¿Tanta agua y seguimos sedientos?

14 de Septiembre de 2025

Julieta Mendoza
Julieta Mendoza
Profesional en comunicación con más de 20 años de experiencia. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y tiene dos maestrías en Comunicación Política y Pública y en Educación Sistémica. Ha trabajado como conductora, redactora, reportera y comentarista en medios como el Senado de la República y la Secretaría de Educación Pública. Durante 17 años, condujo el noticiero “Antena Radio” en el IMER. Actualmente, también enseña en la Universidad Panamericana y ofrece asesoría en voz e imagen a diversos profesionales.

¿Tanta agua y seguimos sedientos?

Julieta Mendoza - columna

La histórica temporada de lluvias 2025 ha dejado imágenes que resumen bien el momento por el que atraviesa México: calles inundadas, comunidades afectadas, presas al borde de su capacidad… y al mismo tiempo, millones de mexicanos que siguen abriendo la llave sin recibir una sola gota de agua.

Es la paradoja de este país: podemos estar bajo el agua, pero no por ello hemos resuelto la crisis hídrica.

A simple vista, los números parecen alentadores. El Sistema Cutzamala, que abastece al 25% del Valle de México, está al 56.4% de su capacidad, el doble de lo registrado en 2024, tras años de sequía extrema. Las principales presas del país han visto incrementos significativos gracias a las lluvias inusuales. Los campos del norte, antes sedientos, hoy respiran un poco con embalses más generosos.

Pero conviene preguntarse: ¿toda esta lluvia ha servido realmente para solucionar la crisis del agua? La respuesta es no.

La lluvia de este 2025, por intensa que haya sido, no es garantía de seguridad hídrica a mediano ni a largo plazo.

Sí, ha permitido recuperar presas, llenar acuíferos y reducir momentáneamente los riesgos de desabasto en ciertas zonas, pero el problema de fondo sigue intacto: la infraestructura hídrica está vieja, insuficiente y es incapaz de distribuir equitativamente el agua que cae del cielo.

En zonas urbanas como la Ciudad de México, millones de personas siguen sin acceso constante al agua potable… Iztapalapa, por ejemplo, continúa dependiendo de pipas. ¿De qué nos sirven las presas llenas si no hemos invertido en sistemas para aprovechar ese recurso de forma eficiente, segura y equitativa?

Además, esta lluvia no ha sido pareja ni justa. Mientras en el sur el agua ha causado estragos importantes, en el norte ha sido más benigna para las presas. Sin embargo, México no ha dejado de tener zonas con estrés hídrico extremo, acuíferos sobreexplotados y ciudades sin sistemas modernos de captación, almacenamiento y distribución.

A pesar del llenado de las presas, el panorama para los productores del norte del paìs continúa siendo complicado. El monitoreo más reciente de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) revela que gran parte de esa regiòn permanece bajo condiciones críticas, a consecuencia de las altas temperaturas. Al 15 de junio, la dependencia reportó que 67 municipios del estado de Chihuahua enfrenta ya sequía extrema y excepcional, con afectaciones graves en sus actividades agrícolas y ganaderas.

El verdadero problema sigue siendo estructural: falta planeación, inversión y conciencia. Seguimos creyendo que el agua es un recurso inagotable. Y no lo es.

La Conagua lo advirtió en su último informe: esta bonanza es temporal, las lluvias no reparan los daños acumulados por décadas de malas prácticas, fugas, sobreexplotación y negligencia.

¿Qué hemos aprendido? Poco. Cada año repetimos el ciclo: celebramos las lluvias como si fueran milagro, sufrimos sus desastres como si fueran sorpresa, y volvemos a ignorar que necesitamos rediseñar nuestras ciudades, nuestros hábitos y nuestra infraestructura para convivir con el agua de forma sostenible.

El agua que cae no se traduce automáticamente en agua que llega. Mientras sigamos desperdiciando el 40% del agua potable en fugas, mientras sigamos construyendo sin respetar cuencas, ríos y mantos freáticos, mientras la gestión del agua sea rehén de intereses políticos y no de ciencia y planeación, seguirán coexistiendo la inundación y la sed en un mismo país.

Por eso, aunque este 2025 nos deje imágenes de presas rebosantes y campos encharcados, la pregunta sigue en el aire: ¿cuánto falta para entender que tanta lluvia no significa que ya resolvimos la crisis del agua? Porque el verdadero problema no es el cielo, es lo que hemos dejado de hacer aquí abajo.