No recuerdo una imagen que me haya generado tanto desazón como la pila de calzado de todo tipo, encontrada en un rancho de Jalisco. La fotografía de zapatos, tenis, botas, mochilas, chamarras, etc, me obliga a no dejar de imaginarme a una madre tratando de identificar a un hijo… ¡a través de unos zapatos! He repetido en este espacio el humor social que impera en el país. La violencia contamina las sociedades y las inocula con su veneno.
Esta nación, siempre contenta, aún en sus tiempos difíciles, con una sonrisa en los labios. Su gente, reconocida por ser espléndidos anfitriones, aún en la carencia: “donde comen dos, comen tres”. Esas frases representan el espíritu de los mexicanos. ¿Qué pasó? ¿Dónde cambió el humor y el carácter de muchos nacionales? ¿Por qué hoy, al menor incidente de tránsito, lo conveniente es voltear la cabeza y olvidar el asunto? Lo contrario puede terminar en tragedia.
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Hoy, las redes están repletas de videos de bullying, de pleitos, de asaltos. No voy a decir que antes no los había, pero nunca como ahora. Quizá me gana la nostalgia. Finalmente, soy de aquella generación en la que los niños de primaria llegábamos muy temprano a la escuela… ¡solos! Y no porque en casa hubiera desinterés en nosotros, es que la vida era así. Era aquella misma generación donde jugábamos en el parque hasta la caída del sol.
Y yo puedo afirmar que jamás sucedió nada que pudiera modificar nuestros hábitos. Sí, quizá haya algo de eso, de extrañar los años en que conocías al vecino, al policía, a los cuates de las otras colonias. Tiempos donde la preocupación, cuando salías con alguna chica, era que te alcanzara para un café y no regresar tarde con ella, porque no sabías qué podría suceder en el trayecto. Por no hablar de lo que hoy viven las mujeres en esas circunstancias.
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El rancho en Jalisco nos debe hacer reflexionar sobre algunas cosas en concreto: ¿quién investigó el caso por primera vez? ¿Por qué no se hizo algo? ¿Quién falló en esa responsabilidad? ¿Por qué, de nuevo, las que dan la información de estos casos son colectivos o agrupaciones de madres buscadoras? ¿Por qué estas agrupaciones, que no tienen ninguna tecnología a su alcance y, por supuesto, infraestructura, pueden encontrar estos sitios muchas veces más y mejor que algunas autoridades?
Estas son preguntas que nos vamos a seguir haciendo hasta que la realidad nos muestre lo contrario y nos permita recordar el pasado, no necesariamente bajo la lógica de que todo tiempo pasado fue mejor.