con razón. Es el único empresario que tiene derecho de picaporte con la presidenta y puede llegar sin cita y ser recibido, lo que no sucede prácticamente con nadie. Es un visitante frecuente del despacho presidencial, resultado de la visión que tiene Sheinbaum de él como el verdadero arquitecto de la continuidad.
3er. TIEMPO: Slim y Sheinbaum, la relación continua. Hace unos días Arturo Spíndola García, director general de Administración y Finanzas del Grupo Carso, reveló que Pemex le debía 700 millones de dólares por servicios de perforación, pero que seguirían apostando a hacer negocios con la empresa estatal, lo que desató rumores que Carlos Slim estaría tomando el control de la petrolera. Era una especulación informada, porque al tener más de dos mil millones de dólares en co-inversiones con Pemex, es el socio privado más importante que tiene. Es otra contradicción más del régimen, cuyo discurso repite que la energía debe estar en manos del Estado, cuando la realidad operativa es muy distinta. Slim, a través de Ideal, Impulsora del Desarrollo y el Empleo en América Latina, y de Carso Energy, ha consolidado contratos claves en el transporte de gas natural, construcción de ductos y participación indirecta en proyectos de la CFE, como el gasoducto marino Texas–Tuxpan, donde Slim apareció como socio estratégico, con ganancias aseguradas por décadas. El magnate nunca pierde. No necesita sentarse en Palacio Nacional para dictar política energética. Lo hace desde sus oficinas en Polanco, a través de su amplio equipo que conoce cada laguna del marco regulatorio mexicano. Con el expresidente Andrés Manuel López Obrador fue pieza silenciosa en el reordenamiento del sector energético, pero con Claudia Sheinbaum se institucionalizó. López Obrador le tendió la mano cuando nacionalizó el litio y endureció el discurso contra las empresas privadas en generación eléctrica. Slim no protestó, y fue uno de los pocos empresarios que logró renegociar sus contratos con la CFE sin guerra mediática, sin demandas internacionales y sin perder rentabilidad. Slim ha logrado mantener intactos todos sus permisos, concesiones y asociaciones en el sector, incluso en medio del endurecimiento del marco regulatorio contra otras empresas privadas, sobre todo extranjeras. Lo que para Iberdrola fue persecución, para Slim fue negociación. Lo que para Naturgy significó el retiro del mercado, para Slim fue expansión. Con Sheinbaum, su panorama es aún más favorable, con oportunidades en energías limpias, eficiencia energética y tecnologías de almacenamiento para su empresa Controladora Vuela Compañía que invierte en proyectos renovables en América Latina. Slim ha sido parte importante en la reformulación de varias políticas públicas de Sheinbaum, no solo en el sector energético, sino también en la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, donde el gobierno de Sheinbaum trabajó con el equipo de Slim en su redacción. Lo que es hoy parte de la realidad, es que Sheinbaum podrá tener la banda presidencial, pero será Slim quien siga trazando buena parte del mapa del poder económico y de obra pública en el sexenio. Sheinbaum no se puede dar el lujo de romper con el empresariado, pero mucho menos con quien financia, en los hechos, una parte del Estado mexicano a través de sus concesiones. Lo que estamos viendo es un relevo pactado, no solo entre los políticos del régimen, sino entre intereses económicos.
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